Relatos
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- fitipaldi reconocido
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[b]EL GRAN SALTO[/b]
Desde aki puedo observar un paisaje precioso, esta atardeciendo y desde este puente puedo ver toda la ciudad a la lejanía, sus luces empiezan a encenderse anunciando la oscuridad. Sera un buen lugar para mi último gran salto.
Desde aki sentado en esta fria barandilla y mientras me enciendo un cigarro dejo mi mente vagar en los fantasmas del pasado.
Recuerdo como mi vida se fue destruyendo poco a poco hasta romper en mil pedazos.
Aun recuerdo cuando ella me dijo adios, cuando la cruel soledad se apoderó de todo mi ser. Saber ke ella nunca regresaría a mi lado me hundió en un pozo del ke no encontre salida, mas bien todo lo contrario akello simplemente fue el inicio de mi particular descenso a los infiernos.
Su ausencia con alcohol la intente olvidar pero tan solo suponia un pequeño respiro, para ke cuando el sol me saludaba con sus malditos rayos y la borrachera me abandonaba, su recuerdo me volvía a apuñalar en mi maltrecho corazón.
Luego empezó a entrar lo ke no tuvo ke entrar, su recuerdo me apretaba el alma hasta el punto ke intente olvidarlo al aspirarme el mundo pero la nieve nunca kayó con suficiente intensidad para sepultar su maldito nombre.
Poco a poco me empecé a convertir en la sombra de lo ke fui, mi mente se destruía, mi cuerpo se pudría y entre sollozos de desesperación solo me kedaba vomitar mis lamentos a la luna por la crueldad de la vida.
Pero ahi estaban ellos mis amigos, esos anonimos guerreros que lucharon valientemente para sacarme de las garras de la desesperación.
Ahi estaba mi familia para guiarme, cual estrella de la buena suerte sacandome de las gelidas aguas de la tristeza.
A ellos les debo ke volviera a ser lo ke era, hasta hoy, porque hoy despues de lo ke creí fuese una eternidad, hoy, la he vuelto a ver. Iba de la brazo de otro y al verme pasar apartó su mirada, akello fue el detonante.
Ahora me encuentro aki al pie del abismos, metros y metros, bajo mis pies me separan del suelo será un bonito vuelo. El cigarro se ha consumido creo ke ha llegado el momento, es la hora.
Saltó al vacío y su grito se le pudo oir kilometros a la redonda, era un grito de libertad x fin había roto su última atadura.
Su cuerpo caía y caía, el suelo se iba haciendo mas y mas cercano. El solo podía sonreir.
Pero a pocos metros para llegar al suelo su cuerpo empezó a disminuir de velocidad hasta pararse para acto seguído empezar a subir, la cuerda había cumplido su función.
El por fin había sido libre, ella ya no le volvería a marcar. Había volvado de su prisión para nunca mas volver.
Ese fue su último gran salto, su libertad aunque tambien sabía que de no ser por todos aquellos ke le ayudaron no hubiese habido una cuerda atada a sus pies.
Desde aki sentado en esta fria barandilla y mientras me enciendo un cigarro dejo mi mente vagar en los fantasmas del pasado.
Recuerdo como mi vida se fue destruyendo poco a poco hasta romper en mil pedazos.
Aun recuerdo cuando ella me dijo adios, cuando la cruel soledad se apoderó de todo mi ser. Saber ke ella nunca regresaría a mi lado me hundió en un pozo del ke no encontre salida, mas bien todo lo contrario akello simplemente fue el inicio de mi particular descenso a los infiernos.
Su ausencia con alcohol la intente olvidar pero tan solo suponia un pequeño respiro, para ke cuando el sol me saludaba con sus malditos rayos y la borrachera me abandonaba, su recuerdo me volvía a apuñalar en mi maltrecho corazón.
Luego empezó a entrar lo ke no tuvo ke entrar, su recuerdo me apretaba el alma hasta el punto ke intente olvidarlo al aspirarme el mundo pero la nieve nunca kayó con suficiente intensidad para sepultar su maldito nombre.
Poco a poco me empecé a convertir en la sombra de lo ke fui, mi mente se destruía, mi cuerpo se pudría y entre sollozos de desesperación solo me kedaba vomitar mis lamentos a la luna por la crueldad de la vida.
Pero ahi estaban ellos mis amigos, esos anonimos guerreros que lucharon valientemente para sacarme de las garras de la desesperación.
Ahi estaba mi familia para guiarme, cual estrella de la buena suerte sacandome de las gelidas aguas de la tristeza.
A ellos les debo ke volviera a ser lo ke era, hasta hoy, porque hoy despues de lo ke creí fuese una eternidad, hoy, la he vuelto a ver. Iba de la brazo de otro y al verme pasar apartó su mirada, akello fue el detonante.
Ahora me encuentro aki al pie del abismos, metros y metros, bajo mis pies me separan del suelo será un bonito vuelo. El cigarro se ha consumido creo ke ha llegado el momento, es la hora.
Saltó al vacío y su grito se le pudo oir kilometros a la redonda, era un grito de libertad x fin había roto su última atadura.
Su cuerpo caía y caía, el suelo se iba haciendo mas y mas cercano. El solo podía sonreir.
Pero a pocos metros para llegar al suelo su cuerpo empezó a disminuir de velocidad hasta pararse para acto seguído empezar a subir, la cuerda había cumplido su función.
El por fin había sido libre, ella ya no le volvería a marcar. Había volvado de su prisión para nunca mas volver.
Ese fue su último gran salto, su libertad aunque tambien sabía que de no ser por todos aquellos ke le ayudaron no hubiese habido una cuerda atada a sus pies.
Papa cuentame otra vez esa historia tan bonita, de aquel guerrillero loco que mataron en Bolivia. Y cuyo fusil ya nadie se atrevió a empuñar de nuevo y como desde aquel día todo parece mas feo.
Era de noche...Alli, en la triste soledad constante que me inunda, volvieron a mi memoria tristes recuerdos del placer perdido. Recuerdos que aumentan la amargura, la ansiedad, la agonia de tener que sobrevivir ante la insaciable mirada de la oscura eternidad a la que tu ausencia me condena... Estas atrapada en un mundo donde la felicidad no es mas que la utopia de un sentimiento que atropeya incesante tu apetito de vivir, donde el amor se muestra como una satanica figura k provoca un silencio aterrador y frio en los corazones heridos que deja tras su paso. Solo una ilusion acaricia tu mente esa noche, ese continuo vertigo a la vida, esas lagrimas k intentas ocultar tras la indiferencia, esa temeridad a que la fragil fabrica k genera sentimientos se desvanezca, desapareceran tras sentir el frio acero penetrando tus entrañas...
Hola, es la primera vez k escribo por aki, y kiero decir k lo k leo me encanta, teneis todos mucho talento, podeis ver k esto no es lo mio, pero habia k intentarlo...
Hola, es la primera vez k escribo por aki, y kiero decir k lo k leo me encanta, teneis todos mucho talento, podeis ver k esto no es lo mio, pero habia k intentarlo...
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azul
Siento que sea tan largo, pero ahora estoy de sekano y no produzco casi na (y como siempre, na bueno).
Aún nadaba a buen ritmo, aunque hacía ya rato que había abandonado aquella pequeña playa donde tiró su ropa al mar, para que se alejase de esa tierra que no quería volver a pisar. Donde un gran montón de algas que la marea había abandonado allí por descuido hacía algunos días se secaba al cálido sol de aquella tarde. Sus huellas ya se habrían borrado. Serían las últimas que marcaría sobre la blanca arena. Lo había decidido: cruzaría aquel mar azul que ahora lo envolvía todo a nado y jamás volvería a esa orilla. Llegaría hasta el final, no había duda.
No se despidió. ¿De quién podría haberlo hecho? Sólo llegó a la playa, tiró sus ropas y sumergió en el gran azul, para nadar. Nadar y perderse. Sólo una vez volvió la cabeza, aunque no había nada que ver ya, y lo sabía. Fue cuando empezó a cansarse y decidió hacer una parada. Lentamente giró todo su cuerpo, para encontrarse de cara a la tierra que abandonaba. Pero todo era mar. Azul, inmenso, todo horizonte. Sólo eso, horizonte. Mirara donde mirase sólo podía verlo a él. Al horizonte. Todo exactamente igual, si exceptuamos el gran disco naranja que sumergía en la perfecta línea que formaba el mar con el cielo, creando infinitos reflejos y miles de tonos púrpuras a lo largo de toda la esfera celeste, donde ya despuntaban algunas estrellas.
