Posted: 24 Jul 2005, 22:04
No se trata de un relato en sí, sino de parte de la corrección de un capítulo que ha supuesto una reescritura y éste es el resultado:
(Yo)
Lo primero salir, pero sus brazos me envuelven, me atan como cuerdas, y su cabeza sobre mi pecho es el cerrojo de mi prisión. ¿Quién me ha condenado?. Una ventana me muestra un amanecer limpio y profundo. Escucho el sonido de la calle, zumbidos de motor y grupos de noctámbulos que se van a descansar. Yo también debería irme, no tengo sueño, mas estoy destrozado, siento que la resaca se mezcla con los efectos de la borrachera que aún perdura y no sé bien si podré levantarme.
Prisionero de la luz diviso una puerta cerrada. Mis ojos no acusan el golpe recibido. Silencio. Su respiración me asfixia como no lo hacen sus manos apoyadas en mi cuerpo. Una sábana nos cubre hasta la cintura. Giro despacio la cabeza y la desnudez de sus pechos me sorprende. Tan cerca y a la vez tan lejos... Y ayer fueron míos como lo fue cada centímetro de su piel. ¿Digo míos?. No, más bien nuestros, Ella nunca se entregó del todo, no sentí su dejadez pero sí su libertad. Y menuda libertad variable a cada instante. Subidas y bajadas, lentitud, ahora deprisa, nueva pausa, ¿puedes?, mi control en luz de alarma, eso intento, gotas de sudor y gemidos apurados, sus caderas sobre mí sin cesar su movimiento, una luz en aquel túnel, Ella manda, yo me corro, pero exige más placer. ¿Mía?. Más bien suyo, aunque no sea de nadie. Se vació sobre mí y yo sobre ella sin dejar de pertenecernos. ¿Acaso era posible de otra forma?.
Y ahora la miro y sólo observo tranquilidad y descanso, reposo absoluto, labios en calma adivinando una sonrisa interior, ojos ausentes, cerrados, y su lisa, su corta melena resbala desde mi hombro sobre mi brazo izquierdo. ¿Es la misma persona que ayer me dominaba sin dejarme un resquicio para recuperar mis defensas?.
Lo primero salir, pero no puedo, no deseo despertarla, no quiero romper la magia de este momento prolongado, casi eterno, casi un espejismo, como si la vida no esperara nada más, todo en orden y aquí termina todo, como si la muerte fuera esto.
Cada vez irrumpen más sonidos de la calle. Voces infantiles dejan escapar sus gritos en un juego conocido. Se escucha lejano el volumen de la radio en una casa vecina. La luz del sol es más intensa. Debo irme. Planearé mis movimientos. Mi ropa tirada en el suelo, a mi derecha, cerca de la ventana. Enfrente de mí una pared. ¿Y ese cuadro?. El mar... Una estantería. Debajo una mesa de estudio. Giro mi vista hacia la izquierda. Un armario empotrado y por fin una puerta, mi salida. ¿Y ese cuadro?. La playa... El mar y la playa en un logrado amanecer que contemplan dos personas y otra vez se disparan mis recuerdos: 8-8-98. La fecha me persigue y lo curioso es que imaginaba algo así, sabía que esta noche era diferente a otras muchas gastadas en calendarios y habitaciones olvidadas. Presentía algo distinto y lo he encontrado. ¿O acaso no buscaba una respuesta?.
Lo primero salir. Acaricio sus brazos, los deslizo levemente como si formara parte de su sueño y, con cuidado y precisión, me muevo muy despacio en sentido horizontal permitiendo que su cabeza no golpee bruscamente en el colchón, sino que por el contrario se desplace con suavidad hacia él. Ya estoy libre. Su gesto ha cambiado, ha debido de sentir una ausencia, y ahora sus manos buscan la razón de su extraña soledad y se abrazan a la almohada. Sigue dormida, pero sola. No debo hacer ruido. Escapo de la sábana y me levanto. Me visto con rapidez y sigilo, los zapatos en la mano, y me detengo paralizado en el cuadro que ejerce un imán en mi memoria.
