Antes de nada deciros k me ha surgido una duda terrible
jajaja, xk como yo escribo se podría considerar como relato brevísimo y no sé si apartir de ahora las he de colgar aki o en el foro de poetas
.
Bueno, me he decidio a colgar algo bastante largo, no me maten!!!!! ya k en el otro cuelgo los breves, pos en este los largos.
AL oTRo LaDo
Empujo suavemente la puerta del portal y me acerco a las escaleras que me conducirán al primer piso, tu piso.
Mis zapatos emiten un leve sonido al andar. Están llenos de agua debido a la lluvia que ha caído sobre mí mientras miraba tú balcón desde la calle.
El descansillo, algo tan simple como eso, me va robando las fuerzas a cada paso que doy y tengo que detenerme. Me apoyo en la pared y pierdo un rato mi mirada por techo. Observo que de este cuelga un cable y en su extremo una bombilla amarillenta y cuarteada por el paso de los años, mecida por un leve y molesto parpadeo.
Escucho unos pasos y se me corta la respiración. Cada vez son más intensos y las piernas comienzan a flaquearme, en breves segundos descubriré quien baja.
La anciana se detiene ante mi y me observa. Abro demasiado los ojos y trato de esbozar una sonrisa pero en su lugar me sale una mueca.
La duda me embarga de nuevo. ¿ Por qué me ha examinado así?. Trato de verme desde fuera: un hombre joven, pálido, empapado, apoyado en la pared, con la mirada ida y con un gesto retorcido... creo que no debería de estar aquí. Me yergo, noto como mi corazón se ha fugado de mi cuerpo y a grandes zancadas, alcanzo la puerta. Al abrirla, una oleada de viento cargada de agua me lanza bruscamente un periódico a la cara.
Tras lograr despegármelo de la piel, decido ojearlo un poco a ver si logro tranquilizarme. Me vuelvo frenético: tiene fecha de hoy pero... ¡¡¡está en blanco!!!. Paso y paso las páginas y no poseen noticia alguna, hasta que llego a la última. En negrita y a un tamaño considerable, mis ojos se posan sobre la frase, sobre la única información que tiene: “ CUANDO SE QUIERE DAR AMOR HAY UN RIESGO: EL DE RECIBIRLO”.
Me dejo caer sobre la pared y lentamente me voy resbalando hasta que toco el suelo, hundo la cabeza entre las piernas y en mi cerebro empiezan a bullir miles de ideas. Sí, lo quiero, quiero entregar este sentimiento que me corroe vivo por no ser entregado, por calentar con mis silencios, por mirar en sus ojos y poder ver más alla de su brillo, pero realmente no sé si estoy preparado para recibirlo. Voy pidiendo a gritos que me quieran pero a quien lo intenta, le devuelvo una glacial caricia que les invita, de manera descortés, a dejarme por imposible.
No sé porqué extraña razón me envalentono, algo me dice que debo arriesgar.
Guardo el periódico en el bolsillo del abrigo, respiro hondo y exhalo un suspiro silencioso, ahogado entre estas cuatro tormentosas paredes
Vuelvo a mirar el reloj. Son las 12. Me pongo en pie, deshago el camino andado y subo corriendo los escalones siguiendo el ritmo marcado por mis latidos.
Me acerco despacito y trato de distinguir algo a través de la mirilla. Veo luces y sombras que danzan juntas y sé que estás ahí; lo sé porque esta tarde hemos hablado y me has dicho que no pensabas salir.
Recorro lentamente con la mirada el trayecto que hay entre el timbre y la puerta.
Fijo la vista en mi mano derecha y con la izquierda voy quitándome lentamente el guante, dedo por dedo hasta sacarlo por completo.
Primero acaricio el timbre. Me detengo sobre el. Un milímetro más de presión y en cuestión de segundos escucharía como te acercas. Luego rozo con los nudillos tu puerta, un leve golpe y descubrirías que hay alguien tras ella. Y vuelta a empezar.
Mi cuerpo realizaba sistemáticamente los mismos movimientos, una y otra vez.