Para que negarlo, en ese instante la soledad invadió toda su mente, llenándolo todo, ocultándolo. Incluso lo importante. Sólo despuntaba el miedo por algún rincón oscuro de su pensamiento. Miedo. Si también se podía encontrar algo de miedo. No temor, ni tampoco, por supuesto, pánico. Sólo miedo. Instinto natural, supervivencia. Miedo a lo desconocido, o a la verdad.
Pero fue solo un instante. Enseguida se giró y comenzó a nadar de nuevo, cambiando de vez en cuando el ritmo debido a que sus músculos se resentían del sobreesfuerzo, y el dolor en el costado comenzaba a ser insoportable. Notaba cómo pronto la punzada de su pierna izquierda se convertiría en un fuerte tirón, pero nada le impediría llegar. Nada.
Brazada tras brazada, cada vez más cerca de ese horizonte, que apenas se distinguía ya del negro cielo, punteado por miles de estrellas, pequeñas cada una, pero inmensas entre todas. Adelante, adelante, no te pares.
Pronto tuvo que detenerse, y recordó la playa. Aquella lejana playa donde tiró sus ropas. Allí donde las algas se secaban bajo el sol, en medio de la cálida arena, que acariciaba sus pies al pisarla, susurrando. Se torturaba recordándolo. A lo mejor no era tan buena idea abandonarla para buscar la otra, la de la otra orilla. Pero ya no se podía volver atrás. Hacía rato que había cruzado el punto de no retorno, y ya sólo podía seguir, hasta llegar al final. A la otra orilla, donde habría otra playa, parecida a la primera, pero donde no tendría ropas que arrojar a las olas, ni montón de algas que se secaran al sol. No, sería diferente, y puede que peor. Pero eso si, sería su playa.
Fue una pena que un poco más adelante el dolor que le amenazaba la pierna se convirtiese en una gran punzada que le recorría todo el hueso, hasta donde podía sentir, ya que hacía horas que no sentía ni sus manos ni sus pies. El gran azul había robado todo el calor que latía en ellos, y probablemente también su vida, difuminando la frontera de sus propios cuerpos. Pero esto no le impediría llegar a la otra playa. A tierra firme por fin.
El dolor hizo que nadara ahora mucho más lentamente, lo que no fue particularmente malo, ya que le permitió escuchar un ligero rumor, difuso y lejano, pero inconfundible. Tierra. Olas rompiendo contra una suave pendiente de arena, fría ahora, pero cálida seguro a media tarde, como la que abandonó hacía mucho.
Casi podía oler las plantas que esperaban ansiosas su llegada, cuando saliera lentamente de entre las azules aguas para tenderse entre ellas. Si, lo iba a lograr, no había duda
Intentó imaginarse cómo sería. Probablemente igual que la otra playa. O diferente. No lo podía saber, ya que tenía alojada en la mente la estampa de aquel montón de algas secándose plácidamente al sol de la tarde. No la podía borrar de su pensamiento. Es extraño. Algo que con tanto empeño intentaba y no conseguía. Toda su mente intentó rechazar la imagen, pero sólo consiguió aumentar su vividez: una roca que no recordaba antes, justo al lado de donde partió, una pequeña duna al fondo, coronada por unos flecos amarillentos que, en algún momento debieron ser plantas…
El agua le trasmitía el susurro claro de las olas rompiendo. Por el aire podía oler la sal y la tierra, la humedad que se respira en las playas, donde el agua se evapora desde la arena al bajar al marea. Pero el cansancio hacía que temiese no llegar nunca. Cada movimiento era todo un suplicio. Tan cerca como estaba no podía desfallecer… Sus brazos apenas se podían levantar del agua, a la que caían pesadamente, realizando un supremo esfuerzo para mantenerse a flote. Mientras, en otro lugar, su mente vagaba en vacíos y extraños recuerdos. Una melodía, un olor, una cara conocida… Nada coherente, sólo nimiedades, pero que el hecho de que no las volvería a ver, oler u oír las hacía importantes. En esto se hallaba su mente cuando, lentamente, cayó del azul verdoso al negro más impenetrable, al más frío, pero apacible, pozo oscuro. Y entonces, sólo entonces, sintió pena. Pena por no volver a oír a los murciélagos que revoloteaban frente a su ventana, a no poder oler el campo cuando comienza la lluvia, a no poder tumbarse sobre la tierra húmeda a mirar el cielo, infinito y azul. Pena por morir tan cerca de la playa.
Encontraron su cuerpo a los dos días, a sólo 300 metros de donde partió aquella cálida tarde. A sólo 300 metros de aquel montón de algas que ya no existía. Sólo a unos metros.
Eso nadie lo supo jamás, pero tampoco importa demasiado. Había llegado a la que siempre sería su playa.
AZUL Granada 9-2002
Aún nadaba a buen ritmo, aunque hacía ya rato que había abandonado aquella pequeña playa donde tiró su ropa al mar, para que se alejase de esa tierra que no quería volver a pisar. Donde un gran montón de algas que la marea había abandonado allí por descuido hacía algunos días se secaba al cálido sol de aquella tarde. Sus huellas ya se habrían borrado. Serían las últimas que marcaría sobre la blanca arena. Lo había decidido: cruzaría aquel mar azul que ahora lo envolvía todo a nado y jamás volvería a esa orilla. Llegaría hasta el final, no había duda.
No se despidió. ¿De quién podría haberlo hecho? Sólo llegó a la playa, tiró sus ropas y sumergió en el gran azul, para nadar. Nadar y perderse. Sólo una vez volvió la cabeza, aunque no había nada que ver ya, y lo sabía. Fue cuando empezó a cansarse y decidió hacer una parada. Lentamente giró todo su cuerpo, para encontrarse de cara a la tierra que abandonaba. Pero todo era mar. Azul, inmenso, todo horizonte. Sólo eso, horizonte. Mirara donde mirase sólo podía verlo a él. Al horizonte. Todo exactamente igual, si exceptuamos el gran disco naranja que sumergía en la perfecta línea que formaba el mar con el cielo, creando infinitos reflejos y miles de tonos púrpuras a lo largo de toda la esfera celeste, donde ya despuntaban algunas estrellas.
Para que negarlo, en ese instante la soledad invadió toda su mente, llenándolo todo, ocultándolo. Incluso lo importante. Sólo despuntaba el miedo por algún rincón oscuro de su pensamiento. Miedo. Si también se podía encontrar algo de miedo. No temor, ni tampoco, por supuesto, pánico. Sólo miedo. Instinto natural, supervivencia. Miedo a lo desconocido, o a la verdad.
Pero fue solo un instante. Enseguida se giró y comenzó a nadar de nuevo, cambiando de vez en cuando el ritmo debido a que sus músculos se resentían del sobreesfuerzo, y el dolor en el costado comenzaba a ser insoportable. Notaba cómo pronto la punzada de su pierna izquierda se convertiría en un fuerte tirón, pero nada le impediría llegar. Nada.
Brazada tras brazada, cada vez más cerca de ese horizonte, que apenas se distinguía ya del negro cielo, punteado por miles de estrellas, pequeñas cada una, pero inmensas entre todas. Adelante, adelante, no te pares.
Pronto tuvo que detenerse, y recordó la playa. Aquella lejana playa donde tiró sus ropas. Allí donde las algas se secaban bajo el sol, en medio de la cálida arena, que acariciaba sus pies al pisarla, susurrando. Se torturaba recordándolo. A lo mejor no era tan buena idea abandonarla para buscar la otra, la de la otra orilla. Pero ya no se podía volver atrás. Hacía rato que había cruzado el punto de no retorno, y ya sólo podía seguir, hasta llegar al final. A la otra orilla, donde habría otra playa, parecida a la primera, pero donde no tendría ropas que arrojar a las olas, ni montón de algas que se secaran al sol. No, sería diferente, y puede que peor. Pero eso si, sería su playa.
Fue una pena que un poco más adelante el dolor que le amenazaba la pierna se convirtiese en una gran punzada que le recorría todo el hueso, hasta donde podía sentir, ya que hacía horas que no sentía ni sus manos ni sus pies. El gran azul había robado todo el calor que latía en ellos, y probablemente también su vida, difuminando la frontera de sus propios cuerpos. Pero esto no le impediría llegar a la otra playa. A tierra firme por fin.
El dolor hizo que nadara ahora mucho más lentamente, lo que no fue particularmente malo, ya que le permitió escuchar un ligero rumor, difuso y lejano, pero inconfundible. Tierra. Olas rompiendo contra una suave pendiente de arena, fría ahora, pero cálida seguro a media tarde, como la que abandonó hacía mucho.
