Menos mal que no se suelen cumplir los deseos
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- Un deseo para el Mago de Öz -
Supongo que sospechará el objetivo por el que una vez más me encuentro aquí y con una nueva petición en la mano. Se trata de plantear una proposición a la que creo que tengo derecho después de éstos meses recorriendo sus tierras. Usted estará ya hasta las narices de que la gente venga a pedirle cosas materiales. Yo, esta vez, tengo un encargo muy diferente, un asunto espiritual, no exento de relevancia; incluso no tengo ni idea de si entre sus posibilidades está el concederlo pero yo soy insistente y como dice el refrán: "no hay peor gestión que la que no se hace".
Es cierto que a veces he pataleado y deseado volar del reino de Öz para no aparecer nunca más en él. Pero que conste que algunas veces cuesta mucho permanecer dócil y obediente y seguir el camino de baldosas amarillas sin despistarse. Podría considerarme satisfecha por algunas realizaciones personales, y sin embargo a veces me puede la vida apaciguada. Hay ocasiones en los que no me siento a gusto con la conciencia: ¡De una hipocresía que sobra hasta para poner de postre! Y por momentos, ¡qué aburrimiento respetable Mago! Ni una palabra mal dicha, pero si pensada, ni una calumnia de frente, pero sí de espaldas, porque de frente se denominaría verdad, y no es que diga mentiras, es que sin percatarme vivo en la mentira. La mentira puesta al servicio del beneficio personal. Si no fuera así no podría vivir, y como sucumbo a la trampa diaria, pues la asumo como si de la verdad se tratara. Hasta he perdido la capacidad de discernimiento, ¡ah, este mundo de hoy que trabuca los valores! ¡Arg qué asco, ya ando otra vez hablando como una idealista, horror de horrores! ¡Bueno, ¿y qué?! ¿Porqué se habrá de manejar los términos de capitalista, consumista, pobre o rico, derecha o izquierda, comunista o fascista? La gente debe ser buena o mala, y punto. Todo el mundo debería tener lo necesario para vivir y basta. Lo necesario según los deseos de cada quien, que diría mi abuela que en gloria esté. Cuando era niña, sólo existçian dos bandos, los justos y los injustos. Asi era todo más comprensible. ¡Argg qué asco tener responsabilidades!.
Es por esta razón, apacible y dentro de poco asombrado Mago, que decidí pedir algo fuera de lo acostumbrado. Usted dirá que me he vuelto loca, ¿y porqué no? ¿De qué hay que extrañarse si el estado general de la población es la demencia? Recordará usted que desde que soy niña he rogado crecer. Yo lo que siempre he añorado hasta hoy era crecer y crecer. De pequeña le suplicaba transfromarme en menos de lo que canta el gallo en una esbelta muchacha. Destestaba ser niña, si hubiera sido niño tal vez hubiera ido mejor, pensaba. Pero tiempo después corroboré lo que venía sospechando: de niños la diferencia de sexo no es tan terrible, todo se reduce a espantarnos de ciertos ambientes y listos, en cambio de grande hasta te pueden espantar de la vida, y si no mire en Argelia como degollan a las mujeres. Si usted tiene memoria recordará que una vez conseguida mi condición de joven comencé cada vez más a exigirle el convertirme en una mujer ejecutiva, culta, bella, insustituible, insuperable, en resúmen, lo perfecto de lo perfecto. Sin obviar que además anhelaba encontrar un buen partido(no político), un hombre enteroy dedicado. No es que usted me haya complacido en todo, no exageremos, incluso en ciertos detalles ha sido bastante mezquino, pero el resultado finalno está mal y no me quejo.
El caso es que al pasar revista de la vida he llegado a la conclusión de que no quiero seguir siendo adulta. En pocas palabras y ya lo suelto de un tirón: deseo ser niña otra vez. Volver a la infancia. No crecer jamás. Y cuidar de mi rosa, igual que
El pequeño príncipe.