Hay una frase escrita: “instantes de unas vacaciones increíbles, julio de 2001”, y al fijarme con mayor detenimiento descubro que una de las dos personas que en la playa divisan el amanecer es Ella, y la otra cualquier amiga suya que, y esto es extraño, en vez de contemplar al sol recién nacido mira a Ella, y en sus ojos hay una mezcla de diversas emociones que tendré que analizar porque me resultan vagamente familiares, y, sobre todo, me fascina esa mirada.
Abro la puerta y aún permanezco un instante parado reteniendo ese lugar y despidiéndome en silencio de Ella. Vuelvo a cerrar. Un pasillo me conduce a una doble dirección, salón-cocina, y me decanto por la última que está próxima a la entrada, mi objetivo. Ando descalzo, esquivo una puerta entreabierta, sin duda la habitación de Nadie, y cuando la sobrepaso dirigiéndome al recibidor, ésta sobresale y me sorprende, ¿Yo?, y no respondo. Miro hacia atrás. Me sonríe. Hago un gesto de saludo y despedida a la vez, me pongo por fin los zapatos, y salgo por la puerta sin llamar al ascensor, escaleras, y en la calle busco un taxi donde contemplo mi aspecto por el espejo retrovisor y pienso que necesito una ducha, pero sobre todo, descansar.
Lo segundo volver, viajar en sentido contrario a las manecillas del reloj para revivir los momentos olvidados de la noche pasada. La memoria un laberinto que interrumpe mi descanso. Los sueños me ahogan en el mar y la luna brilla intermitente en los latidos de mi alterado corazón.
Mañana de domingo, de permanecer tumbado todo el tiempo, no hacer nada, sin apenas respirar. ¿Cuántas horas llevo así?. Puede que muchas o ninguna, no lo sé, no me interesa, sólo quiero comprender lo sucedido. Nuevo esfuerzo, vacío, soledad... y Paz; Paz que ha regresado a mi vida imponiéndome una fecha de la que tengo conciencia pero no explicación. ¿Era ella aquella niña de la que yo me enamoré hace diez años?. ¿La misma que de noche y en la playa me ofreció la claridad más absoluta, su cuerpo, sin pedirme nada a cambio?. ¿Aquélla cuyo adiós materializado en el castigo de sus padres transformó mi realidad?. ¿Era ella?.
Lo segundo volver, regresar a mi pasado vagabundo de recuerdos y de olvidos. La vida una traición. Mi madre muerta y yo solo; mi padre envejecido y yo solo; pasan seis años y yo solo; encuentro a Paz, ¿me reconoce?, puede, pero no me lo dice y estoy solo; pasamos juntos una larga temporada y sigo solo; llegamos al límite del abismo, excesos, drogas, la vida una autopista en una sola dirección contraria al resto de la gente y sigo solo; salto al vacío y ella no me sigue, me la rapta la adicción, una clínica, yo volando en soledad, una boda, y amerizo en el silencio y sigo solo; pasan años, vuelvo a verla, causalidad que nos persigue y estoy solo, siempre solo acompañado únicamente por la Respuesta que no alcanzo a descubrir, se transforma y me confunde, pistas falsas, ciencia, religión, filosofía, escepticismo... pero nunca eternidad. ¿Y su carta?. Una fecha y una firma, el hoy enlazado en el ayer, fantasías de sueños y esperanzas, la irrealidad se mezcla en el presente y cobra forma y por primera vez también cobra sentido. Vuelo descendiendo, intento aterrizar y me elevo nuevamente. En el suelo siento vértigo, y en las alturas claustrofobia. ¿Qué hago aquí?. No estoy solo, estoy con Ella; su mirada al conocernos, su cuerpo enlazado con el mío anoche, y sobre todo su silencio, diferente a cualquier otro porque llena de sonidos mi cabeza y me hace hablar, evadir mi soledad en su silencio. ¿Qué hago aquí?.
Lo segundo volver. Mi padre ha preparado la comida pero yo no tengo hambre, domingo de ayuno y abstinencia, no creo en Dios y sin embargo a veces voy a misa. Desconozco la razón, quizás espero algún milagro, no lo sé, que me ayude a morir y descansar eternamente. El agua se diluye por mi cuerpo y yo intento acariciarla, que traspase mi piel y mis sentidos, origen de la vida, y me enseñe a valorar su ausencia como acaso Ella me enseñó ayer a compartir el sufrimiento. Porque Ella sufría, su beso me lo dijo, aquel beso robado no era para mí, como el mío tampoco era suyo. Su beso fue dolor y alejamiento.