Casi podía oler las plantas que esperaban ansiosas su llegada, cuando saliera lentamente de entre las azules aguas para tenderse entre ellas. Si, lo iba a lograr, no había duda
Intentó imaginarse cómo sería. Probablemente igual que la otra playa. O diferente. No lo podía saber, ya que tenía alojada en la mente la estampa de aquel montón de algas secándose plácidamente al sol de la tarde. No la podía borrar de su pensamiento. Es extraño. Algo que con tanto empeño intentaba y no conseguía. Toda su mente intentó rechazar la imagen, pero sólo consiguió aumentar su vividez: una roca que no recordaba antes, justo al lado de donde partió, una pequeña duna al fondo, coronada por unos flecos amarillentos que, en algún momento debieron ser plantas…
El agua le trasmitía el susurro claro de las olas rompiendo. Por el aire podía oler la sal y la tierra, la humedad que se respira en las playas, donde el agua se evapora desde la arena al bajar al marea. Pero el cansancio hacía que temiese no llegar nunca. Cada movimiento era todo un suplicio. Tan cerca como estaba no podía desfallecer… Sus brazos apenas se podían levantar del agua, a la que caían pesadamente, realizando un supremo esfuerzo para mantenerse a flote. Mientras, en otro lugar, su mente vagaba en vacíos y extraños recuerdos. Una melodía, un olor, una cara conocida… Nada coherente, sólo nimiedades, pero que el hecho de que no las volvería a ver, oler u oír las hacía importantes. En esto se hallaba su mente cuando, lentamente, cayó del azul verdoso al negro más impenetrable, al más frío, pero apacible, pozo oscuro. Y entonces, sólo entonces, sintió pena. Pena por no volver a oír a los murciélagos que revoloteaban frente a su ventana, a no poder oler el campo cuando comienza la lluvia, a no poder tumbarse sobre la tierra húmeda a mirar el cielo, infinito y azul. Pena por morir tan cerca de la playa.
Encontraron su cuerpo a los dos días, a sólo 300 metros de donde partió aquella cálida tarde. A sólo 300 metros de aquel montón de algas que ya no existía. Sólo a unos metros.
Eso nadie lo supo jamás, pero tampoco importa demasiado. Había llegado a la que siempre sería su playa.
AZUL Granada 9-2002
Aunque la jaula sea de oro
no deja de ser prisión...
Mi vida me supera.
no deja de ser prisión...
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Destilando un corazón (Historia de un perro)... y 3!!!!!!!!
Tercera y última parte. Se acabó, por fin...
3.- ESPERANZA (PERRO ABANDONADO Y VUELTA A CASA)
Informe médico: Indigestión cerebral de sueños rotos y promesas incumplidas sazonadas con recuerdos imborrables e inocencia (...y un poco de sustancia X) Soy el perro abandonado q a pesar de las palizas siempre vuelve con su amo...
...Y en el deshecho revuelto de materia gris de este despojo humano, de las cenizas de este corazón destilado, fruto de la cópula entre mi amor incombustible y la chispa de tus ojos, nació de nuevo la esperanza.
Mil veces antes la muerte
que la vida sin tu presencia,
tu sonrisa y tu color.
Vacía de ti estoy llena de nada
"Ordeñaré las ubres de la luna
y en cuanto amanezca yo
dosifico para ti to' el sol"
Con más pena que gloria y más miedo que esperanza vuelvo a ti despues de todo, habiendo comprobado que, a pesar de los pesares, sin ti no soy persona, sino un pulgoso perro callejero...
3.- ESPERANZA (PERRO ABANDONADO Y VUELTA A CASA)
Informe médico: Indigestión cerebral de sueños rotos y promesas incumplidas sazonadas con recuerdos imborrables e inocencia (...y un poco de sustancia X) Soy el perro abandonado q a pesar de las palizas siempre vuelve con su amo...
...Y en el deshecho revuelto de materia gris de este despojo humano, de las cenizas de este corazón destilado, fruto de la cópula entre mi amor incombustible y la chispa de tus ojos, nació de nuevo la esperanza.
Mil veces antes la muerte
que la vida sin tu presencia,
tu sonrisa y tu color.
Vacía de ti estoy llena de nada
"Ordeñaré las ubres de la luna
y en cuanto amanezca yo
dosifico para ti to' el sol"
Con más pena que gloria y más miedo que esperanza vuelvo a ti despues de todo, habiendo comprobado que, a pesar de los pesares, sin ti no soy persona, sino un pulgoso perro callejero...
Last edited by {dml} on 19 Feb 2004, 02:09, edited 1 time in total.
un relato....
Hola a todos,como vereis mi historia es muy rara,pero yo os la pongo:
ahi va:
Era de noche, todo estaba en silencio,tan solo se oía el ruido de los árboles al chocar con el alfeizar de la ventana,yo estaba sentada, en el viejo sillón en el que antaño se sentaba mi abuelo a escribir sus historias que mucho decían de la vida,creo que yo debo hacer lo mismo, escribir sobre todo lo que me atormenta,por eso he escrito esto:
Carla era una chica normal, tenia 15 años y solo un sueño,ser feliz, que creo que es el sueño de todo el mundo, pero ella creía que nunca seria feliz, sus padres no la querían y ella vivía en la calle, sola, desprotegida sin nadie a quien querer .Un día se encontró a un perro al que empezó a querer como si a su madre se tratase, le atropellaron, todo era así en su vida. Malo y doloroso. Otro día, despertó y se fue al metro a pedir como siempre, se puso a pedir. Todos la miraban, como siempre, veían en su rostro rabia contenida, tristeza en sus ojos, pero nadie le ofrecía su hogar,pensaban:la vida esta muy cara,mientras a sus hijos les daban todos los caprichos del mundo,¿Para que darle algo a esta niña?Si tengo que comprarles a mis hijos unas botas como las de Beckam para que presuman delante de sus compañeros.Mientras tanto Carla pensaba, se imaginaba como seria su vida si fuera una chica normal, con amigos,novio,pero sabia que eso no seria nunca.De pronto se para un hombre a su lado que le pregunta:>>¿Cuántos años tienes niña?<<a lo que ella responde?>>15<<te vienes conmigo a comer?>>le dice el hombre?ella que tenia mucha hambre le dijo?>>Si
.Se fueron en su Mercedes , se veía que era rico..y al pasar por la vía del tren para el coche bruscamente, la coge y se coloca encima suya,ella se asusto,grito,lloro,le pego,le araño,pero nada pudo hacer para pararlo,la penetro con tal fuerza que lloro,dicen que en la calle se aprende..pero ella que llevaba toda la vida en ella no había aprendido a no fiarse de los extraños, allí la dejo tirada llorando porque la había usado como un trapo viejo, que era así como ella se sentía en ese momento.No contento con haberla violado volvió y la empezó a golpear hasta que termino su rabia,la había matado,ya se había desahogado...
Al día siguiente sale en el periódico:
"Niña encontrada muerta al lado de la vía del tren, la habían violado y maltratado hasta su muerte"todavía no la han identificado.
Esa niña era Carla,que se había quedado a medio camino en la búsqueda de su felicidad.
Como veis es una historia muy rara,y con final triste..pero no todo va a ser felicidad no?Weno me despido
Enga besinos
ahi va:
Era de noche, todo estaba en silencio,tan solo se oía el ruido de los árboles al chocar con el alfeizar de la ventana,yo estaba sentada, en el viejo sillón en el que antaño se sentaba mi abuelo a escribir sus historias que mucho decían de la vida,creo que yo debo hacer lo mismo, escribir sobre todo lo que me atormenta,por eso he escrito esto:
Carla era una chica normal, tenia 15 años y solo un sueño,ser feliz, que creo que es el sueño de todo el mundo, pero ella creía que nunca seria feliz, sus padres no la querían y ella vivía en la calle, sola, desprotegida sin nadie a quien querer .Un día se encontró a un perro al que empezó a querer como si a su madre se tratase, le atropellaron, todo era así en su vida. Malo y doloroso. Otro día, despertó y se fue al metro a pedir como siempre, se puso a pedir. Todos la miraban, como siempre, veían en su rostro rabia contenida, tristeza en sus ojos, pero nadie le ofrecía su hogar,pensaban:la vida esta muy cara,mientras a sus hijos les daban todos los caprichos del mundo,¿Para que darle algo a esta niña?Si tengo que comprarles a mis hijos unas botas como las de Beckam para que presuman delante de sus compañeros.Mientras tanto Carla pensaba, se imaginaba como seria su vida si fuera una chica normal, con amigos,novio,pero sabia que eso no seria nunca.De pronto se para un hombre a su lado que le pregunta:>>¿Cuántos años tienes niña?<<a lo que ella responde?>>15<<te vienes conmigo a comer?>>le dice el hombre?ella que tenia mucha hambre le dijo?>>Si
.Se fueron en su Mercedes , se veía que era rico..y al pasar por la vía del tren para el coche bruscamente, la coge y se coloca encima suya,ella se asusto,grito,lloro,le pego,le araño,pero nada pudo hacer para pararlo,la penetro con tal fuerza que lloro,dicen que en la calle se aprende..pero ella que llevaba toda la vida en ella no había aprendido a no fiarse de los extraños, allí la dejo tirada llorando porque la había usado como un trapo viejo, que era así como ella se sentía en ese momento.No contento con haberla violado volvió y la empezó a golpear hasta que termino su rabia,la había matado,ya se había desahogado...
