¿en qué estáis pensando?

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AIDA_cantasaetas
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Post by AIDA_cantasaetas »

- En que ya llevo dos días seguidos levantándome a las 2 del mediodía :? Me siento sucia, joé, con la de cosas que tenía que hacer hoy!
El que quiere nacer tiene que destruir un mundo :wink:
dejedi-M
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Post by dejedi-M »

En que le he dejado el borrador a la profe de literatura pero no me acaba de convencer PARA NADA el resultado final del relato... -.-'
"Quien quiera nacer, tiene que destruir un mundo..." (H.Hesse)
AiTaNAaaaa
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Post by AiTaNAaaaa »

jajajajajaja perdona empiezo a leer y tal lo del borrador (Yo pensaba que era la goma de borrar) y sigo y no me acaba de convencer(y yo seguia pensando seguro que no se lo devolvio la profe) y na hasta que llegue al final...que rayada en fin...no te preocupes que seguro que esta muy bien
HERMANA MAPIXISTA

SoLo LoS PeCes MuerTos SIgUEn La coRrIenTe Del rio
dejedi-M
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Post by dejedi-M »

AiTaNAaaaa wrote:jajajajajaja perdona empiezo a leer y tal lo del borrador (Yo pensaba que era la goma de borrar) y sigo y no me acaba de convencer(y yo seguia pensando seguro que no se lo devolvio la profe) y na hasta que llegue al final...que rayada en fin...no te preocupes que seguro que esta muy bien
jajajajajajajajajajajajajaja
qué bueno xDDDDDDDDDD

Es borrador... ¿no? es que yo venía pensando en catalán porque llevo toda la mañana hablando en catalán, y claro, de esborrany pues borrador xD mierda, ahora me has hecho dudar... xDDD supongo que sí que se dirá así jajajaja xD

No es que el final esté mal ... es que comparado con el principio pues ni punto de comparación, y globalmente está muy desequilibrado, demasiada descripción, demasiados datos innecesarios y toda la acción apelotonada al final del todo. Creo que voy a reescribirlo entero...
De todas formas si alguien se aburre y quiere opinar lo voy a colgar entero en letra pequeña [aquí mismo, porque al fin y al cabo es lo que estoy pensando xD], es que es para un concurso que tiene un premio demasiado jugoso xD