Enciendo la radio y el fútbol me distrae, me integra en una sociedad que apenas me interesa. Sólo importa ganar, subir peldaños, cueste lo que cueste, tan real y tan estúpido... ¿Qué hice luego?. Aturdido descendí y busqué relajación en mi propia soledad. En este punto los recuerdos son borrosos; sé que quise fumar... ¿y fumé?, sé que quise beber y bebí, estaba solo, Paz hablaba, pero yo seguía sintiendo aquel beso mientras la cabeza se me iba y mi cuerpo apenas reaccionaba a mis impulsos.
Después de la tormenta viene la calma como después de una bajada llega el llano y después nuevo descenso o acaso una subida. Paz se fue, ahora recuerdo mejor, y vino Nadie, me preguntaba sobre Ella y yo no era capaz de responder más que frases vagas y carentes de sentido en su ausente fantasía. El sol se esconde, mi estómago exige atención, consumo restos de la comida que no quise y vuelvo a mi cuarto como vuelvo en mi memoria hacia El Estudio, madrugada, mis amigos desaparecen poco a poco y alcanzo su mirada. Desde el beso no habíamos vuelto a coincidir. Ella se queda inmóvil. Yo me acerco. Se apoya en la pared y esconde sus ojos mirando al suelo. Ya estoy a su lado, pero no digo nada, sólo respiro profundamente y Ella por fin se decide a hablar. – Quiero irme, pero no quiero estar sola. – ¿Y Nadie?. – No me refería a ella sino a ti. – Yo tampoco quiero estar solo– sonrío – ¿Nos vamos?. – Sí, donde tú quieras.
Y lo tercero: dormir.
**********
(Ella)
Hacía tiempo que no dormía tanto. ¿Estoy sola?. Sí, y es muy tarde, cerca de las tres. No le oí marchar, ni siquiera sentí su ausencia, ¿sería hace mucho?. Mejor, no hubiera sabido qué decirle y estoy desnuda, mi ropa en el suelo, la recojo, me visto y enciendo un cigarrillo.
Hace calor, demasiado calor, domingo clareado de anticipada primavera, la noche una utopía, ¿qué me sucedió?. Me dejé llevar, sólo sentir sin importar las consecuencias, salimos de El Estudio y no cruzamos palabra alguna hasta que entramos en el piso. ¿Estás segura?. Sí, ahora también, te necesito. Volvimos a besarnos y acabamos en mi cama. Noche de placer y de dolor. ¿Dolor?. Todo en él era dolor. Su mirada, sus suspiros, sus gemidos ahogados, el roce de su piel contra la mía, sus reprimidos movimientos, yo encima y él tumbado, yo mandaba y él obedecía, su forzada represión, aguanta, no podía y se esforzaba, aguanta... Me dejé llevar. Fue mío.