Invocado Mago de Öz, aclaro que quiero ser niña y no niño. Si me deja elegir escojo de nuevo mi sexo. No por masoquismo, más bien por reafirmación poética, y no militante, pues por experiencia propia reconozco la ineficacia de ésta última palabra. Aunque sé que el universo lírico de las criaturas constituye en si mismo un acontecer diario, y que con mayor frecuencia varía, y que los juegos de antaño no constituyen los de hoy en día, y tal vez esa diferencia sea menor entre los sexos. Aunque para nada creo tampoco en la igualdad, yo abogo y pretendo el equilibrio. Porque de la igualdad al uniformismo hay un pelín de nada, y entre uniformismo y demagogia penas existe contrasentido. volvería aser la niña que fui, estrenando el coraje al que solo la inocencia incita. Enfrentando sin titubear la aventura diaria, anticipándome a los impulsos de las personas mayores. Utilizando la hipocresía como cuento fantástico y no como daño o martirio. Mentía exclusivamente porque lo consideraba agradable, nunca con la venganza de construir un imperio. Por ejemplo, una tarde llegó una vecina desesperada, necesitaba un huevo para darle de cenar a su hijo. Yo sabía que mi madre había compardo esa tarde huevos y estaban guardados en la nevera, que reservaba para hacer tortilla para la cena. A mi madre no le caía bien esa vecina y respondió que lo sentía mucho pero que a nosotros se nos habían acabado también. Pude haber seguido la rima de la mentira de mi madre, pero no quise, el cosquilleo fue mayor que el respeto, ni lo pensé dos veces. Interrumpí desenmascarando a mamá, halé la cubeta destinada a los huevos y mostré el nutritivo tesoro. ¡Aqui hay huevos mami, aqui hay, míralos!. Mi madre roja de vergüenza, o de ira, se agachó e indecisa tomó dos huevos, regalándolos a la mujer que ni corta ni perezosa los aceptó sin pronunciar tampoco el más mínimo reproche. Al cerrar la puerta mamá me lanzó un mirada que me dejó llena de miedo más de una semana imaginando cual sería su cruel venganza. Yo había gozado más por el acto de la rebelión que por haber dado de comer a otra persona. Ese es el tipo de crueldad infantil; en el fondo constituyen actos de buena fe, de amor, en la ruta del aprendizaje humano. O constituyen reacciones ante la maldad imbuidas por una orden del subconsciente transmitida de generación en generación. Gran secreto, porque nadie negaria que los niños son todo amor, por supuesto con su dosis de malintención irracional. En la infancia la inocencia nos da una libertad que luego el analisis nos esacmotea en la adultez. ¿Y es que existe el amor adulto sin el acecho de temor y la envidia?
"Los niños son los que saben querer" escribió en un libro el maravilloso poeta José Martí. El libro se titula
La edad de oro, y ojalá todos los adultos lo hayan leído en sus infancias. Su lectura es otra de las emociones que me gustaría reiniciar con el alma virgen.
Si volviera a ser niña, le juro, y no se arrepentirá, que sería la misma niña pero sin tanta prisa. Me quedaría horas y horas perreando en la calle, dándome piñazos al saltar vallas, revolcándome en los escondites. Una de las ganancias más atractivas, si usted me concede el deseo, será liberarme de la cita mensual con mis ovarios, no van a negarme que es un fastidio. Aunque ¡cuánta emoción volver a desarrollar pezones, y estudiar ante el espejo como van cambiando las caderas y el culo!. Ejem, perdón.
Otras de las razones por las que me gustaría recuperar mi estatus de criatura son que tendría la oportunidad de soltar por esta boca lo que me viniera en gana, cantarle las cuarenta a todos esos calvos, gordos, arrugadas, pellejúas, desteñidas, celulíticas, operadas, pelandruscas, canalla y partida de aprovechaos en general que he ido encontrando en forma de jefes, compañeros de trabajo o bajo el disfraz de "amigos". Unos desahuciados sin fantasía.