[size=0]Dicen que si pasas muchas horas al día mirando el mar, el reflejo de las olas brillará en tus ojos para siempre. Nunca lo habría creído de no ser porque en su mirada gris y melancólica cabían los océanos en todo su esplendor, con todo tipo de matices. A veces incluso me parecía escuchar el tímido murmullo del agua estrellándose contra las silenciosas rocas. Aunque pensándolo bien, quizá fueran imaginaciones mías. Era sabido que yo estaba, aún,...quizá, en edad de soñar con las antiguas historias de bellas sirenas y mares prohibidos. Nos las narraban viejos marineros jubilados, tras las aburridas (y a nuestro parecer, inservibles) jornadas de estudio en el pueblo vecino. Hacíamos así más llevaderas las horas muertas y ensanchábamos ilimitadamente nuestros sueños ya preadolescentes, susurrados cual secreto y guardados como tal.
Era el nuestro un pueblecito minúsculo, donde todo el mundo conocía la vida de cada uno de los habitantes, aunque pocos lo reconocían y nadie lo admitiera jamás en público -eran las reglas del juego. Situado a escasos metros de la playa, sobrevivía gracias al mar y, de hecho, por él existía. Y a pesar de todo, me atrevería a asegurar que ninguno de los vecinos sentía tan gran estima por la mar como la que se leía aquel día en sus grises perlas ribeteadas de salitre.
La conocí en un descuido, casi sin querer. Y fue un encuentro efímero, pero necesario y suficiente. Por supuesto, no quiero decir que no la conociera anteriormente, no me malinterpretéis. ¿Quién no se conoce en un pueblo pequeño? Pero, por otra parte... ¿quién puede afirmar que conoce, realmente, a una persona? Así pues, decía, la conocí en un descuido, casi sin querer. Yo había tenido una riña familiar en casa, una de tantas, y decidí salir a pasear por la playa para huir del ruido y los gritos. Más cerca del mar, indiscutible protagonista de nuestras vidas, y también más sosegado, agudicé el oído hasta distinguir a lo lejos el sonido de una flauta que atravesaba con nitidez aquella noche de septiembre.
Embargado por una mezcla de curiosidad y emoción, me alejé del pueblo por los caminos que se habían creado entre las rocas a base de pasar por allí varias generaciones de muchachos, al principio buscando cangrejos y más tarde, junto con la pubertad, encontrando un lugar íntimo donde servir a los primeros amoríos.
El mar acariciaba con ternura la tierra, templado, como si la música incesante lo hubiera amansado y ahora reposara suavemente a sus pies. Cuando al fin distinguí su silueta y los sonidos se hicieron más nítidos, no pude evitar cerrar los ojos. Desde entonces, me considero coleccionista de recuerdos... pero no de imágenes.
Debajo de nosotros murmuraban las olas, hablando entre si en un lenguaje arrebujado por la brisa, que soplaba entre los resquicios innumerables de las erosionadas rocas. Creo que fui consciente por primera vez del aroma que emergía del océano, de la vegetación abundante e incluso de las piedras. Había nacido con él, lo llevaba tan metido dentro de la piel que tan sólo era capaz de notar su ausencia... hasta ese preciso instante. Me sentí envuelto, arropado, arrullado por aquel intrínseco laberinto de sensaciones hasta entonces casi desconocidas. Y en el centro de todo estaba ella.
Ella y el olor de su piel. No olía ni a canela, ni a hierbabuena, ni tenía un ligero toque de limón, ni todas esas gazmoñerías que suelen describirse; ella olía simplemente a mujer, a cabellos recién lavados y un poco a crema hidratante, pero sobretodo olía a mar, y desde ese momento tuve en la cabeza la absurdidad de que era una sirena perdida. Y me atrevería a decir que es cierto.
Ella y las notas que, cual mago, evocaba. Sus melodías siempre me recordaron, al menos un poco, a las historias de marineros que nos explicaban tan a menudo y que sabíamos recitar de memoria.
Ella y su mirada vacía llena de olas. Pues cuando abrí los ojos comprendí quién era y tal fue mi asombro que debió notárseme hasta en la punta de los cabellos. “¿Te he asustado?”, preguntó. “Cuidado, no te caigas; un poco más hacia allá –hizo un gesto vago con la mano- hay un socavón.”
Su nombre era Ocarina, o como mínimo, así la conocíamos todos y nadie alzó la voz para decir lo contrario. Era ciega, y las malas lenguas aseguraban una y mil veces que era ‘retrasadita de nacimiento’. “O sea, que es mongola”, añadían con una risita. Por este motivo no había ido a la escuela, y pasaba las horas muertas como más le apetecía. Y yo no sabía mucho más sobre ella; nunca fui tan cotilla.