Quito las sábanas y las sustituyo por otras limpias que saco del armario. Hago la cama, cierro la persiana a la mitad y me dirijo a la lavadora. Nadie no está en casa. ¿Adónde habrá salido?. En la cocina no hay nada preparado. Tengo hambre, pero no me apetece cocinar. Abro la nevera. Vacío. Sólo un poco de ensalada de ayer y al menos agua fría en una jarra que vierto sobre un vaso y ahora saboreo saciando mi sed. ¿Por qué ocurrió?. Un beso fue el inicio, Ayer culpable, no deseo pensar en ella y sí en él: Yo; es tan extraño... Me envolvió en caricias como antes lo hicieron sus palabras, su tacto en cada poro de mi piel, sus labios en mi cuello, yo excitada y él tranquilo, la ropa cediendo poco a poco al empuje de su cuerpo, busca una postura, yo le esquivo, mezclamos saliva con palabras incomprensibles, todo muy pausado al principio, su lengua recorriendo mis pechos, su miembro erguido, su mano que explora mi sexo, la luz apagada, oscuridad y reflejos de la noche, media vuelta, me monto sobre él, parece sorprendido, se deja llevar y yo acelero, ordeno, y mando, termina, exijo más y vuelve a obedecer. Noto su dolor, su resaca y su cansancio, un poco más, intenta un cambio de postura y se lo impido, vuelta al ritmo que le impongo, sudor que sobresale de su piel como si fuera sangre, aullidos cada vez más estridentes, silencio, y al final paro sin saber si hubiera aceptado un nuevo envite mas sospecho que pese a sus fuerzas desgastadas no me lo hubiera impedido. Era mi esclavo, esclavo de una noche y de un secreto que intuyo en su manera de actuar. Y vaya noche, ni con Error ni con ningún otro había vivido y sentido una noche semejante. ¿Cómo explicar el placer que me embriagó?. Placer físico pero también otro placer, un placer en forma de desatada excitación al pasar de dominada a dominante, él mi esclavo y yo su ambiciosa consentida, él mío y yo sin pertenecer a nadie en concreto. ¿Cómo explicarlo?. Yo fui hombre y él mujer.
Cierro el grifo de la ducha y mientras cubro mi cuerpo en la toalla escucho el ruido de la puerta y una voz que pregunta por mí. Salgo del baño y saludo a Nadie que me mira con un gesto complaciente a la vez que deja unas bolsas con publicidad de un restaurante chino sobre la mesa. Supuse que tendrías hambre. También supuse que amanecerías avanzada la tarde, no como Yo que se marchó temprano. ¿Yo?. Sí, sobre las once u once y media. No pude hablar con él, le sorprendí casi en la puerta y se despidió con un gesto. Tienes que contarme todo. ¿Quién lo iba a decir?.
Arroz tres delicias y pollo agridulce. Nadie apenas prueba su plato, comió unos sándwichs y no tiene apetito, lo dejará para la cena, sólo quiere oírme y yo regalo detalles, pero no muchos porque aún tengo que explicarme a mí misma todo lo ocurrido. Además estoy cansada. Termino de comer y me excuso reprimiendo un bostezo. Tengo que terminar mi trabajo. ¿Cuánto me queda?. Un par de horas. Lo dejaré para más tarde, ahora quiero descansar. Me tumbo en la cama y me dejo llevar por mis recuerdos.
Yo, extasiado, se echa a mi derecha boca abajo, se desploma, y viéndole tan débil me contagio y caigo rendida junto a él. Se recupera. Nos cubrimos con la sábana y nos miramos. Pasos en el pasillo que se acercan, Nadie acaba de llegar, la puerta cerrada con pestillo, y al instante otra vez silencio y no dejamos de mirarnos, hay más claridad nocturna, parece que se acerca el amanecer y sus ojos bailan como acaso los míos, no lo sé, sólo sé que su color sombrea mi sonrisa unos segundos. Separa su mirada tumbándose boca arriba y yo me abrazo a él y apoyo mi cabeza, su pecho como almohada, y pierdo la noción del tiempo que transcurre, podría permanecer así una vida entera, todo es tan perfecto... mi cansancio cede y mis ojos se cierran, la calma es absoluta.
He soñado, pero me inquieta la imagen de su recuerdo. ¿Qué hora es?. Las ocho de la tarde, paz interrumpida. ¿Cómo era?. Ayer... y Yo, mejor dicho; cuerpo de Yo y rostro de Ayer; movimientos de Yo y gestos de Ayer; tacto de Yo y voz de Ayer; Yo instrumento y Ayer fin. ¿Ayer?. Impuestos y contratos, papeles en la mesa, informes... todo me conduce a Ayer. ¿Dónde estará?. En el Sur. Ordeno mis folios, escapo de esta soledad que me confunde y busco a Nadie. Hablamos. ¡Qué increíble el efecto de su voz!. Todo se olvida. Mañana tiene cita con el ginecólogo y ahora vemos una película en la tele. Nos invade la madrugada y nos vamos a dormir, y en mi cama siento que la noche que pasé con Yo es similar a la de Ayer, salvo, y esto me aterra, que en esta situación los papeles han cambiado y a lo mejor sufro por él como Ayer sufrió por mí.