Al día siguiente sale en el periódico:
"Niña encontrada muerta al lado de la vía del tren, la habían violado y maltratado hasta su muerte"todavía no la han identificado.
Esa niña era Carla,que se había quedado a medio camino en la búsqueda de su felicidad.
Como veis es una historia muy rara,y con final triste..pero no todo va a ser felicidad no?Weno me despido
Enga besinos
nunca dejes pasar las oportunidades q sabes que nunka volveran,vive al dia..no pienses en el futuro ni en el pasado.Solo en el presente
jOeY
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Bueno, después de más de un año, otra vez tengo algo escrito ke me mola lo suficiente como para no destruirlo. Lo pongo aki (afortunados mortales) para ver si esto se anima un poco, ke merece la pena.
Venga, soltad vuestras paranoyas ke, por lo menos a mi, me molan.
Salud y literatura.
En la calle que baja desde la iglesia hasta la plaza del ayuntamiento hay un árbol. Es un naranjo, cargado ahora de frutos y con el tronco blanqueado con cal para evitar que las termitas lo ataquen. El árbol está enfrente de una ventana de una casa. En la ventana hay unas cortinas verdes que impiden ver lo que pasa dentro. En los cristales, entre el vaho que el polvo acumulado crea, hay una mosca chocando una y otra vez. La mosca está dentro de la habitación, entre los sucios cristales y las verdes cortinas. Entre el techo blanco y el escritorio que hay junto a la ventana. En el escritorio hay un papel con algo escrito y un bolígrafo roído por la punta. También hay una pila de viejos libros y un par de cuadernos, uno de ellos sin pasta. En los libros hay versos: “y éstos sean los últimos versos que yo le escribo”, “Hoy es siempre todavía”, “Si mi voz muriera en tierra”, y en los cuadernos amarilleados dibujos: algunos están hechos a plumilla, otros con tinta y otros con lápiz. Hay muchos animales, y escenas del campo. También hay dibujos de una mujer joven. En el escritorio se pueden ver dos cajones. Ambos están cerrados, pero se pueden abrir con la llave que hay en otro cajón. El cajón que la guarda es el de la mesita de noche que hay junto a la cama de blancas sábanas. Dentro del primer cajón hay un paquete de tabaco medio vacío y una caja de cerillas. La caja de cerillas está llena del todo. Es curioso que no haya ningún cenicero en todo el cuarto. Tampoco huele a humo. Huele a humedad y a ambiente cerrado. Es un olor dulzón. Junto a las cerillas hay un sacapuntas y varios lápices. También hay una pequeña libreta de color azul con anotaciones. En el segundo cajón hay un montón de cartas. Un gran montón de ellas están agrupadas, unidas por una gomilla de color verde. La mayoría están viejas y ajadas, pero algunas aún miran la vida con un blanco inmaculado, propio de las cosas jóvenes, aún no sometidas al inexorable e imparable paso del tiempo. Mucho más temprano que tarde se verán a sí mismas amarilleadas y arrugadas. Su vida será el no morir. En algunas de las cartas hay cosas muy bonitas escritas: “Querido”, “amor”, “esperanza”, pero también palabras tristes y dolorosas: “miedo”, “perder” “temor”. En alguno de los sobres no hay cartas, sino fotos. Combadas por el tiempo, olvidadas por su creador, vendidas a cualquiera. Debajo de todas ellas hay un par de monedas sin valor. Una está bastante oxidada. La otra, en cambio, parece que hubiese salido ayer mismo de la soñada máquina que la parió en un parto sin dolor ni angustia, sin esperanza ni ilusión. Como todo lo que crean las máquinas, no es más que una burda imitación de las graciosas formas que la mano del hombre puede crear. Como estas letras que ahora lees, que no se pueden igualar al trazo sinuoso e incitante que una mano amiga despliega sobre un áspero papel liso. Esas monedas son iguales que las que hay en el suelo, sobre la alfombra polvorienta y descolorida que tapa las feas losas que tapizan el suelo de la habitación. Están junto a la silla vieja y vencida. La silla llama mucho la atención. No está donde debiera. No es que este cuarto no sea su sitio, que lo es, sino que no concuerda su posición con lo que se puede respirar en el resto de la estancia. Está tan usada y vieja como todo lo demás en el cuarto, pero algo falla. Aquí todo tiene un orden relativo, pero la cansada silla se encuentra tirada en el suelo, parte sobre la alfombra y parte directamente sobre las feas losas. El respaldo, totalmente apoyado en el suelo, mira hacia el techo, mientras que sus cuatro combadas patas apuntan hacia la ventana por donde entran amarillos rayos de sol, esquivando las verdes cortinas, en esta silenciosa mañana otoñal. No está junto al escritorio, esperando que su dueño venga a sentarse en ella a escribir o dibujar, como tantas otras veces, sino que mira silenciosa a la lámpara polvorienta del techo. La lámpara, sin embargo, no la mira a ella, sino que está entretenida en intentar ponerse recta. No puede hacerlo, ya que el cuerpo colgado a ella pesa demasiado. El viejo hace rato que mira la puerta de entrada al cuarto, pero ya no la ve, al contrario que la mosca, que puede verla con sus increíbles ojos aunque esté orientada hacia la inaccesible calle. La cara del anciano, aunque delgada en vida, se encuentra ahora contorsionada en un rictus de sorpresa, y mucho más hinchada que de costumbre. Curiosamente, la soga que le aprisiona el cuello hace que sus arrugas queden ocultadas, y su piel tersa y firme de nuevo. Al final ha conseguido lo imposible, ha huido de lo que tanto temía. Se ha escapado del tiempo escurriéndose por entre sus dedos. Por ello, las viejas cartas del segundo cajón del escritorio le tienen envidia. Por eso no contarán a nadie por qué.
TIEMPO. Villamartín, diciembre de 2.003
Venga, soltad vuestras paranoyas ke, por lo menos a mi, me molan.
Salud y literatura.