Aunque lo cierto es que era casi un mito entre todos los muchachos del pueblo, y se llegaban a comentar auténticas disparatadas sobre su vida, yo vivía por aquel entonces aislado en mi mundo. “Demasiado soñador nos ha salido el niño, Juan, vamos a tener que enderezarlo a base de jarabe de palo. ¿Tú te crees que en vez de ir detrás de las mozuelas se nos va con don Ignacio a oír pamplinas?” Esa era la opinión que mi madre mostraba hacia las largas tardes escuchando las leyendas de los pescadores jubilados, y yo corregía mentalmente: “no son pamplinas, mamá...”, pero ya no me atrevía a replicar, por miedo a los jarabes de mi madre.
Acercó sus manos, que tenían el tacto tan suave como la seda porque nunca habían trabajado, y me leyó el rostro. Y sé que se fijó en que yo todavía tenía los ojos cerrados, porque sonrió satisfecha cuando las yemas de sus dedos se pasearon por allí. Lucía un vestido blanco inmaculado, largo y totalmente inadecuado para el lugar donde nos encontrábamos. Había guardado en uno de los dos bolsillos la flauta que emitía aquella música tan maravillosa. Era una situación tan inverosímil para mi monótona vida que no era capaz de articular palabra alguna, ni siquiera de reaccionar. Pero ella lo hizo por mí.
-Te habrán contado historias. Como eres la última persona con la que hablaré, no importa que no entiendas. Sólo escucha; y algún día, por favor, escribe todo esto. Yo sé quién eres, tú eres el hijo de Juan, el de la nariz respingona, ese que nunca se ha reído de mí y que escucha las historias de Ignacio. Él es un buen amigo mío, y tú eres un buen chico... –Parecía reflexiva.-Casi te he visto nacer y crecer, distingo tus pasos entre la multitud y sé cuáles son las notas que hacen que te quedes embelesado, porque un día me colé en el patio del recreo y dejaste de hablar para prestar atención a la música que llegaba desde el aula magna. ¿Verdad que sí? Eran algo parecidas a estas. –Y sin dejarme oportunidad alguna de responderle, se arrimó la flauta a los labios y reprodujo la melodía mencionada, la cual yo apenas recordaba pues habían pasado un par de años desde aquel día. –Esto es una ocarina, y de ahí viene mi nombre, pero en realidad me bautizaron como Isabel. Huyo de la gente porque nadie puede entender lo que siento cuando miro el mar. Y hoy te voy a contar una historia, mi historia. Nací en una noche como esta, veinte primaveras han pasado desde entonces. Dicen que soy retrasada; yo no lo sé. Lo único que sé es que no hay grandeza mayor que la que se extiende ahora ante tú y yo. No hay nada más bello. Y me preguntan cómo puedo notar bello un amanecer si no soy capaz de ver la luz del sol. Y se olvidan de que puedo oír, tocar, reír, palpar, oler, sentir... mientras ellos sólo ven la luz del sol que aparece tras el horizonte. Conozco cada minúscula grieta, cada animal, cada ola que habla de otras culturas. Los llamo por su nombre, absorbo cada detalle a la perfección, pero todo el mundo es más sabio que yo porque puede ver la luz. Un día, y han pasado muchos años desde entonces, expliqué todo esto a un viejo marinero. Y él me regaló mi ocarina, que según dijo era una extravagancia que había cambiado por unas pocas baratijas. ¿Es corta mi historia?
Hizo una pequeña pausa, como si recordara. Su voz sonaba como el rumor constante de las olas, pero más aterciopelada y pueril si cabe.
-Es una lástima que tenga que irme. –Dijo al fin. –Habrías sido un buen amigo. Sabes escuchar, y sabrás guardar el secreto hasta que llegue el día en que te sientas preparado para confiárselo a alguien. Llevo en mi corazón todos los relatos que me cuentan las olas, igual que las brisas marinas y el sabor de la sal y las algas, igual que el olor de la mar, que no me abandonará jamás. Quizá nadie entienda nunca que yo nací para vivir aquí –señaló hacia el océano- y no en la tierra. Que el único amor que conozco es el que siento por lo que tú tienes ahora mismo a tu alrededor, por todo esto, y también el amor a la música porque sólo ella logra acercarse ínfimamente a la grandeza del mar. Sea como sea, cuando mañana despiertes ten clara una cosa: echarás en falta lo que tuviste justo un momento después de perderlo.
Creo que entendí lo que Ocarina quería comunicar cuando abrí los ojos y supe que nunca más volvería a observar los suyos.
¿Extravagancia? Quién sabe. El caso es que ella era especial, incomprensiblemente especial. Dicen que pasó tantas horas al día mirando al mar, que el reflejo de las olas brillará en sus ojos por siempre. Cuando, años más tarde, abandoné mi pueblecito natal para desplazarme a la capital, comprendí la enormidad de sus palabras al pisar la ciudad ajena, y acaricié con nostalgia el pequeño instrumento antes de coger papel, pluma, lágrimas y recuerdos.[/size]
"Quien quiera nacer, tiene que destruir un mundo..." (H.Hesse)
bea_a_secas
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Post by bea_a_secas »