Oscuridad.
+
Saludetes,
(Yo)
Lo primero salir, pero sus brazos me envuelven, me atan como cuerdas, y su cabeza sobre mi pecho es el cerrojo de mi prisión. ¿Quién me ha condenado?. Una ventana me muestra un amanecer limpio y profundo. Escucho el sonido de la calle, zumbidos de motor y grupos de noctámbulos que se van a descansar. Yo también debería irme, no tengo sueño, mas estoy destrozado, siento que la resaca se mezcla con los efectos de la borrachera que aún perdura y no sé bien si podré levantarme.
Prisionero de la luz diviso una puerta cerrada. Mis ojos no acusan el golpe recibido. Silencio. Su respiración me asfixia como no lo hacen sus manos apoyadas en mi cuerpo. Una sábana nos cubre hasta la cintura. Giro despacio la cabeza y la desnudez de sus pechos me sorprende. Tan cerca y a la vez tan lejos... Y ayer fueron míos como lo fue cada centímetro de su piel. ¿Digo míos?. No, más bien nuestros, Ella nunca se entregó del todo, no sentí su dejadez pero sí su libertad. Y menuda libertad variable a cada instante. Subidas y bajadas, lentitud, ahora deprisa, nueva pausa, ¿puedes?, mi control en luz de alarma, eso intento, gotas de sudor y gemidos apurados, sus caderas sobre mí sin cesar su movimiento, una luz en aquel túnel, Ella manda, yo me corro, pero exige más placer. ¿Mía?. Más bien suyo, aunque no sea de nadie. Se vació sobre mí y yo sobre ella sin dejar de pertenecernos. ¿Acaso era posible de otra forma?.
Y ahora la miro y sólo observo tranquilidad y descanso, reposo absoluto, labios en calma adivinando una sonrisa interior, ojos ausentes, cerrados, y su lisa, su corta melena resbala desde mi hombro sobre mi brazo izquierdo. ¿Es la misma persona que ayer me dominaba sin dejarme un resquicio para recuperar mis defensas?.
Lo primero salir, pero no puedo, no deseo despertarla, no quiero romper la magia de este momento prolongado, casi eterno, casi un espejismo, como si la vida no esperara nada más, todo en orden y aquí termina todo, como si la muerte fuera esto.
Cada vez irrumpen más sonidos de la calle. Voces infantiles dejan escapar sus gritos en un juego conocido. Se escucha lejano el volumen de la radio en una casa vecina. La luz del sol es más intensa. Debo irme. Planearé mis movimientos. Mi ropa tirada en el suelo, a mi derecha, cerca de la ventana. Enfrente de mí una pared. ¿Y ese cuadro?. El mar... Una estantería. Debajo una mesa de estudio. Giro mi vista hacia la izquierda. Un armario empotrado y por fin una puerta, mi salida. ¿Y ese cuadro?. La playa... El mar y la playa en un logrado amanecer que contemplan dos personas y otra vez se disparan mis recuerdos: 8-8-98. La fecha me persigue y lo curioso es que imaginaba algo así, sabía que esta noche era diferente a otras muchas gastadas en calendarios y habitaciones olvidadas. Presentía algo distinto y lo he encontrado. ¿O acaso no buscaba una respuesta?.
Lo primero salir. Acaricio sus brazos, los deslizo levemente como si formara parte de su sueño y, con cuidado y precisión, me muevo muy despacio en sentido horizontal permitiendo que su cabeza no golpee bruscamente en el colchón, sino que por el contrario se desplace con suavidad hacia él. Ya estoy libre. Su gesto ha cambiado, ha debido de sentir una ausencia, y ahora sus manos buscan la razón de su extraña soledad y se abrazan a la almohada. Sigue dormida, pero sola. No debo hacer ruido. Escapo de la sábana y me levanto. Me visto con rapidez y sigilo, los zapatos en la mano, y me detengo paralizado en el cuadro que ejerce un imán en mi memoria.
