Apocalipsis

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Apocalipsis

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Tanto la prensa cómo la televisión habían hablado sobradamente de ello. Incluso algunos ciudadanos ya estaban cansados de tanto oír hablar del tema. La cuestión era que un arqueólogo americano había encontrado cerca de Jerusalén un antiguo texto en el que se especificaba cuándo llegaría el fin del mundo. En él se aclaraba la fecha (mañana) y se hacía referencia al Apocalipsis de la Biblia.

Estos últimos días, cada vez que iba por la calle, notaba un ambiente enrarecido, lleno de risas nerviosas y largos silencios. Cada persona se lo había tomado de distinta manera, pero en todos imperaba el nerviosismo. Ahora voy por la calle. El cielo está nublado se ven relámpagos a lo lejos. Hay unos jóvenes tirando ladrillos de una obra cercana y repentinamente interrumpida contra el cristal de un escaparate, con la evidente intención de romperlo. Dentro hay una gran pantalla de televisión. Pienso que es un poco extraño que deseen justamente eso en sus últimas horas de vida. Yo no pude planear nada para el tiempo previo a mi muerte. Por lo visto en todo el país están habilitando teatros y salas de actos para que los que quieran se reúnan allí para esperar el Apocalipsis. A mí me ha llegado una carta del Ayuntamiento. Debo ir a subir el telón del escenario. Sé que podría escaquearme, pero no rehuyo ir. No me apetece ir con mis amigos a la playa a emborracharnos y a practicar sexo con la gente que viésemos, cómo acordamos. Estoy melancólico y no quiero hacer una orgía.

Hoy es el día. Me he levantado a las 11, no puedo seguir durmiendo. Miro el reloj: el fin no empieza hasta las 8 de la tarde. Dedico el resto del día a pasear de nuevo. Ahora, todo el mundo hace lo que le da la gana: desde una pareja copulando en mitad de la autopista, hasta un tipo con una escopeta que dispara sin ton ni son. De repente, algo caliente me salta a la cara: es la sangre de un tío que estaba a mi lado, cuyo rostro había sido reventado por el de la escopeta. Me limpio distraídamente con la manga y sigo caminando con las manos en los bolsillos. Nadie hace nada y hace días que no hay Policía.

Son las siete y media y ya es noche cerrada. Entro en el teatro y le me dirijo a una señorita que está detrás de un mostrador.

-Oiga perdone, soy el encargado del telón.
-Ah, sí, pase por aquí.

Empiezo a andar y me paro. La miro y pienso que quizás si que tengo un último deseo.

-Oiga, discúlpeme otra vez.
-Sí, dígame.
-Es que, sabe usted, me han convocado aquí y no voy a poder festejar el fin del mundo.
-Sí.
-Y cómo debo ser el ser humano que menos ha follado en estos días, me preguntaba si a usted le importaría que le tocase un rato los senos.
-Adelante, pero dese prisa que queda poco tiempo.
-Desde luego, muchas gracias

Le toco los pechos con las dos manos, durante un rato. Ella no me hace caso, sigue distraída con sus papeles y demás. Me voy excitando cada vez más y me sitúo detrás de ella. Le quito la blusa y el sujetador. Luego le bajo la larga falda y el tanga, de color rojo. Instintivamente, busco un preservativo en el bolsillo trasero de mis vaqueros, pero cómo es el fin del mundo, me da igual y la penetro con el pene desnudo. Sólo busco mi placer y termino rápido: dos minutos. Me voy sin despedirme, pero antes de cruzar la puerta, miro para atrás y veo que la chica, sigue en la misma posición estudiando los papeles. Me pregunto si se habrá enterado de algo.

Entro por la puerta y llego a un escenario penumbroso. Chismes varios están distribuidos a lo largo de su superficie. Acierto a distinguir varios decorados hechos trizas, una lanza medieval de plástico y un gran pene de cartón piedra. Justo en el centro del escenario, dónde más luz hay, se encuentra sentada una chica algo mayor que yo. Hay algo extraño en su cara pero pienso que puedo confiar en ella. Me ve y me sonríe.

-¡Hola!
-Hola. ¿Quién eres? –pregunto.
-Me han reclamado para subir el telón.
-A mí también. ¿Vamos al tema?
-Por supuesto.

Subimos entre los dos los pesados telones. Todo el patio de butacas está oscuro, pero se oye hablar gente. Parece que está lleno. En la primera fila, puedo distinguir entre la penumbra a una niña que mueve con entusiasmo una pequeña bandera española que agarra con sus dedos gordezuelos. Sonríe feliz.