ey dejedi, pues yo me lo he empezado a leer, y la primera frase ya me ha encantado ^^. Ahora no puedo, y hoy no podré, pero en cuanto pueda lo leo y te digo vale? :wink:
dejedi-M
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Post by dejedi-M »

bea_a_secas wrote:ey dejedi, pues yo me lo he empezado a leer, y la primera frase ya me ha encantado ^^. Ahora no puedo, y hoy no podré, pero en cuanto pueda lo leo y te digo vale? :wink:
Ey... ^^ muchas gracias =) la verdad es que el primer trozo me gusta (no nos vamos a engañar, modestia a parte, venga, xD) pero luego ya no, y me desespero muchísimo porque tiene que estar listo antes del día 13 :evil:
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Angela_transfer
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Post by Angela_transfer »

en lo qe me estoy riendo viendo los videos de la noche que mis amigos terminaron los examenes(y que yo no sali por que aun tenia un millon mas de examenes¬¬)con la mierda que se pillaron jajajajaja n
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No hi ha demà si no es amb tu
MaRuJoNa #6 8)
La E es el camino!8)
AiTaNAaaaa
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Post by AiTaNAaaaa »

dejedi-M wrote:
AiTaNAaaaa wrote:jajajajajaja perdona empiezo a leer y tal lo del borrador (Yo pensaba que era la goma de borrar) y sigo y no me acaba de convencer(y yo seguia pensando seguro que no se lo devolvio la profe) y na hasta que llegue al final...que rayada en fin...no te preocupes que seguro que esta muy bien
jajajajajajajajajajajajajaja
qué bueno xDDDDDDDDDD

Es borrador... ¿no? es que yo venía pensando en catalán porque llevo toda la mañana hablando en catalán, y claro, de esborrany pues borrador xD mierda, ahora me has hecho dudar... xDDD supongo que sí que se dirá así jajajaja xD

No es que el final esté mal ... es que comparado con el principio pues ni punto de comparación, y globalmente está muy desequilibrado, demasiada descripción, demasiados datos innecesarios y toda la acción apelotonada al final del todo. Creo que voy a reescribirlo entero...
De todas formas si alguien se aburre y quiere opinar lo voy a colgar entero en letra pequeña [aquí mismo, porque al fin y al cabo es lo que estoy pensando xD], es que es para un concurso que tiene un premio demasiado jugoso xD

