![Wink :wink:](./images/smilies/icon_wink.gif)
Yo lo conozco por otro nombre: "Los mareados" (igualmente genial que dopados supongo) y la primera vez que lo escuché me quedé impresionado. El gran Cadicamo ni más ni menos. Interpretado por Raúl Lavie. Incluído en un cd doble llamado "Qué tangos aquellos" que me envió desde Buenos Aires alguien que sin saberlo me ha marcado de tal forma que sólo puedo tararear "acaso te llamaras solamente María, no sé si eras el eco de una vieja canción..." y sonreir al recordar su especial relación con Cortázar, su adorado Julio, y esas lágrimas compartidas una noche mágica en Madrid, hace ya ¿cinco años? en casa de Pilar, los tres solos acompañados de tango y de alcohol, cuando nos relató su terriblemente hermoso y cruel sentimiento de traición hacia Don Julio por verse obligada a quemar libros y manuscritos suyos, dedicados a ella, ante el terror de la amenaza de los milicos. ¿Cómo olvidar tus emotivas lágrimas conteniendo el dolor y la nostalgia de más de veinte años? El dolor de tu país, tus años universitarios, y tu corazón, eterna porteña, y la herida de Buenos Aires, Pilar y vos llorando, y yo enamorado de Pilar sabiendo que ella nunca lo sabría y renunciando a la realidad. Y después las dos cómplices me descubrís a Alberto Cortez. Os debería haber denunciado por chantaje emocional. Yo defendiéndome con el existencialismo de Sartre: "No quiero tener hijos", y la música respondiéndome "Qué maravilla Goyo, qué maravilla, ha brotado un retoño de tu semilla. Qué regozijo hermano, qué regocijo, al saber que ha nacido tu primer hijo" Y tu voz porteña, cómo no, explicándome que Alberto no ha podido cumplir su sueño de tener hijos y esa canción se la compuso a su compadre Goyo que a una edad tardía, perdida ya toda la esperanza, consiguió ser padre. Más tarde descubriría la historia de ese Goyo, narrada por el propio Alberto Cortez junto a Facundo Cabral. Pero la noche avanzaba y era el momento de Rayuela, de que yo por fin supiera algo de ese nick que hizo posible el encuentro: Morelliana. Y hace un año más o menos me llegó a mí el momento de conocer realmente ese pequeño capítulo que nos leíste y sobre el que tanto analizamos y tantas emociones compartimos. Pilar y tú leyéndomelo una y otra vez, deteniéndonos en cada palabra y aceptando cada juego de la misma, y yo sentado enfrente en aquel sillón con mi vaso de whiskey y el precioso gato blanco de Pilar en mis rodillas empezando tal vez a comprender que esa noche iba a cambiar mi vida aunque aparentemente no pasara nada y siguiera haciendo lo mismo de siempre.¿Malena tal vez? en otro post wrote:Este tango se llamó originalmente "Los dopados" (un título genial, a mi gusto), luego tuvo el nombre "En mi pasado".
"La vida, como un comentario de otra cosa que no alcanzamos, y que está ahí al alcance del salto que no damos.
La vida, un ballet sobre sobre un tema histórico, una historia sobre un hecho vivido, un hecho vivido sobre un hecho real.
La vida, fotografía del númeno, posesión en las tinieblas (¿mujer, monstruo?), la vida, proxeneta de la muerte, espléndida baraja, tarot de claves olvidadas que unas manos gotosas rebajan a un triste solitario."
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¿Recordais? Aquel restaurante de la Puerta del Sol donde nos conocimos hace casi seis años, cuando tú me enviaste un mail diciéndome que venías a España y que pasarías por Madrid y teníamos que vernos. Luego tu llamada desde Barcelona y tu voz porteña planeando el encuentro y regalándome la presencia de Pilar a la que sólo conocía de leer sus escritos en aquel maravilloso patio virtual de literatura. Y al día siguiente, al volver de un bautizo familiar en Toledo, tarde, sobre las once de la noche, buscaros en ese restaurante sin saber siquiera la edad que tendríais. Y qué sorpresa y alegría al descubrirnos los tres y en un instante imponerse la naturalidad de lo esperado y vivir una noche mágica de diez horas en apariencia pero años y años en realidad.
