Antes de nada, me encantó
Aitzi que una de mis "miradas" te sirviera para crear un interesantísimo post que disfruté mucho conociendo más cosas de los fitis
Y como en dicho post salió en varias ocasiones el tema de la enseñanza, mi primera mirada de esta noche surge de ahí y de tu reflexión sobre ella que me dio mucho que pensar y sobre todo que sentir. Así que gracias, y espero que siempre tengamos presente lo maravilloso que puede resultar el "aprendizaje" aunque obligatoria y necesariamente debamos estrellarnos una y otra vez con la simple realidad
XIII–La Universidad de los Sueños
En aquella Universidad los alumnos daban clases a los profesores instruyéndoles en el arte del estudio. La primera medida que adoptaron consistió en suprimir los apuntes y los libros de texto. Aprendizaje intuitivo lo llamaron, y poco a poco el interés emergía de la ignorancia en el difícil camino hacia una sabiduría casual.
Respecto a los horarios, éstos no estaban definidos y las clases duraban el tiempo necesario hasta que la explicación quedara completamente comprendida. Entonces un alumno daba paso a otro que exponía el siguiente tema en una cadena irrompible de precisión aleatoria. Los profesores escuchaban y exteriorizaban sus dudas. No existían temarios concretos, sólo ideas generales que dependiendo del ritmo de evolución intelectual marcado por la clase, se bifurcaban en uno u otro laberinto con el saber práctico como modelo a seguir.
Así, de esta forma, un curso podía durar entre un mes y varios años. Por ello la calificación era meramente personal, y obedecía a un microscópico y coherente examen interior que cada profesor debía dictar en orden a su propia conciencia hasta que llegaba el momento, el deseado instante, del ascenso de profesor a alumno con el cual finalizaba el ciclo de aquella Universidad carismática.
Hace tiempo se acabaron las clases. Sucedió que sólo quedaron alumnos sin profesores a quienes explicar sus doctrinas, y ante la ausencia de objetivos suplementarios poco a poco se vació la Universidad dejando un silencio estéril de felicidad absoluta.
Ahora, en aquella Universidad de los Sueños, se construye sobre sus ruinas como imagen ancestral de victorias y fracasos, un centro comercial basado en el autoservicio que colma la aspiración intelectual de la monótona cadena de individuos que visitan el lugar sin recordar que hubo un tiempo en el que el mundo giraba al revés con la palanca de la imaginación como única manivela.
Las universidades de hoy, a imagen y semejanza de una sociedad clasista, educan a seres esclavos de ideas ajenas. Son los robots del mañana, futuro alienante, y nostalgia imposible.
El saber se ha perdido al limitar la ignorancia. Adiós a los sueños. Accidentado regreso hacia el mundo real.
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XIV–Renglones torcidos
Hay veces que el orden se confunde en una constante y repetitiva sucesión de líneas rectas: no te tuerzas, sigue hacia delante, no salgas del camino...
Otras veces el caos consiste en negar la posibilidad de un deseado rodeo a toda relación lineal: curvas, giros, cambios espontáneos de dirección, desequilibrio...
Y por último, el término medio al que debe aspirar todo trapecista es un compendio inexacto de geometría irregular: la cuadratura del círculo.
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XV–Cazarrecompensas
Le conoceréis por su aspecto intemporal. Viste un traje negro, camisa blanca, y corbata gris. Sus ojos no delatan emoción alguna, de igual forma miran a un objeto que a una persona o al mismo vacío, y de sus labios apenas se percibe variación en su pausado tono al emitir palabras o simplemente sonreír.
Su vida es un juego que le impone instrucciones que él cumple con igual eficacia que desgana. Todo consiste en buscar un objetivo, perseguirlo, y cazarlo sin apenas dejar huella. No importa de quien salga la orden porque él no pregunta, se limita a realizar su trabajo y sus víctimas le temen aunque sólo le conozcan por medio de rumores que tal vez no existirían de no ser por la desaparición de personas afines a sus usos y costumbres.
No lleva agenda, sólo confía en su memoria, y vive en un piso alquilado que regularmente cambia por otro bajo un nombre distinto. Parece que nunca tuvo un pasado ni tendrá siquiera un futuro, ni amigos ni familia, sólo él inmerso en un mundo que le resulta extraño y ajeno.
Hoy, ese ser que parece invisible, se enfrenta por primera vez a una duda que amenaza con resquebrajar de un golpe seco el monótono equilibrio de su gris existencia. Ha recibido una orden que no está seguro de poder llevar a cabo: debe cazarse asimismo. ¿Y cómo lo hará si no conoce a esa persona? ¿Cómo buscarla? ¿Dónde? Cada vez que se mira en un espejo termina rompiéndolo asustado ante la imagen reflejada. Ahora por fin se pregunta aunque no obtenga respuestas, y empieza poco a poco a ordenar piezas en el puzzle oxidado de su inequívoca memoria. Sospecha, más por inercia que por libre deducción, que existe alguien que cumplirá en poco tiempo el objetivo de su misión. Debe huir, pero no sabe de quién. Resignado se desnuda y guarda el traje negro, la camisa blanca, y su corbata gris dentro del armario limitándose a esperar tumbado en la cama su inevitable relevo mientras contempla cómo reluce en un rincón su guadaña entre las sombras impidiéndole dormir.
La puerta se abre, escucha unos pasos, y no cierra los ojos porque quiere contemplar aquella imagen intuida en cada espejo que rompió pese a saber, como acaso todo el mundo, que sólo la reconocerá por un detalle: su aspecto intemporal.
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Saludetes,
"He visto tu cara ardiendo en un lienzo de agua, y me he sumergido en un sueño sin poderte tocar, formando un mosaico de sombras, buscando a ciegas lo que sé que no está."