En la calle que baja desde la iglesia hasta la plaza del ayuntamiento hay un árbol. Es un naranjo, cargado ahora de frutos y con el tronco blanqueado con cal para evitar que las termitas lo ataquen. El árbol está enfrente de una ventana de una casa. En la ventana hay unas cortinas verdes que impiden ver lo que pasa dentro. En los cristales, entre el vaho que el polvo acumulado crea, hay una mosca chocando una y otra vez. La mosca está dentro de la habitación, entre los sucios cristales y las verdes cortinas. Entre el techo blanco y el escritorio que hay junto a la ventana. En el escritorio hay un papel con algo escrito y un bolígrafo roído por la punta. También hay una pila de viejos libros y un par de cuadernos, uno de ellos sin pasta. En los libros hay versos: “y éstos sean los últimos versos que yo le escribo”, “Hoy es siempre todavía”, “Si mi voz muriera en tierra”, y en los cuadernos amarilleados dibujos: algunos están hechos a plumilla, otros con tinta y otros con lápiz. Hay muchos animales, y escenas del campo. También hay dibujos de una mujer joven. En el escritorio se pueden ver dos cajones. Ambos están cerrados, pero se pueden abrir con la llave que hay en otro cajón. El cajón que la guarda es el de la mesita de noche que hay junto a la cama de blancas sábanas. Dentro del primer cajón hay un paquete de tabaco medio vacío y una caja de cerillas. La caja de cerillas está llena del todo. Es curioso que no haya ningún cenicero en todo el cuarto. Tampoco huele a humo. Huele a humedad y a ambiente cerrado. Es un olor dulzón. Junto a las cerillas hay un sacapuntas y varios lápices. También hay una pequeña libreta de color azul con anotaciones. En el segundo cajón hay un montón de cartas. Un gran montón de ellas están agrupadas, unidas por una gomilla de color verde. La mayoría están viejas y ajadas, pero algunas aún miran la vida con un blanco inmaculado, propio de las cosas jóvenes, aún no sometidas al inexorable e imparable paso del tiempo. Mucho más temprano que tarde se verán a sí mismas amarilleadas y arrugadas. Su vida será el no morir. En algunas de las cartas hay cosas muy bonitas escritas: “Querido”, “amor”, “esperanza”, pero también palabras tristes y dolorosas: “miedo”, “perder” “temor”. En alguno de los sobres no hay cartas, sino fotos. Combadas por el tiempo, olvidadas por su creador, vendidas a cualquiera. Debajo de todas ellas hay un par de monedas sin valor. Una está bastante oxidada. La otra, en cambio, parece que hubiese salido ayer mismo de la soñada máquina que la parió en un parto sin dolor ni angustia, sin esperanza ni ilusión. Como todo lo que crean las máquinas, no es más que una burda imitación de las graciosas formas que la mano del hombre puede crear. Como estas letras que ahora lees, que no se pueden igualar al trazo sinuoso e incitante que una mano amiga despliega sobre un áspero papel liso. Esas monedas son iguales que las que hay en el suelo, sobre la alfombra polvorienta y descolorida que tapa las feas losas que tapizan el suelo de la habitación. Están junto a la silla vieja y vencida. La silla llama mucho la atención. No está donde debiera. No es que este cuarto no sea su sitio, que lo es, sino que no concuerda su posición con lo que se puede respirar en el resto de la estancia. Está tan usada y vieja como todo lo demás en el cuarto, pero algo falla. Aquí todo tiene un orden relativo, pero la cansada silla se encuentra tirada en el suelo, parte sobre la alfombra y parte directamente sobre las feas losas. El respaldo, totalmente apoyado en el suelo, mira hacia el techo, mientras que sus cuatro combadas patas apuntan hacia la ventana por donde entran amarillos rayos de sol, esquivando las verdes cortinas, en esta silenciosa mañana otoñal. No está junto al escritorio, esperando que su dueño venga a sentarse en ella a escribir o dibujar, como tantas otras veces, sino que mira silenciosa a la lámpara polvorienta del techo. La lámpara, sin embargo, no la mira a ella, sino que está entretenida en intentar ponerse recta. No puede hacerlo, ya que el cuerpo colgado a ella pesa demasiado. El viejo hace rato que mira la puerta de entrada al cuarto, pero ya no la ve, al contrario que la mosca, que puede verla con sus increíbles ojos aunque esté orientada hacia la inaccesible calle. La cara del anciano, aunque delgada en vida, se encuentra ahora contorsionada en un rictus de sorpresa, y mucho más hinchada que de costumbre. Curiosamente, la soga que le aprisiona el cuello hace que sus arrugas queden ocultadas, y su piel tersa y firme de nuevo. Al final ha conseguido lo imposible, ha huido de lo que tanto temía. Se ha escapado del tiempo escurriéndose por entre sus dedos. Por ello, las viejas cartas del segundo cajón del escritorio le tienen envidia. Por eso no contarán a nadie por qué.
TIEMPO. Villamartín, diciembre de 2.003
Aunque la jaula sea de oro
no deja de ser prisión...
Mi vida me supera.
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Me siento tentado a escribir aquí alguna de las historias que me contaba un maestro que tuve hace tres años, os puedo asegurar que no he visto, y dudo que veré alguna vez, a alguien contar una historia qcomo el tio este...
Esta a lo mejor desentona un poco aquí, pero al fin y al cabo es un relato, es que no me acuerdo de ningún otro:
Era una noche muy fria. Un hombre iba por la carretera con su coche, escuchando la radio. Le gustaba oir las noticias mientras conducía. Pero algo era distinto, era la primera vez que pasaba por esa carretera. Hacía una hora todavia era de dia, y le parecía un lugar muy bonito, pero en ese momento, ya oscurecido, la cosa había cambiado. Le entró una sensación de intranquilidad enorme. De pronto, la radio se paró. Eso fue el colmo, se llevó un gran susto... Pero, al ver que el coche cada vez andaba más lento, se le olvidó por completo la radio. Había pasado lo que más estaba temiendo que pasara. La gasolina, la puta gasolina, tenía que haber parado antes en la anterior gasolinera..., se dijo, casi gritando.
Se bajó del coche, y mientras pasaba el tiempo intentando arreglarlo, casi sin ver nada, se percató de que a lo lejos venía un coche, vio las luces. Cuando llegó a su altura, el conductor se paró extrañado, y le dijo si le pasaba algo. Le explicó todo lo ocurrido, y tuvieron la siguiente conversación:
-Por favor, ya sabes que me ha pasado, ahora llevamé a la ciudad más próxima, por favor...
-Lo siento, pero mira como llevo el coche de cajas, no te puedo montar. Lo siento. Pero ten cuidado que dicen que a las doce por esta carretera aparece el conde Drácula. Jajaja, es broma, yo no soy supersticioso, pero ya lo he oido más de una vez.
Eran las diez de la noche. El nota se quedó, de nuevo, solo, intentando arreglar su viejo motor, cuando, al pasar otra hora, vio de nuevo un coche.
-Por favor, lléveme a la ciudad más cercana...
-Lo siento, pero es que el coche va lleno, ya lo ve. Lo siento de veras. Vaya, me estoy dando cuenta que hoy es luna llena, y dicen que por aquí se aparece sobre las doce el conde Drácula.
-Vaya, no es la primera vez que me lo dicen...-ya se estaba empezando a mosquear un poco
-Pues sí, es una leyenda que hay sobre este lugar, yo no creo en esas cosas, pero quizá deba de tener cuidad, que hace mucha humedad. Venga, hasta luego.
Nuestro amigo se quedó perplejo. Es lógico, el no creía en estas tonterías, pero quieras que no, si te ves solo en mitad de la noche, y ya te han dicho varias veces eso, te empieza a entrar el miedo...
Sobre las doce menos cinco, volvió a aparecer un coche. Ya estaba cansado y, por qué no decirlo, tenía miedo. Pensó: "Al carajo, como lleve la ventanilla abierta me cuelo, yo no soporto más esta situación, me estoy angustiando..."
Cuando el coche pasó a su altura, se coló por la ventana. En los asientos de atrás no había nadie, "Menos mal", pensó. Pero, cual fue su sorpresa cuando, al mirar al asiento del conductor, no vio a nadie, el coche andaba sin conductor. Su reacción, típica de este momento, fue gritar con todas sus fuerzas: "Ahhhhhh, el conde drácula!!!!!!!!!!!!!!!!!!!", fue estremecedor.
En ese momento, casi sin esperárselo, se oyó una voz de fuera del coche que le dijo:
-Qué conde Drácula ni que carajo, aquí detrás a empujar como todo el mundo!!!!!
Ahí está, algo larga, algo "rara", un final inesperado. Si te cuentan esta historia como es debido (y no como yo), te quedas to pillao
Esta a lo mejor desentona un poco aquí, pero al fin y al cabo es un relato, es que no me acuerdo de ningún otro:
Era una noche muy fria. Un hombre iba por la carretera con su coche, escuchando la radio. Le gustaba oir las noticias mientras conducía. Pero algo era distinto, era la primera vez que pasaba por esa carretera. Hacía una hora todavia era de dia, y le parecía un lugar muy bonito, pero en ese momento, ya oscurecido, la cosa había cambiado. Le entró una sensación de intranquilidad enorme. De pronto, la radio se paró. Eso fue el colmo, se llevó un gran susto... Pero, al ver que el coche cada vez andaba más lento, se le olvidó por completo la radio. Había pasado lo que más estaba temiendo que pasara. La gasolina, la puta gasolina, tenía que haber parado antes en la anterior gasolinera..., se dijo, casi gritando.
Se bajó del coche, y mientras pasaba el tiempo intentando arreglarlo, casi sin ver nada, se percató de que a lo lejos venía un coche, vio las luces. Cuando llegó a su altura, el conductor se paró extrañado, y le dijo si le pasaba algo. Le explicó todo lo ocurrido, y tuvieron la siguiente conversación:
-Por favor, ya sabes que me ha pasado, ahora llevamé a la ciudad más próxima, por favor...
-Lo siento, pero mira como llevo el coche de cajas, no te puedo montar. Lo siento. Pero ten cuidado que dicen que a las doce por esta carretera aparece el conde Drácula. Jajaja, es broma, yo no soy supersticioso, pero ya lo he oido más de una vez.
Eran las diez de la noche. El nota se quedó, de nuevo, solo, intentando arreglar su viejo motor, cuando, al pasar otra hora, vio de nuevo un coche.
-Por favor, lléveme a la ciudad más cercana...