Por eso después (fue necesario que pasara un año para volver a vernos) al igual que esa primera noche, llegó el amanecer y la despedida, domingo caluroso de Junio. Recuerdo a Pilar llamando por teléfono a su padre, taxista, para llevarnos a la estación de tren de Torrelodones (y no fueron ni 19 días ni 500 noches como nos recordaba el increible perro andaluz) donde sobre las diez de la mañana, cansado y borracho, vencido por la luz, me despedí de Pilar presintiendo que jamás volvería a verla como de hecho hasta el día de hoy es así. Luego yo me fui a la cama y tú te fuiste al Rastro, y al día siguiente, en la Plaza de Santa Ana, una tarde ventosa volvimos a vernos para despedirnos finalmente y aunque no fuera ese el momento real, fue entonces cuando acepté tu despedida diciéndome sin más: "Vos sos un gran cronopio, como Julito. No lo olvidés nunca" ¿Pero qué narices era un cronopio? Tardé en descubrirlo unas semanas, aunque me haya llevado bastante más tiempo aceptarlo.
María y Morelliana, Maoke y Pilar. Buenos Aires y Madrid. El tango y la literatura... tanto aprendí de vosotras en tan corto espacio de tiempo que jamás, por mucho que la realidad lo discuta, desaparecereis de mi vida. Y quien sabe, ¿por qué no? si un día volveremos a vernos.
Definitivamente no existe el olvido y a vos os recuerdo esperando, como en esta fantástica foto que me enviaste cuando conociste las Islas Canarias, esperando la nada y el todo a la vez.
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Y a Pilar, cómo no, la recuerdo haciendo el indio y sonriendo. Pese a su eterno cansancio y a su febril fragilidad, sus caídas y recaídas en la profunda tristeza, pero siempre volviéndose a levantar para volver a sonreír y hacer el indio.
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Pilar. Hubiera necesitado tener diez años más, o sólo estos seis años que han pasado, para poder amarte y hacerte feliz si me lo hubieras permitido. Me quedé con la esperanza de poder encontrar a alguien como tú y aquí sigo buscándote y encontrándote para volverte a perder para siempre. ¿Quién es el indio ahora?
Termino como acaso empezó todo. Mareado por el tango. Versión de Adriana Varela, o de Mercedes Sosa y el polaco Goyeneche. Pero me quedo con el otro Julio, inmenso cantor, para primero recitarte unos versos y después cantarle a la nostalgia tu nombre:
-María- (Letra: Cátulo Castillo. Música: Aníbal Troilo. Interpretada por Julio Sosa)
Qué vieja y cansada imagen me devuelve el espejo. Ah si pudieras verme; solo aquí en la gris penumbra de mi pieza, de este cuarto nuestro que parece tan grande desde que faltas tú. Sabe Dios porqué sendero de infortunio pasearás tu tristeza, y yo solo, con tu adiós golpeándome el alma mientras la madrugada febril de mi desesperanza me trae el eco alucinado de tu paso pequeño que te aleja, y la música triste de tus palabras que se van adelgazando hasta el silencio.
Acaso te llamaras solamente María,
no se si eras el eco de una vieja canción,
pero hace mucho mucho fuiste hondamente mía
sobre un paisaje triste desmayado de amor.
Un otoño te trajo mojando de agonía,
tu sombrerito pobre y el tapado marrón
si eras como la calle de la melancolía
que llovía, llovía, sobre tu corazón.
María, en las sombras de mi pieza es tu paso el que regresa,
María, y es tu voz pequeña y triste la del día que dijiste:
“ya no hay nada entre los dos”
María, la más mía, la lejana
si volviera otra mañana...
por las calles del adiós.
Tus ojos eran puertos que guardaban ausentes
horizontes de sombra y un pasado de sol,
pero tus manos buenas regresaron presentes
para curar mi fiebre desteñida de amor.
Un otoño te fuiste, tu nombre era María,
y nunca supe nada de tu rumbo infeliz,
si eras como la calle de la melancolía
que llovía, llovía, sobre la tarde gris.
Y la vida siguió, sigue, y seguirá pasando... ¿donde habita el olvido? (la música siempre presente) y nosotros, los mareados, en cualquier tiempo y lugar de la misma seguiremos mirando hacia el pasado fascinados ante los múltiples espejos que reflejan lo que fuimos y lo que no hemos sido, lo no que somos aún, y lo que aún estamos siendo, e incluso tal vez lo que siempre, hasta que dejemos de ser, seremos: felices mareados por la vida en una melancólica existencia.
Desaparezcamos entonces para que todo vuelva a empezar en el imposible tiempo del mañana.
Garúa, tristeza...
hasta el cielo se ha puesto a llorar.
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Saludetes,