[size=0]Dicen que si pasas muchas horas al día mirando el mar, el reflejo de las olas brillará en tus ojos para siempre. Nunca lo habría creído de no ser porque en su mirada gris y melancólica cabían los océanos en todo su esplendor, con todo tipo de matices. A veces incluso me parecía escuchar el tímido murmullo del agua estrellándose contra las silenciosas rocas. Aunque pensándolo bien, quizá fueran imaginaciones mías. Era sabido que yo estaba, aún,...quizá, en edad de soñar con las antiguas historias de bellas sirenas y mares prohibidos. Nos las narraban viejos marineros jubilados, tras las aburridas (y a nuestro parecer, inservibles) jornadas de estudio en el pueblo vecino. Hacíamos así más llevaderas las horas muertas y ensanchábamos ilimitadamente nuestros sueños ya preadolescentes, susurrados cual secreto y guardados como tal.
Era el nuestro un pueblecito minúsculo, donde todo el mundo conocía la vida de cada uno de los habitantes, aunque pocos lo reconocían y nadie lo admitiera jamás en público -eran las reglas del juego. Situado a escasos metros de la playa, sobrevivía gracias al mar y, de hecho, por él existía. Y a pesar de todo, me atrevería a asegurar que ninguno de los vecinos sentía tan gran estima por la mar como la que se leía aquel día en sus grises perlas ribeteadas de salitre.
La conocí en un descuido, casi sin querer. Y fue un encuentro efímero, pero necesario y suficiente. Por supuesto, no quiero decir que no la conociera anteriormente, no me malinterpretéis. ¿Quién no se conoce en un pueblo pequeño? Pero, por otra parte... ¿quién puede afirmar que conoce, realmente, a una persona? Así pues, decía, la conocí en un descuido, casi sin querer. Yo había tenido una riña familiar en casa, una de tantas, y decidí salir a pasear por la playa para huir del ruido y los gritos. Más cerca del mar, indiscutible protagonista de nuestras vidas, y también más sosegado, agudicé el oído hasta distinguir a lo lejos el sonido de una flauta que atravesaba con nitidez aquella noche de septiembre.
Embargado por una mezcla de curiosidad y emoción, me alejé del pueblo por los caminos que se habían creado entre las rocas a base de pasar por allí varias generaciones de muchachos, al principio buscando cangrejos y más tarde, junto con la pubertad, encontrando un lugar íntimo donde servir a los primeros amoríos.
El mar acariciaba con ternura la tierra, templado, como si la música incesante lo hubiera amansado y ahora reposara suavemente a sus pies. Cuando al fin distinguí su silueta y los sonidos se hicieron más nítidos, no pude evitar cerrar los ojos. Desde entonces, me considero coleccionista de recuerdos... pero no de imágenes.
Debajo de nosotros murmuraban las olas, hablando entre si en un lenguaje arrebujado por la brisa, que soplaba entre los resquicios innumerables de las erosionadas rocas. Creo que fui consciente por primera vez del aroma que emergía del océano, de la vegetación abundante e incluso de las piedras. Había nacido con él, lo llevaba tan metido dentro de la piel que tan sólo era capaz de notar su ausencia... hasta ese preciso instante. Me sentí envuelto, arropado, arrullado por aquel intrínseco laberinto de sensaciones hasta entonces casi desconocidas. Y en el centro de todo estaba ella.
Ella y el olor de su piel. No olía ni a canela, ni a hierbabuena, ni tenía un ligero toque de limón, ni todas esas gazmoñerías que suelen describirse; ella olía simplemente a mujer, a cabellos recién lavados y un poco a crema hidratante, pero sobretodo olía a mar, y desde ese momento tuve en la cabeza la absurdidad de que era una sirena perdida. Y me atrevería a decir que es cierto.
Ella y las notas que, cual mago, evocaba. Sus melodías siempre me recordaron, al menos un poco, a las historias de marineros que nos explicaban tan a menudo y que sabíamos recitar de memoria.
Ella y su mirada vacía llena de olas. Pues cuando abrí los ojos comprendí quién era y tal fue mi asombro que debió notárseme hasta en la punta de los cabellos. “¿Te he asustado?”, preguntó. “Cuidado, no te caigas; un poco más hacia allá –hizo un gesto vago con la mano- hay un socavón.”
Su nombre era Ocarina, o como mínimo, así la conocíamos todos y nadie alzó la voz para decir lo contrario. Era ciega, y las malas lenguas aseguraban una y mil veces que era ‘retrasadita de nacimiento’. “O sea, que es mongola”, añadían con una risita. Por este motivo no había ido a la escuela, y pasaba las horas muertas como más le apetecía. Y yo no sabía mucho más sobre ella; nunca fui tan cotilla.