-Lo siento, pero es que el coche va lleno, ya lo ve. Lo siento de veras. Vaya, me estoy dando cuenta que hoy es luna llena, y dicen que por aquí se aparece sobre las doce el conde Drácula.
-Vaya, no es la primera vez que me lo dicen...-ya se estaba empezando a mosquear un poco
-Pues sí, es una leyenda que hay sobre este lugar, yo no creo en esas cosas, pero quizá deba de tener cuidad, que hace mucha humedad. Venga, hasta luego.
Nuestro amigo se quedó perplejo. Es lógico, el no creía en estas tonterías, pero quieras que no, si te ves solo en mitad de la noche, y ya te han dicho varias veces eso, te empieza a entrar el miedo...
Sobre las doce menos cinco, volvió a aparecer un coche. Ya estaba cansado y, por qué no decirlo, tenía miedo. Pensó: "Al carajo, como lleve la ventanilla abierta me cuelo, yo no soporto más esta situación, me estoy angustiando..."
Cuando el coche pasó a su altura, se coló por la ventana. En los asientos de atrás no había nadie, "Menos mal", pensó. Pero, cual fue su sorpresa cuando, al mirar al asiento del conductor, no vio a nadie, el coche andaba sin conductor. Su reacción, típica de este momento, fue gritar con todas sus fuerzas: "Ahhhhhh, el conde drácula!!!!!!!!!!!!!!!!!!!", fue estremecedor.
En ese momento, casi sin esperárselo, se oyó una voz de fuera del coche que le dijo:
-Qué conde Drácula ni que carajo, aquí detrás a empujar como todo el mundo!!!!!
Ahí está, algo larga, algo "rara", un final inesperado. Si te cuentan esta historia como es debido (y no como yo), te quedas to pillao
Sigo aquí, esquivo a la soledad,
a veces me va bien..., a veces voy fatal
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Relatos desde el frenopátiko (www.bylennon.tk)
Para el que quiera, tengo una web (www.bylennon.tk) con mis relatos cortos y poemas, obras de un joven bajista y cantante rockero, siempre críticas e irónicas.
Dejo el inicio de un relato de la web, en concreto "METROPOLITAN"
"El traqueteo es insistente y hace entrar por la rejilla bocanadas de pútrido aire cargado de grasa, humo y hasta frustración. Sin duda son los goznes del desvencijado transporte que soportan el peso de esa bola de sebo con corbata que tengo delante; que se quejan de su desgracia. El llanto de un chirrido indica que hemos llegado a buen término segundos antes de que una voz fría, bien atiplada y un tanto metálica haga otro tanto por los altavoces instalados sobre nuestras honorables testas. El cerdito abandona el recinto a barrigazos y puedo sentir cómo el vagón se eleva unos centímetros con resoplido neumático de satisfacción. Entra un hombrecillo sudamericano con una desvencijada guitarra y comienza a entonar una canción popular de su tierra. El aire se carga de nostalgia, tristeza y desolación y cada palabra está tinta con la sangre de una lágrima. El huracán arrastra como siempre un pedazo de mi alma y arranca un gemido de los goznes del tren que sin duda sonaría como un tragar saliva si la máquina pudiera hacerlo. El resto de la gente le lanza patadas visuales ante las cuales se inclina en una reverencia y entona un amargo “grasias” con ese genuino acento que tanto me gusta. Con una la frustración de una sonrisa en los labios abandona nuestro vagón; y el tren y yo lo despedimos al unísono con un resoplido de amargura e impotencia entre la indiferencia de los demás.
- Pffft...-"
Dejo el inicio de un relato de la web, en concreto "METROPOLITAN"
"El traqueteo es insistente y hace entrar por la rejilla bocanadas de pútrido aire cargado de grasa, humo y hasta frustración. Sin duda son los goznes del desvencijado transporte que soportan el peso de esa bola de sebo con corbata que tengo delante; que se quejan de su desgracia. El llanto de un chirrido indica que hemos llegado a buen término segundos antes de que una voz fría, bien atiplada y un tanto metálica haga otro tanto por los altavoces instalados sobre nuestras honorables testas. El cerdito abandona el recinto a barrigazos y puedo sentir cómo el vagón se eleva unos centímetros con resoplido neumático de satisfacción. Entra un hombrecillo sudamericano con una desvencijada guitarra y comienza a entonar una canción popular de su tierra. El aire se carga de nostalgia, tristeza y desolación y cada palabra está tinta con la sangre de una lágrima. El huracán arrastra como siempre un pedazo de mi alma y arranca un gemido de los goznes del tren que sin duda sonaría como un tragar saliva si la máquina pudiera hacerlo. El resto de la gente le lanza patadas visuales ante las cuales se inclina en una reverencia y entona un amargo “grasias” con ese genuino acento que tanto me gusta. Con una la frustración de una sonrisa en los labios abandona nuestro vagón; y el tren y yo lo despedimos al unísono con un resoplido de amargura e impotencia entre la indiferencia de los demás.
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KAIXO OTRA VEZ
Hace tiempo ke no escribo, lo se.
No venía a mi ese ansia por expresarme, por ser leido. Dejar ke mis sentimientos kedaran libres y a traves de este trozito de papel. Ke kualkiera ke pasase x aki pudiese leerlos y observar a traves de ellos lo mas hondo de mi alma.
Ya sabeis, esa extraña sensación de sentirte invadido pero a la vez desear estarlo. Kerer ke alguien lea tu grito de libertad, tu desamor o tus tortuosos pensamientos, saber ke tal vez a cientos de kilometros hay un anonimo lector al ke jamas conoceras ke siente lo mismo ke tu.
A traves de unas lineas sin apenas sentido compartis parte de vuestro ser. Llorais, reis o sentis una misma emoción solo con el hecho de pasar vuestros ojos por las mismas palabras, carentes de sentido para el resto del mundo.
Kizas eso sea lo mas bonito de escribir saber ke alguien te esta leyendo, puede sonar egoista pero es un placer ke no se puede expresar con palabras........
No venía a mi ese ansia por expresarme, por ser leido. Dejar ke mis sentimientos kedaran libres y a traves de este trozito de papel. Ke kualkiera ke pasase x aki pudiese leerlos y observar a traves de ellos lo mas hondo de mi alma.
Ya sabeis, esa extraña sensación de sentirte invadido pero a la vez desear estarlo. Kerer ke alguien lea tu grito de libertad, tu desamor o tus tortuosos pensamientos, saber ke tal vez a cientos de kilometros hay un anonimo lector al ke jamas conoceras ke siente lo mismo ke tu.
A traves de unas lineas sin apenas sentido compartis parte de vuestro ser. Llorais, reis o sentis una misma emoción solo con el hecho de pasar vuestros ojos por las mismas palabras, carentes de sentido para el resto del mundo.
Kizas eso sea lo mas bonito de escribir saber ke alguien te esta leyendo, puede sonar egoista pero es un placer ke no se puede expresar con palabras........
Papa cuentame otra vez esa historia tan bonita, de aquel guerrillero loco que mataron en Bolivia. Y cuyo fusil ya nadie se atrevió a empuñar de nuevo y como desde aquel día todo parece mas feo.
El sueño del loco, el sueño del lúcido
La gente le tomaba por una persona demente. Día tras día y noche tras noche, abrazado a su botella de whisky contaba la misma historia:
“Sin darme cuenta fijo mis ojos en el horizonte, alimento las llamas de mi corazón y mi alma se dispone a viajar.
Sueño despierto un rato, y después de dibujar, crear, disfrutar y hacer unos cuantos castillos en el arena, la brisa más dulce y cálida que jamás he sentido, se los lleva. No deja ni una simple marca, ni una huella que deje constancia de que ahí, yo, un mero y simple soñador, he escrito parte de mis sueños. Quizás, bueno, quizás no, para que vamos a engañarnos, nunca se hacen realidad pero jamás ceso en mi empeño ya que pienso que el primer trazo, escupir la primera nota, el tenerlos... es el principio de un sueño hecho realidad.
A veces, despertar y ver la realidad amaneciendo por el horizonte es un duro golpe para mí; siento que me descerrajan a quemarropa, pero eso no es un impedimento; sueño dormido, despierto, tengo sueños sin soñar e incluso sueño en sueños que estoy soñando.”
Y así se pasaba los días, mirando al infinito, contemplando el despertar y el anochecer, viendo la entrada y la despedida del sol con una sonrisa de triunfo dibujada en su fatigado rostro, sin saber bien si eran los sueños de un loco o los sueños de un lúcido pero se sentía libre y guardián de un poderoso don.
