azulada wrote:cerezita lunera wrote:ayy se m olvidaba!! aparte d condones, colecciono barbies!!! tngo 38, toas distintas y cn sus correspondientes accesorios y toa esa movida!!
aaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh socorro!!!!!! puaaaajjjjjjjjjjj como odio esa muñecaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
te regalo una que me me encontré entre los regalos de reyes el año pasado... yo pensaba que sería una confusión y habría abierto yo el regalo de alguna prima o algo así... pero qué va... fue mi madre! en plan capullo...!!!! me dise "arrooooooo es que los reyes traen jugueteeeeeesss y como tú no tenias barbiiiiiiissssssss"
cawen to! y a mis hermanos les echó un camión y un coche teledirigido!!! (a sus 27 y 30 añazos!!) joerrrrrrrrr el camión tampoco era mu gonito, pero anda que el cocheeeee no estaba ni poco wapo ni naaaa!!!!!!!!!!!!!!!!!
weno pos eso. que quiero tirar la barbi (mi mama no me deja) asi que si quieres te la regalo y asi alguien le saca partido.
Puesto que de barbies vamos, aquí os copio un artículo del Señor Pérez Reverte, preparad los abdominales pa empezar a reiros
, cómo me encanta este tio!
BARBIE ERA UNA SEÑORA
Yo odiaba a Barbie, fíjense. Tan rubia ella. Tan gringa. Cursi como la madre que la parió. Cada vez que la veía, pensaba que la peliteñida esa de cinturita de avispa y guardarropa era perfecta para tirarla en paracaídas sobre un campamento de chetniks serbios. El odio venía de antiguo. Cuando era jovenzuelo, figúrense, hace la tira, a mi hermana Marili le regalaron una Barbie por reyes, o por su comunión. Y recuerdo con desaforado odio mediterráneo a la repipi de mi hermana jugando a las casitas con aquella muñequita escuchimizada que se parecía a las tías de los anuncios del Reader?s Digest y a las que salían en las portadas de las novelas de Daphne du Maurier y Vicky Baum que leía mi tía Pura: Barbie Dulces Sueños, Barbie en el Lago de los Cisnes, Barbie y sus Animalitos Mimosos, etcétera. Para echar la pota. Yo aprovechaba cuando mi hermana estaba en el colegio para ahorcar a la muñeca en el hueco de la escalera; y al volver ella con la banda de alumna predilecta puesta se pegaba unas llanteras de órdago al ver a su muñeca girando en el vacío con un hilo bramante atado al cuello. Lo de mi otra hermana, Petunia, era más bonito si cabe: cada vez que se acercaba al moisés de su muñeco Tumbelino y lo destapaba, se lo encontraba apuñalado con un abrecartas de mi padre que tenía forma de daga moruna. Pero en fin. El capullo de Tumbelino no tiene nada que ver con esta historia.
Odiaba a Barbie, insisto. Por su pinta y por lo que representaba: ese estúpido aspecto de superioridad étnica, de norteamericana impasible, de ejemplar madre de familia blanca, protestante y anglosajona, segura de que su nación confía en Dios y viceversa, con su pinta de Doris Day bulímica ?sólo tolero a esa torda haciendo de señora MacKenna en El hombre que sabía demasiado?, aséptica, pulquérrima, de sexualidad descafeinada del tipo tú a Boston y yo a California, un martini seco al volver el esposo del trabajo en la clínica ?médico o arquitecto cualificado, por supuesto, con prestigio y viruta? y luego, figúrense: oichss, querido, cómo pretendes que yo te haga eso. La puntita nada más.
Con esos antecedentes me senté el otro día a hojear el periódico junto a una niña que jugaba poniéndole vestiditos a una muñeca que al principio me pareció una Barbie, pero luego comprobé que no lo era. Más bien tenía pinta de putón verbenero. La muñeca. Así que le pregunté a la tierna infanta cómo se llamaba su pavita. «Bratz», dijo, mirándome con mucha desconfianza y mala leche. Al principio pensé que la niña eructaba o me estaba insultando, pero luego deduje que no. A ver si la criatura es hija de inmigrantes, me dije, y todavía no chamulla bien la lengua fascista del Imperio, o sea, esta jerga infame que se inventó Franco. Así que fui a preguntarle a mi hija, que ya no tiene edad de muñecas pero se infla a ver la tele, como todos los de su quinta. Y despejé la incógnita. Bratz, me dijo, es el nombre de la rival de Barbie. Que no te enteras, papi.
Picadísimo por mi ignorancia, me puse a investigar. Y resulta que la Bratz esa, como la Santísima Trinidad, es una pero en realidad son tres: Cloe, Dana, Jade, con dos amigos que se llaman Dylan y Eitan. Por lo visto son unas pájaras de aquí te espero: cabezonas, de ojos grandes, con curvas sinuosas, que se visten bajunas y apretadas, en plan Gran Hermano, o sea, vil gallofa. Dicen todo el tiempo jenial, buen rollito, oye tía, kedamos y wapa, no le hacen ascos a nada, y claro, arrasan. Ellas son las culpables de que a la pobre Barbie de toda la vida le haya venido una depresión espantosa, agravada por el hecho de que su hija Kelly creció, cambió su nombre por el de Myscene, y le ha salido un poquito puta, tal vez por la mala influencia de sus amigas íntimas Madison, Chelsea y Nolee, que a su vez se lo hacen con Ellis, River y Brian, unos chicos modernos amigos suyos. En cuanto a Barbie, para más drama, el novio aquel que tenía, Kent, le salió más maricón que un palomo cojo. Así que ella se lió con un muñeco australiano y cachas, cambió de vida, ahora se hace llamar Flava y ya no se viste de Laura Ashley, sino de rapera estilo Madonna; y a sus cuarenta y tres tacos ?que ya es tener poca vergüenza? ha decidido, al fin, practicar sexo oral. O sea, que se arrastra por el fango. Imagínense. Quién me iba a decir que un día echaría de menos a aquella Barbie de mi juventud: tan recatada, tan pulcra, tan honesta. Que era una calientapollas, sí. Pero oigan. También era una señora.