Hay una frase escrita: “instantes de unas vacaciones increíbles, julio de 2001”, y al fijarme con mayor detenimiento descubro que una de las dos personas que en la playa divisan el amanecer es Ella, y la otra cualquier amiga suya que, y esto es extraño, en vez de contemplar al sol recién nacido mira a Ella, y en sus ojos hay una mezcla de diversas emociones que tendré que analizar porque me resultan vagamente familiares, y, sobre todo, me fascina esa mirada.
Abro la puerta y aún permanezco un instante parado reteniendo ese lugar y despidiéndome en silencio de Ella. Vuelvo a cerrar. Un pasillo me conduce a una doble dirección, salón-cocina, y me decanto por la última que está próxima a la entrada, mi objetivo. Ando descalzo, esquivo una puerta entreabierta, sin duda la habitación de Nadie, y cuando la sobrepaso dirigiéndome al recibidor, ésta sobresale y me sorprende, ¿Yo?, y no respondo. Miro hacia atrás. Me sonríe. Hago un gesto de saludo y despedida a la vez, me pongo por fin los zapatos, y salgo por la puerta sin llamar al ascensor, escaleras, y en la calle busco un taxi donde contemplo mi aspecto por el espejo retrovisor y pienso que necesito una ducha, pero sobre todo, descansar.
Lo segundo volver, viajar en sentido contrario a las manecillas del reloj para revivir los momentos olvidados de la noche pasada. La memoria un laberinto que interrumpe mi descanso. Los sueños me ahogan en el mar y la luna brilla intermitente en los latidos de mi alterado corazón.
Mañana de domingo, de permanecer tumbado todo el tiempo, no hacer nada, sin apenas respirar. ¿Cuántas horas llevo así?. Puede que muchas o ninguna, no lo sé, no me interesa, sólo quiero comprender lo sucedido. Nuevo esfuerzo, vacío, soledad... y Paz; Paz que ha regresado a mi vida imponiéndome una fecha de la que tengo conciencia pero no explicación. ¿Era ella aquella niña de la que yo me enamoré hace diez años?. ¿La misma que de noche y en la playa me ofreció la claridad más absoluta, su cuerpo, sin pedirme nada a cambio?. ¿Aquélla cuyo adiós materializado en el castigo de sus padres transformó mi realidad?. ¿Era ella?.
Lo segundo volver, regresar a mi pasado vagabundo de recuerdos y de olvidos. La vida una traición. Mi madre muerta y yo solo; mi padre envejecido y yo solo; pasan seis años y yo solo; encuentro a Paz, ¿me reconoce?, puede, pero no me lo dice y estoy solo; pasamos juntos una larga temporada y sigo solo; llegamos al límite del abismo, excesos, drogas, la vida una autopista en una sola dirección contraria al resto de la gente y sigo solo; salto al vacío y ella no me sigue, me la rapta la adicción, una clínica, yo volando en soledad, una boda, y amerizo en el silencio y sigo solo; pasan años, vuelvo a verla, causalidad que nos persigue y estoy solo, siempre solo acompañado únicamente por la Respuesta que no alcanzo a descubrir, se transforma y me confunde, pistas falsas, ciencia, religión, filosofía, escepticismo... pero nunca eternidad. ¿Y su carta?. Una fecha y una firma, el hoy enlazado en el ayer, fantasías de sueños y esperanzas, la irrealidad se mezcla en el presente y cobra forma y por primera vez también cobra sentido. Vuelo descendiendo, intento aterrizar y me elevo nuevamente. En el suelo siento vértigo, y en las alturas claustrofobia. ¿Qué hago aquí?. No estoy solo, estoy con Ella; su mirada al conocernos, su cuerpo enlazado con el mío anoche, y sobre todo su silencio, diferente a cualquier otro porque llena de sonidos mi cabeza y me hace hablar, evadir mi soledad en su silencio. ¿Qué hago aquí?.
Lo segundo volver. Mi padre ha preparado la comida pero yo no tengo hambre, domingo de ayuno y abstinencia, no creo en Dios y sin embargo a veces voy a misa. Desconozco la razón, quizás espero algún milagro, no lo sé, que me ayude a morir y descansar eternamente. El agua se diluye por mi cuerpo y yo intento acariciarla, que traspase mi piel y mis sentidos, origen de la vida, y me enseñe a valorar su ausencia como acaso Ella me enseñó ayer a compartir el sufrimiento. Porque Ella sufría, su beso me lo dijo, aquel beso robado no era para mí, como el mío tampoco era suyo. Su beso fue dolor y alejamiento.