En otra época, lejana ya, mi familia sucumbía preocupada por mi, cosa que desde luego ahora no hacen; ellos no aparecen sino para armar enredos y mortificarme. Antes se batían conmigo, todo el día detrás de mi: "Ay esta chiquilla se va a secar, no come ná, que si patatín que si patatán..." En la actualidad critican mi magnífica relación con la comida y la que antaño le pareció una niña preciosa y adorable, "la más guapa de todas las niñas" clamaba mi madre, a día de hoy no sólo me tacha de corrientucha sino que me recomienda no salir mucho de ligues para no llevarme el chasco. Si fuera otra vez niña amaría comer como no lo hice.
Si me viera otra vez con nueve años reanudaría los juegos con mi primo y mi vecino, ¡madre que cosquilleo en el estómago!. Me libraría del trabajo, adiós negocios y oficina, chao dolores de cabeza y palpitaciones en el pecho. Al único gesto que me vería olbligada sería al de estirar lamano y que los mayores colocaran la remesa en mi palma, y a otra cosa mariposa. ¿No será un airresponsabilidad desear esta regresión? Pensándolo bien, no. Prefiero mil veces jugara la guerra de pistolas de plástico(aunque jamás experimenté afecto por este tipo de entretenimiento) a sentirme un juguete en manos de los artífices de batallas reales, las guerras generadas a cada segundo en los cerebros de los que nunca poseyeron niñez.
Mago de Öz, por favor, concédeme esa gracia, devuélvame ese derecho. ¿Que no constituye un derecho? Pues debería de serlo, por un mínimo de admiración y respeto a la humanidad.
¡Que bendita despreocupación sacarme los mocos y pegarlos en el pupitre! ¡Cómo me divierto halándole la trenza a la anormal de mi prima!. La sangre me bulle a todo meter por la emoción que me invade, debiera poner una bomba en el auto de mi padre, el otro día lo pillé con sus amante. ¿Lo suelto en la cena como quien no quiere la cosa? Mañana diré a la maestra que no pude ir a la escuela porque tuve que asistir al funeral de mi madre, fallecida de un ataque al corazón.
¡Ahhhh como me gustaría ser niña para poder jugar con mi hijo! Ser su confidente, y asi esperar a que me cuente lo que piensa de mi, sin que sospeche que fui yo quien lo llevó nueve meses en el vientre, la pesadísima que la regaña sin compasión por cualquier travesura.
Qué hermoso enfrentar a la naturaleza con ternura, qué sensación cuando el mar tímido rozó mis pies aquel mediodía. Qué temor ante lo desconocido y la valentía nacida de ese temor. Luego venía la dicha de la sabiduría, el simple gesto de zambullirse en ese mar, conteniendo la respiración temblando de presentimientos.
¿Y cómo veía yo la vida en aquel entonces fugaz momento infantil? Consistía en un espacio demasiado extenso por delante de mi, una especie de distancia honda y vasta, un sueño en espera de ser soñado.
Hoy deseo ser niña, no tan sólo para aprovechar las ventajas, sino para sufrir semejante a los niños, arrebujados en la duda, preguntándose :¿qué es la vida? y nadie responderá pues andarán muy ocupados en otras cosas, es decir, viviendo; y no tendrán tiempo para preguntas tan tontas. Entonces sólo me importará saber, averiguar un poco más. Y la vida ¿qué es?. El silencio acudirá, su breve sonido nocturno estimulará mi curiosidad, y lógico, me entrarán aspiraciones inmensas de vivir despacio. No como ahora donde las respuestas sobran: la vida es esto, te equivocas, lo otro o lo de más allá. Todos matándose por ofertar su opinión apresurada acerca de la vida, no es que piensen con profundidad en el tema, sucede que les urge en exceso ser tomados en cuenta, cosa de no pasar inadvertidos. Así pasa el tiempo, así también lo perdemos para siempre. Mientras que de niña yo corría en ralentí detrás de la vida y ella era ese dulce misterio. Contenido, dosificado. Y para vivir, sin extrañarme de la presencia oculta de la vida, es que desearía acariciar con el pavor y la credibilidad de la inocencia.
Estoy segura que observaría el mundo con el poder del milagro, con poesía...