Quizás este sentimiento indescriptible es lo que me impedía pensar en algo que no fueras tú. Amarrado delante de tu puerta, mi sudor se confundía con la lluvia en mi frente, pero el arrebato fue incontrolable. Estrujé el pomo y empecé a tirar con fuerza, mientras lo giraba de un lado a otro hasta que la cordura, esa vieja amiga que con su simple presencia anula los sentimientos, hizo su aparición, golpeando, de manera delicada, mi hombro.
Y así me quedé un rato, paralizado, cogido al pomo como si a través de él hubiera recibido una descarga. Completamente en tensión.
Cuando logré soltarme, sentí un inmenso dolor en la mandíbula y otro aliento de vida se volvió a escapar de mi cuerpo, dejándome, si cabe, más vacío y estúpido de lo que ya me sentía.
Me senté en el primer escalón del tramo que subía al segundo piso. Rebusqué entre mis bolsillos el paquete de tabaco y el mechero. Saqué un cigarro y me lo llevé a la boca. Estaba flácido, húmedo, blando... y me sentí como el. Sentí que mi vida era una broma de mal gusto, que mi guión estaba escupido en papel de calco por un escritor borracho en su plenitud más decadente, descargando así, su rabia y su frustración.
¿Qué era lo que estaba haciendo? No; auque recitara a su oído lo más hermoso de Neruda, aunque vomitara mis míseros versos, aunque sacara desde lo más profundo de mi alma mi ennegrecido, carbonizado y llagado corazón para regalárselo ( pues es lo que soy y es lo único que poseo), aunque bañara mis sentimientos con los colores del futuro, aunque le obsequiara con mi vida envuelta en una pequeña cajita adornada con un precioso lazo azul, aunque me desease... no seríamos jamás dos cuerpos con una sola alma, pues en un extremo de la cuerda está ella, en el otro está él y yo estoy colgando, a dos milímetros de la puerta del abismo, de sus cordones del zapato.
Toco el cigarro y parece que por fin se ha secado un poco, así que abro lentamente mi zippo, y lo prendo. El leve olor a gasolina trastoca mis pensamientos y me lleva hasta una imagen: la escena ha sido igual que la liberación de todos los males de la caja que Zeus le regaló a Pandora. La tentación de abrir el mechero de nuevo, de ver la llama bailando ante mis ojos, de desatar la magia de este elemento tan poderoso, va creciendo a pasos agigantados en mi interior.
Deposito el mechero con cuidado en el suelo, saco el periódico y lo prenso hasta convertirlo en una pequeña bola. Me levanto, observo de nuevo por la mirilla, deposito la bolita en el suelo y acerco lentamente el mechero hasta que excarcelo el fuego de su pequeña prisión y este comienza a devorar el papel.
Salgo corriendo dejando atrás, ante esa puerta, mi última gota de sensatez, mis últimos sueños, toda mi locura, infinitos besos que no te daré nunca... es decir, dejándome atrás, sentado en esos escalones, a mí mismo.
Y corrí, corrí como alma que lleva el diablo hasta mi casa, abrí la puerta ( no recuerdo si, quiera haberla cerrado), me quité la ropa y me escondí para toda la vida entre los confortables y cálidos pliegues de las sábanas de mi cama.
........
Aún sueño contigo y siempre es lo mismo. Mi mente rebobina la cinta de los recuerdos hasta aquel día y veo que una parte de mí sale corriendo de tu casa, mientras que la otra se queda sentada descansando. Seguidamente se abre la puerta de tu casa y sales tu, preciosa, como siempre, con el pelo recogido de manera descuidada en una coleta alta y con tu inmenso pijama, a apagar el fuego. Te agachas, miras entre los pequeños escombros de la bolita de papel y descubres que un pedacito no se ha quemado y lees. Lees “ Cuando se quiere dar amor hay un riesgo: el de recibirlo” y con lágrimas en los ojos, entras en casa. Ya se sabe como es esto de los sueños, así que de una manera inexplicable, la siguiente escena la veo sentado desde la luna y cada vez que la recuerdo, el miedo me clava sus zarpas para recordarme mi gran estupidez.
Mientras que yo corro calle arriba, corres las cortinas de tu balcón, y en un susurro inaudible, salen de tus labios las palabras “ ojalá hubieras llamado"
Saluditos para todos y perdon por la largura