Aunque lo cierto es que era casi un mito entre todos los muchachos del pueblo, y se llegaban a comentar auténticas disparatadas sobre su vida, yo vivía por aquel entonces aislado en mi mundo. “Demasiado soñador nos ha salido el niño, Juan, vamos a tener que enderezarlo a base de jarabe de palo. ¿Tú te crees que en vez de ir detrás de las mozuelas se nos va con don Ignacio a oír pamplinas?” Esa era la opinión que mi madre mostraba hacia las largas tardes escuchando las leyendas de los pescadores jubilados, y yo corregía mentalmente: “no son pamplinas, mamá...”, pero ya no me atrevía a replicar, por miedo a los jarabes de mi madre.
Acercó sus manos, que tenían el tacto tan suave como la seda porque nunca habían trabajado, y me leyó el rostro. Y sé que se fijó en que yo todavía tenía los ojos cerrados, porque sonrió satisfecha cuando las yemas de sus dedos se pasearon por allí. Lucía un vestido blanco inmaculado, largo y totalmente inadecuado para el lugar donde nos encontrábamos. Había guardado en uno de los dos bolsillos la flauta que emitía aquella música tan maravillosa. Era una situación tan inverosímil para mi monótona vida que no era capaz de articular palabra alguna, ni siquiera de reaccionar. Pero ella lo hizo por mí.
-Te habrán contado historias. Como eres la última persona con la que hablaré, no importa que no entiendas. Sólo escucha; y algún día, por favor, escribe todo esto. Yo sé quién eres, tú eres el hijo de Juan, el de la nariz respingona, ese que nunca se ha reído de mí y que escucha las historias de Ignacio. Él es un buen amigo mío, y tú eres un buen chico... –Parecía reflexiva.-Casi te he visto nacer y crecer, distingo tus pasos entre la multitud y sé cuáles son las notas que hacen que te quedes embelesado, porque un día me colé en el patio del recreo y dejaste de hablar para prestar atención a la música que llegaba desde el aula magna. ¿Verdad que sí? Eran algo parecidas a estas. –Y sin dejarme oportunidad alguna de responderle, se arrimó la flauta a los labios y reprodujo la melodía mencionada, la cual yo apenas recordaba pues habían pasado un par de años desde aquel día. –Esto es una ocarina, y de ahí viene mi nombre, pero en realidad me bautizaron como Isabel. Huyo de la gente porque nadie puede entender lo que siento cuando miro el mar. Y hoy te voy a contar una historia, mi historia. Nací en una noche como esta, veinte primaveras han pasado desde entonces. Dicen que soy retrasada; yo no lo sé. Lo único que sé es que no hay grandeza mayor que la que se extiende ahora ante tú y yo. No hay nada más bello. Y me preguntan cómo puedo notar bello un amanecer si no soy capaz de ver la luz del sol. Y se olvidan de que puedo oír, tocar, reír, palpar, oler, sentir... mientras ellos sólo ven la luz del sol que aparece tras el horizonte. Conozco cada minúscula grieta, cada animal, cada ola que habla de otras culturas. Los llamo por su nombre, absorbo cada detalle a la perfección, pero todo el mundo es más sabio que yo porque puede ver la luz. Un día, y han pasado muchos años desde entonces, expliqué todo esto a un viejo marinero. Y él me regaló mi ocarina, que según dijo era una extravagancia que había cambiado por unas pocas baratijas. ¿Es corta mi historia?
Hizo una pequeña pausa, como si recordara. Su voz sonaba como el rumor constante de las olas, pero más aterciopelada y pueril si cabe.
-Es una lástima que tenga que irme. –Dijo al fin. –Habrías sido un buen amigo. Sabes escuchar, y sabrás guardar el secreto hasta que llegue el día en que te sientas preparado para confiárselo a alguien. Llevo en mi corazón todos los relatos que me cuentan las olas, igual que las brisas marinas y el sabor de la sal y las algas, igual que el olor de la mar, que no me abandonará jamás. Quizá nadie entienda nunca que yo nací para vivir aquí –señaló hacia el océano- y no en la tierra. Que el único amor que conozco es el que siento por lo que tú tienes ahora mismo a tu alrededor, por todo esto, y también el amor a la música porque sólo ella logra acercarse ínfimamente a la grandeza del mar. Sea como sea, cuando mañana despiertes ten clara una cosa: echarás en falta lo que tuviste justo un momento después de perderlo.
Creo que entendí lo que Ocarina quería comunicar cuando abrí los ojos y supe que nunca más volvería a observar los suyos.
¿Extravagancia? Quién sabe. El caso es que ella era especial, incomprensiblemente especial. Dicen que pasó tantas horas al día mirando al mar, que el reflejo de las olas brillará en sus ojos por siempre. Cuando, años más tarde, abandoné mi pueblecito natal para desplazarme a la capital, comprendí la enormidad de sus palabras al pisar la ciudad ajena, y acaricié con nostalgia el pequeño instrumento antes de coger papel, pluma, lágrimas y recuerdos.[/size]