Enciendo la radio y el fútbol me distrae, me integra en una sociedad que apenas me interesa. Sólo importa ganar, subir peldaños, cueste lo que cueste, tan real y tan estúpido... ¿Qué hice luego?. Aturdido descendí y busqué relajación en mi propia soledad. En este punto los recuerdos son borrosos; sé que quise fumar... ¿y fumé?, sé que quise beber y bebí, estaba solo, Paz hablaba, pero yo seguía sintiendo aquel beso mientras la cabeza se me iba y mi cuerpo apenas reaccionaba a mis impulsos.
Después de la tormenta viene la calma como después de una bajada llega el llano y después nuevo descenso o acaso una subida. Paz se fue, ahora recuerdo mejor, y vino Nadie, me preguntaba sobre Ella y yo no era capaz de responder más que frases vagas y carentes de sentido en su ausente fantasía. El sol se esconde, mi estómago exige atención, consumo restos de la comida que no quise y vuelvo a mi cuarto como vuelvo en mi memoria hacia El Estudio, madrugada, mis amigos desaparecen poco a poco y alcanzo su mirada. Desde el beso no habíamos vuelto a coincidir. Ella se queda inmóvil. Yo me acerco. Se apoya en la pared y esconde sus ojos mirando al suelo. Ya estoy a su lado, pero no digo nada, sólo respiro profundamente y Ella por fin se decide a hablar. – Quiero irme, pero no quiero estar sola. – ¿Y Nadie?. – No me refería a ella sino a ti. – Yo tampoco quiero estar solo– sonrío – ¿Nos vamos?. – Sí, donde tú quieras.
Y lo tercero: dormir.
**********
(Ella)
Hacía tiempo que no dormía tanto. ¿Estoy sola?. Sí, y es muy tarde, cerca de las tres. No le oí marchar, ni siquiera sentí su ausencia, ¿sería hace mucho?. Mejor, no hubiera sabido qué decirle y estoy desnuda, mi ropa en el suelo, la recojo, me visto y enciendo un cigarrillo.
Hace calor, demasiado calor, domingo clareado de anticipada primavera, la noche una utopía, ¿qué me sucedió?. Me dejé llevar, sólo sentir sin importar las consecuencias, salimos de El Estudio y no cruzamos palabra alguna hasta que entramos en el piso. ¿Estás segura?. Sí, ahora también, te necesito. Volvimos a besarnos y acabamos en mi cama. Noche de placer y de dolor. ¿Dolor?. Todo en él era dolor. Su mirada, sus suspiros, sus gemidos ahogados, el roce de su piel contra la mía, sus reprimidos movimientos, yo encima y él tumbado, yo mandaba y él obedecía, su forzada represión, aguanta, no podía y se esforzaba, aguanta... Me dejé llevar. Fue mío.
Quito las sábanas y las sustituyo por otras limpias que saco del armario. Hago la cama, cierro la persiana a la mitad y me dirijo a la lavadora. Nadie no está en casa. ¿Adónde habrá salido?. En la cocina no hay nada preparado. Tengo hambre, pero no me apetece cocinar. Abro la nevera. Vacío. Sólo un poco de ensalada de ayer y al menos agua fría en una jarra que vierto sobre un vaso y ahora saboreo saciando mi sed. ¿Por qué ocurrió?. Un beso fue el inicio, Ayer culpable, no deseo pensar en ella y sí en él: Yo; es tan extraño... Me envolvió en caricias como antes lo hicieron sus palabras, su tacto en cada poro de mi piel, sus labios en mi cuello, yo excitada y él tranquilo, la ropa cediendo poco a poco al empuje de su cuerpo, busca una postura, yo le esquivo, mezclamos saliva con palabras incomprensibles, todo muy pausado al principio, su lengua recorriendo mis pechos, su miembro erguido, su mano que explora mi sexo, la luz apagada, oscuridad y reflejos de la noche, media vuelta, me monto sobre él, parece sorprendido, se deja llevar y yo acelero, ordeno, y mando, termina, exijo más y vuelve a obedecer. Noto su dolor, su resaca y su cansancio, un poco más, intenta un cambio de postura y se lo impido, vuelta al ritmo que le impongo, sudor que sobresale de su piel como si fuera sangre, aullidos cada vez más estridentes, silencio, y al final paro sin saber si hubiera aceptado un nuevo envite mas sospecho que pese a sus fuerzas desgastadas no me lo hubiera impedido. Era mi esclavo, esclavo de una noche y de un secreto que intuyo en su manera de actuar. Y vaya noche, ni con Error ni con ningún otro había vivido y sentido una noche semejante. ¿Cómo explicar el placer que me embriagó?. Placer físico pero también otro placer, un placer en forma de desatada excitación al pasar de dominada a dominante, él mi esclavo y yo su ambiciosa consentida, él mío y yo sin pertenecer a nadie en concreto. ¿Cómo explicarlo?. Yo fui hombre y él mujer.