Saluditos para todos. Am dml, me ha gustado muxo "Destilando un corazón (Historia de un perro)"
La gente le tomaba por una persona demente. Día tras día y noche tras noche, abrazado a su botella de whisky contaba la misma historia:
“Sin darme cuenta fijo mis ojos en el horizonte, alimento las llamas de mi corazón y mi alma se dispone a viajar.
Sueño despierto un rato, y después de dibujar, crear, disfrutar y hacer unos cuantos castillos en el arena, la brisa más dulce y cálida que jamás he sentido, se los lleva. No deja ni una simple marca, ni una huella que deje constancia de que ahí, yo, un mero y simple soñador, he escrito parte de mis sueños. Quizás, bueno, quizás no, para que vamos a engañarnos, nunca se hacen realidad pero jamás ceso en mi empeño ya que pienso que el primer trazo, escupir la primera nota, el tenerlos... es el principio de un sueño hecho realidad.
A veces, despertar y ver la realidad amaneciendo por el horizonte es un duro golpe para mí; siento que me descerrajan a quemarropa, pero eso no es un impedimento; sueño dormido, despierto, tengo sueños sin soñar e incluso sueño en sueños que estoy soñando.”
Y así se pasaba los días, mirando al infinito, contemplando el despertar y el anochecer, viendo la entrada y la despedida del sol con una sonrisa de triunfo dibujada en su fatigado rostro, sin saber bien si eran los sueños de un loco o los sueños de un lúcido pero se sentía libre y guardián de un poderoso don.
Saluditos para todos. Am dml, me ha gustado muxo "Destilando un corazón (Historia de un perro)"
a VeCeS áNGeL, a VeCeS DeMoNio... PeRo SieMPRe Yo
"eLLa eSTá SoLa eN eL HoRiZoNTe.
CaMiNo DieZ PaSoS Y eL HoRiZoNTe Se CoRRe DieZ PaSoS MáS aLLá.
¿PaRa Qué SiRVe La uToPía?.
PaRa eSo SiRVe: PaRa CaMiNaR."
"eLLa eSTá SoLa eN eL HoRiZoNTe.
CaMiNo DieZ PaSoS Y eL HoRiZoNTe Se CoRRe DieZ PaSoS MáS aLLá.
¿PaRa Qué SiRVe La uToPía?.
PaRa eSo SiRVe: PaRa CaMiNaR."
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WEno, es la primera vez que aporto algo, asi q a ver, lo publicare en varios "episodios" porq es un poco largo.
SENDEROS DE POESIA
Cogió el caminante su humilde y descosido zurrón y, tras estirar los brazos y bostezar, lo colgó en su hombro, desnudo por las brechas de su camisa llena de jirones, acosada por el polvo y las hendiduras. Se paró un momento, pensaba, igual que todas las mañanas que el frescor del alba le habría el apetito sentimental.
«La mañana se presume bonita, tal vez hoy sea el día y encuentre ese lugar donde quedarme» pensó, como todas las mañanas, y respiró con pasión el aire que le envolvía sintiendo un frescor inusitado en su ferviente pecho. Había sido una noche algo perturbada, los grillos andaban muy activos en ésta época y el olor fresco del campo invitaba a quedarse despierto y buscar en ese aroma refugio a los sueños que se negaban a dejarle. Deseaba aparcar esos sueños y aspiraciones y dormir, dormir como el ruido en el silencio, dormir tranquilo y sin preocupaciones, sin que el tener sus ojos cerrados despertara en sus entrañas las ganas de sentir, de soñar. Y al levantarse se daba cuenta de que una noche más no había podido evitarlo, había vuelto a soñar. Y su cerebro le recordaba: «hay que ser positivo, mi buen viajero», y todas las mañanas se planteaba que este podía ser el día que acabara su vagar sin sentido.
No perdió más tiempo turbando sus pensamientos, emprendió ese camino que sólo existía para él; se dirigió a ninguna parte, a donde sus eternamente independientes piernas decidieran conducirle, como siempre. Pero en un vagar tan perdido, el estómago también reclama lo que es suyo. El joven caminante tuvo que pedir a sus piernas que hicieran un alto en el camino. Así lo hicieron.
Se sentó bajo la sombra reconfortante de un árbol, que parecía un nogal, o un roble, no estaba seguro. Buscó en su zurrón los frutos que había recolectado y guardado el día anterior. Mientras los comía se recordó a sí mismo que debía encontrar más frutos durante su caminar ese mismo día, por si acaso no fuera este el día... Se deseó suerte, no quería desviarse, así que prefería que la comida estuviera en su camino.
Su estómago al fin se dio por satisfecho y consciente de ello, el caminante se dispuso a continuar.
Apenas se había levantado cuando vio escrito en la corteza del árbol algo que parecía un refrán o un poema corto. Estaba grabado con un cuchillo, de eso no le cabía ninguna duda, la corteza del árbol era dura y estaba fuertemente penetrada. No eran muchas las palabras que había escritas, pero las suficientes como para que a autor le hubiera costada un gran esfuerzo expresarse. El joven se acercó y leyó:
“Pobre caminante, que deseas buscar un hogar,
olvidas que lo que en realidad amas es el camino
y la felicidad que buscas no se halla en ningún lugar
por eso no podrás abandonar ese sendero que marca tu destino”
No pudo evitar quedarse petrificado ante tal mensaje, de tal belleza y significado, era uno de esos mensajes que jamás podría transmitir con sus pobres y simples poemas, guardados en su mente. Sin embargo, parecía que estaba especialmente dirigido a él, como si supieran que iba a pasar por allí. Eso era imposible, nunca seguía un rumbo fijo, sólo el rumbo que le dictaba el viento, el ambiente, la inclinación del monte, en fin, todo. No podían conocer su camino.
Siguió caminando.
Pero nada fue igual en su caminar. Las palabras del árbol resonaban en su mente, turbaban más todavía sus intranquilas noches. ¿Tendrían razón? ¿Amaría tanto el camino como par no abandonarlo? Decidió hacer caso a las palabras, no buscaría incesantemente un lugar donde llorar todas las noches, se concentraría en disfrutar del camino.[/b]
SENDEROS DE POESIA
Cogió el caminante su humilde y descosido zurrón y, tras estirar los brazos y bostezar, lo colgó en su hombro, desnudo por las brechas de su camisa llena de jirones, acosada por el polvo y las hendiduras. Se paró un momento, pensaba, igual que todas las mañanas que el frescor del alba le habría el apetito sentimental.
«La mañana se presume bonita, tal vez hoy sea el día y encuentre ese lugar donde quedarme» pensó, como todas las mañanas, y respiró con pasión el aire que le envolvía sintiendo un frescor inusitado en su ferviente pecho. Había sido una noche algo perturbada, los grillos andaban muy activos en ésta época y el olor fresco del campo invitaba a quedarse despierto y buscar en ese aroma refugio a los sueños que se negaban a dejarle. Deseaba aparcar esos sueños y aspiraciones y dormir, dormir como el ruido en el silencio, dormir tranquilo y sin preocupaciones, sin que el tener sus ojos cerrados despertara en sus entrañas las ganas de sentir, de soñar. Y al levantarse se daba cuenta de que una noche más no había podido evitarlo, había vuelto a soñar. Y su cerebro le recordaba: «hay que ser positivo, mi buen viajero», y todas las mañanas se planteaba que este podía ser el día que acabara su vagar sin sentido.
No perdió más tiempo turbando sus pensamientos, emprendió ese camino que sólo existía para él; se dirigió a ninguna parte, a donde sus eternamente independientes piernas decidieran conducirle, como siempre. Pero en un vagar tan perdido, el estómago también reclama lo que es suyo. El joven caminante tuvo que pedir a sus piernas que hicieran un alto en el camino. Así lo hicieron.
Se sentó bajo la sombra reconfortante de un árbol, que parecía un nogal, o un roble, no estaba seguro. Buscó en su zurrón los frutos que había recolectado y guardado el día anterior. Mientras los comía se recordó a sí mismo que debía encontrar más frutos durante su caminar ese mismo día, por si acaso no fuera este el día... Se deseó suerte, no quería desviarse, así que prefería que la comida estuviera en su camino.
Su estómago al fin se dio por satisfecho y consciente de ello, el caminante se dispuso a continuar.