si es borrador tranquila que lo escribiste bien...oye que acabo de leer tu relato y na me has dejado sin palabras que me ha encantado te hace pensar,sentir y eso me gusta...oye que tienes un duende pa esto :D
HERMANA MAPIXISTA

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ANDALU REVOLUSIONARIO
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Post by ANDALU REVOLUSIONARIO »

Angela_transfer wrote:en lo qe me estoy riendo viendo los videos de la noche que mis amigos terminaron los examenes(y que yo no sali por que aun tenia un millon mas de examenes¬¬)con la mierda que se pillaron jajajajaja n
Yo he visto hace un rato el que grabe ayer cuando iba secuestrado en la camioneta y no veas lo que me he reido yo xD

Ahora toy pensando basicamente en "nada"... :roll:
http://www.jaleoandalucia.org
Mi blog

VIVA ANDALUCÍA LIBRE Y SOCIALISTA!!!
dejedi-M
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Post by dejedi-M »

AiTaNAaaaa wrote:
si es borrador tranquila que lo escribiste bien...oye que acabo de leer tu relato y na me has dejado sin palabras que me ha encantado te hace pensar,sentir y eso me gusta...oye que tienes un duende pa esto :D
8O :oops: :oops: :oops: gracias ^^

No creo ni de palo que gane, pero me lo he pasado de puta madre escribiéndolo [así hablando finamente, como a mí me gusta...xD], ya tengo arreglado el problema del tamaño de la letra, lo cual quiere decir que me puedo extender más ... ^^ la lástima es que no creo que pueda colgarlo acabado hasta el 31 de octubre que anuncien el veredicto xDDD ¿o sí? (es que pone que tiene que ser inédito... :? )

Hacía siglos que no escribía un relato... y no sé por dónde coger este, me lo he releído tantas veces que no sé si cambiar nada ya, pero aun con todo no me gusta, vamos que no sé, pero me encanta volver a escribir de nuevo ^^



Estoy pensando:

Espero no ganar :? porque como gane me voy a morir de los nervios y de todo xD :? pero me parece penoso presentarme a un concurso si no quiero ganarlo :? (capaz que ahora ni lo envío, xD)
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**MoNiCa**
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Post by **MoNiCa** »

estoy pensando en mi despliegue de estrategias pa cambiar clases y ajustar horarios que tengo que poner en funcionamiento el lunes... y en que hoy y mañana... no quiero pensar en nadica, oye
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AIDA_cantasaetas
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Post by AIDA_cantasaetas »

- En que tenía que hacer un montón de cosas de la universidad pero va a ser que no estoy preparada psicológicamente para empezar a currar todavía.

- Me voy a leer un rato.

- Qué perezaaaaaaaaa dar clases de piano esta tarde, afufff.
El que quiere nacer tiene que destruir un mundo :wink:
Estrella de Mar
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Post by Estrella de Mar »

Uf,k pereza el lunes volver ha clase con el salido de Julio...
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el drogas
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Post by el drogas »

Un finde de concis! Alcohol por un tubo! :lol:
Estas asustado tu vida va en ello pero alguien debe tirar del gatillo!
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Oraculo
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Post by Oraculo »

dejedi-M wrote: Estoy pensando:

Espero no ganar :? porque como gane me voy a morir de los nervios y de todo xD :? pero me parece penoso presentarme a un concurso si no quiero ganarlo :? (capaz que ahora ni lo envío, xD)
Como no lo envies, voy a Tarragona y te hago bulling eh.
Asi k ya sabes, a mandarlo, luego ya se vera, y si ganas, eso que te llevas, y si no ganas pues no pasa nada. Otra vez sera, o no.
Ya has ganado otros concursos en el cole y no ha pasado nada no? pues ahora lo mismo.
En el oraculo no reside el poder, el poder reside en los sacerdotes, aunk tengan k inventar el oraculo
8) MaRuJo De HoNoR 8)
http://www.todosconelsahara.com
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