-¿Qué hora es? –le pregunto a la enigmática chica, que sonríe mientras observa a la multitud.
-Faltan dos minutos –responde.

La gente empieza a estar nerviosa. Por las butacas traseras, se escucha cantar a un grupo de gente. Hay quien besa crucifijos o reza. Alguien, desde un palco, ha tirado algo ardiendo. De repente, sonó una voz por megafonía.

- Buenas noches, señores y señoras. El Excelentísimo Presidente del Mundo ha grabado, desde su parcela en Marte, unas palabras de apoyo para todos ustedes. Ha sido traducido a todas las lenguas del mundo. A continuación, procederemos a ponerles la grabación. Adiós y que tengan suerte en lo que haya después de la muerte.

Silencio expectante. La chica y yo estamos en mitad del escenario, cómo los actores de una hipotética obra teatral que ha alcanzado el clímax y están a punto de decir las palabras más importantes del mundo. Nos miramos durante un momento y veo que mantiene en su cara su sempiterna sonrisa. Vuelvo a mirar al público, dónde se espera la audición del Presidente del Mundo. Pero eso jamás ocurrirá. Suena el reloj de alguien, al dar las ocho. Fuera se oyen petardos y sirenas, emulando nochevieja 3 meses antes. De repente, se rompen las ventanas y entran varios ángeles. Todos llevan largos camisones de seda, alas que se advierten suavísimas y el pelo rubio y ondulado. Uno de ellos toca la trompeta.

-¡Ángeles! ¡Han venido aquí para salvarnos del fin del mundo!- dice una señora con cara de rezar el rosario a diario.

Todo el mundo grita y habla. Los ángeles, siguen en su posición inicial. El de la trompeta sigue tocando una música extraña. Otro, sonriente, se quita cristales del pelo.

-¿Sabes? –dice la chica. Me vuelvo.- Una vez leí que los ángeles se alimentan de carne humana porque nos tienen envidia a las personas.
-¿Envidia? –me extraño.- ¿De qué? Si ellos son inmortales y tienen superpoderes rollo Superman.
-Ya, pero ellos no pueden follar. Por eso, de vez en cuando, bajan a la tierra y se comen a alguna persona. Y ahora que es el fin del mundo, Dios les debe haber dado permiso para darse un festín.

El ángel de la trompeta ha dejado de tocar. Mira a su alrededor cómo si no supiese cómo había llegado hasta allí.

-¡Silencio! –todo el mundo enmudece de pronto. Tiene voz amable, aunque grite.- El Apocalipsis ha llegado. Toda la humanidad ha pecado y ahora os encontraréis con la Muerte.

Se abre la puerta principal del patio de butacas y entra la Muerte. Lleva su gran guadaña en la mano derecha. Les grita a los ángeles:

-¿Cuándo vamos a empezar?
-Ya mismo. Has llegado en el momento justo.

De repente, el suelo tiembla y la primera fila cae a un río de azufre que se ha abierto a sus pies. Puedo ver a la niña de la banderita caer, gritando feliz cómo si de un parque de atracciones se tratara. La Muerte a esas alturas ya ha cortado dos o tres cabezas con su guadaña, que chorrea sangre. Los ángeles ser han tirado contra la persona más cercana que tenían y se dedican a mordisquear poco a poco brazos, dedos, cabezas, piernas, codos, todo lo que pillan.

-¿Ves? Te lo dije. Se alimentan de carne humana –me dice la chica.
-Es increíble, pero mola verlo.

De repente la puerta principal revienta y entran varios ángeles más. Otro entra a través de la pared, derribándola a cabezazos.

-Es lo que nos merecemos.
-Ya, pero sea lo que sea, no me apetece morir comido por un ser con alas –respondo.
-No lo puedes evitar.
-Ja, ja, ja, mira ése ángel, se ha atragantado con el peluquín de uno de los espectadores.

Un espectador, corriendo despavorido, intenta encaramarse al escenario. La chica y yo le pisamos los dedos para que se suelte.

-Mira ése, intentando escaparse de su destino.
-Qué fuerte. Por cierto, ¿me das la mano durante nuestros últimos minutos?
-Vale –digo alargándole mi mano, húmeda de sudor.

Cogidos de la mano, observamos cómo van sucumbiendo todas ésas almas pecadoras. Algunos son realmente difíciles de matar, pienso.

-Creo que nos han visto –digo.
-Entonces, es el fin –responde ella mientras se acerca un ángel con la cara llena de sangre humana.
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