Cierro el grifo de la ducha y mientras cubro mi cuerpo en la toalla escucho el ruido de la puerta y una voz que pregunta por mí. Salgo del baño y saludo a Nadie que me mira con un gesto complaciente a la vez que deja unas bolsas con publicidad de un restaurante chino sobre la mesa. Supuse que tendrías hambre. También supuse que amanecerías avanzada la tarde, no como Yo que se marchó temprano. ¿Yo?. Sí, sobre las once u once y media. No pude hablar con él, le sorprendí casi en la puerta y se despidió con un gesto. Tienes que contarme todo. ¿Quién lo iba a decir?.
Arroz tres delicias y pollo agridulce. Nadie apenas prueba su plato, comió unos sándwichs y no tiene apetito, lo dejará para la cena, sólo quiere oírme y yo regalo detalles, pero no muchos porque aún tengo que explicarme a mí misma todo lo ocurrido. Además estoy cansada. Termino de comer y me excuso reprimiendo un bostezo. Tengo que terminar mi trabajo. ¿Cuánto me queda?. Un par de horas. Lo dejaré para más tarde, ahora quiero descansar. Me tumbo en la cama y me dejo llevar por mis recuerdos.
Yo, extasiado, se echa a mi derecha boca abajo, se desploma, y viéndole tan débil me contagio y caigo rendida junto a él. Se recupera. Nos cubrimos con la sábana y nos miramos. Pasos en el pasillo que se acercan, Nadie acaba de llegar, la puerta cerrada con pestillo, y al instante otra vez silencio y no dejamos de mirarnos, hay más claridad nocturna, parece que se acerca el amanecer y sus ojos bailan como acaso los míos, no lo sé, sólo sé que su color sombrea mi sonrisa unos segundos. Separa su mirada tumbándose boca arriba y yo me abrazo a él y apoyo mi cabeza, su pecho como almohada, y pierdo la noción del tiempo que transcurre, podría permanecer así una vida entera, todo es tan perfecto... mi cansancio cede y mis ojos se cierran, la calma es absoluta.
He soñado, pero me inquieta la imagen de su recuerdo. ¿Qué hora es?. Las ocho de la tarde, paz interrumpida. ¿Cómo era?. Ayer... y Yo, mejor dicho; cuerpo de Yo y rostro de Ayer; movimientos de Yo y gestos de Ayer; tacto de Yo y voz de Ayer; Yo instrumento y Ayer fin. ¿Ayer?. Impuestos y contratos, papeles en la mesa, informes... todo me conduce a Ayer. ¿Dónde estará?. En el Sur. Ordeno mis folios, escapo de esta soledad que me confunde y busco a Nadie. Hablamos. ¡Qué increíble el efecto de su voz!. Todo se olvida. Mañana tiene cita con el ginecólogo y ahora vemos una película en la tele. Nos invade la madrugada y nos vamos a dormir, y en mi cama siento que la noche que pasé con Yo es similar a la de Ayer, salvo, y esto me aterra, que en esta situación los papeles han cambiado y a lo mejor sufro por él como Ayer sufrió por mí.
Oscuridad.
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Saludetes,