Apenas se había levantado cuando vio escrito en la corteza del árbol algo que parecía un refrán o un poema corto. Estaba grabado con un cuchillo, de eso no le cabía ninguna duda, la corteza del árbol era dura y estaba fuertemente penetrada. No eran muchas las palabras que había escritas, pero las suficientes como para que a autor le hubiera costada un gran esfuerzo expresarse. El joven se acercó y leyó:
“Pobre caminante, que deseas buscar un hogar,
olvidas que lo que en realidad amas es el camino
y la felicidad que buscas no se halla en ningún lugar
por eso no podrás abandonar ese sendero que marca tu destino”
No pudo evitar quedarse petrificado ante tal mensaje, de tal belleza y significado, era uno de esos mensajes que jamás podría transmitir con sus pobres y simples poemas, guardados en su mente. Sin embargo, parecía que estaba especialmente dirigido a él, como si supieran que iba a pasar por allí. Eso era imposible, nunca seguía un rumbo fijo, sólo el rumbo que le dictaba el viento, el ambiente, la inclinación del monte, en fin, todo. No podían conocer su camino.
Siguió caminando.
Pero nada fue igual en su caminar. Las palabras del árbol resonaban en su mente, turbaban más todavía sus intranquilas noches. ¿Tendrían razón? ¿Amaría tanto el camino como par no abandonarlo? Decidió hacer caso a las palabras, no buscaría incesantemente un lugar donde llorar todas las noches, se concentraría en disfrutar del camino.[/b]
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segunda parte:
En el primer albergue que se cruzó, el joven no lo dudó, se quedó a dormir y le pidió al encargado un papel y un lápiz. Una de las personas que se encontraba allí, al ver el aspecto algo extravagante del caminante, no dudó en interesarse por él.
—¿Cómo debería llamaros, joven viajero?— preguntó, curioso.
—Mi nombre poco importa, buen hombre. No soy más que un vagabundo de la vida, un vividor de la soledad, un simple juglar de los senderos de la poesía.
—Y dígame, amigo juglar. Podría mostrarme el lugar para seguir esos senderos de la poesía.
—¡Qué más quisiera yo, buen hombre! Mas desconozco a donde llevan y de donde parten esos senderos. Tan sólo me conformo con tomar algún camino alternativo, y tal vez, al ocaso de mi existencia descubrir los secretos de ese preciado arte.
—Pues debo decirle, amigo juglar, que ha alcanzado una vereda muy cercana a esos senderos. Sus palabras me estremecen el existir.
—No consigo más que unir palabras de forma musical. Jamás lograré que las palabras desgarren la mente, el alma y los corazones de quienes se impregnen de ellas, ni tampoco dejarán en sus bocas el sabor agrio de los versos de desesperanza, ni humedecerán sus caras, pues la tinta con la que yo impregno el papel no tiene esos poderes.
—Veo que sois un juglar con una mala idea de sí mismo. Debo aconsejaros que para poder seguir ganándoos la vida divirtiendo a la gente, lo más importante es que vosotros os divirtáis y consideréis que lo que estáis haciendo merece la pena.
—Tal vez tengáis razón. Intentaré tenerlo en cuenta.
—Gracias, es mi humilde recomendación. ¿Podría saber de dónde venís o a dónde os dirigís con vuestro zurrón y vuestra guitarra?
—Vengo de un lugar donde todavía mi nombre no resuena como una leyenda, ni creo que lo haga. Y me dirijo a donde me lleve el viento, a donde acabe el sendero, o a donde empiece, ni tan siquiera yo lo sé.
—Debo decirle que sus respuestas me intrigan, parecéis decidido a no contestarme.
—Espero que no lo interpretéis como una ofensa, buen amigo. Tan sólo guardo un respeto a lo que soy, que de hecho, hasta yo lo desconozco. Y como cada vez desconozco más de mí mismo se me hace más duro seguir el sendero.
—Cuando un camino o un viaje es duro, es mejor hacerlo en compañía...
—Ya lo sé, mas de momento no he encontrado acompañante, ni princesas ni compañeros de fatigas, tan sólo gentes ociosas que disfrutaban o no de mis poemas y de mis historias.
—Tal vez sólo sea cuestión de tiempo...
—Tal vez... pero esperar cansa.
—Le entiendo mejor de lo que cree, amigo juglar.
Los dos se miraron, callados, durante un momento.
—Todavía no me ha dicho su nombre, buen hombre...
—Como vos, poco importa mi nombre... Podéis llamarme Ululador de silencios, que es como me gusta llamarme y como me conocen. Ni siquiera recuerdo mi verdadero nombre.
—¿Por qué se puso ese nombre, ululador?
—Porque deseo fervientemente hablar de todo lo que bulle en mi interior pero no me sale más que silencio...
—¿Cómo ganáis vuestro cacho de pan cada semana, ululador?
—Ayudo a la gente, o eso intento. Viajo de un pueblo a otro, también sigo ese camino sin rumbo, me llaman sabio... desconocen que simplemente mantengo la cordura y veo la realidad con filosofía, eso no es sabiduría...
—No irá a cobrarme esta conversación...
—No pensaba... pero si usted no considera como yo que esta es una conversación entre amigos, sí.
—Perdóneme, no era mi intención ofenderle, pero mi zurrón puede suministrarme muchas más monedas...
—No se preocupe, joven amigo. Por cierto, podría usted también buscar un nombre artístico, a un juglar siempre le viene bien que los ciudadanos puedan identificarle.
—Deberé hacerle caso de nuevo, sabio ululador.
—Eso espero, estoy seguro que le será de gran ayuda seguir mi consejo
—Muchas gracias entonces.
—No tiene que darlas... —se levanta y le tiende la mano al juglar— Debo irme a dormir, amigo juglar, le ruego que me disculpe...
—Por supuesto, sabio ululador. Yo también iré a dormir.
Y así lo hicieron ambos.
En el primer albergue que se cruzó, el joven no lo dudó, se quedó a dormir y le pidió al encargado un papel y un lápiz. Una de las personas que se encontraba allí, al ver el aspecto algo extravagante del caminante, no dudó en interesarse por él.
—¿Cómo debería llamaros, joven viajero?— preguntó, curioso.
—Mi nombre poco importa, buen hombre. No soy más que un vagabundo de la vida, un vividor de la soledad, un simple juglar de los senderos de la poesía.
—Y dígame, amigo juglar. Podría mostrarme el lugar para seguir esos senderos de la poesía.
—¡Qué más quisiera yo, buen hombre! Mas desconozco a donde llevan y de donde parten esos senderos. Tan sólo me conformo con tomar algún camino alternativo, y tal vez, al ocaso de mi existencia descubrir los secretos de ese preciado arte.
—Pues debo decirle, amigo juglar, que ha alcanzado una vereda muy cercana a esos senderos. Sus palabras me estremecen el existir.
—No consigo más que unir palabras de forma musical. Jamás lograré que las palabras desgarren la mente, el alma y los corazones de quienes se impregnen de ellas, ni tampoco dejarán en sus bocas el sabor agrio de los versos de desesperanza, ni humedecerán sus caras, pues la tinta con la que yo impregno el papel no tiene esos poderes.
—Veo que sois un juglar con una mala idea de sí mismo. Debo aconsejaros que para poder seguir ganándoos la vida divirtiendo a la gente, lo más importante es que vosotros os divirtáis y consideréis que lo que estáis haciendo merece la pena.
—Tal vez tengáis razón. Intentaré tenerlo en cuenta.
—Gracias, es mi humilde recomendación. ¿Podría saber de dónde venís o a dónde os dirigís con vuestro zurrón y vuestra guitarra?
—Vengo de un lugar donde todavía mi nombre no resuena como una leyenda, ni creo que lo haga. Y me dirijo a donde me lleve el viento, a donde acabe el sendero, o a donde empiece, ni tan siquiera yo lo sé.
—Debo decirle que sus respuestas me intrigan, parecéis decidido a no contestarme.
—Espero que no lo interpretéis como una ofensa, buen amigo. Tan sólo guardo un respeto a lo que soy, que de hecho, hasta yo lo desconozco. Y como cada vez desconozco más de mí mismo se me hace más duro seguir el sendero.
—Cuando un camino o un viaje es duro, es mejor hacerlo en compañía...
—Ya lo sé, mas de momento no he encontrado acompañante, ni princesas ni compañeros de fatigas, tan sólo gentes ociosas que disfrutaban o no de mis poemas y de mis historias.
—Tal vez sólo sea cuestión de tiempo...
—Tal vez... pero esperar cansa.
—Le entiendo mejor de lo que cree, amigo juglar.
Los dos se miraron, callados, durante un momento.
—Todavía no me ha dicho su nombre, buen hombre...
—Como vos, poco importa mi nombre... Podéis llamarme Ululador de silencios, que es como me gusta llamarme y como me conocen. Ni siquiera recuerdo mi verdadero nombre.
—¿Por qué se puso ese nombre, ululador?
—Porque deseo fervientemente hablar de todo lo que bulle en mi interior pero no me sale más que silencio...
—¿Cómo ganáis vuestro cacho de pan cada semana, ululador?
—Ayudo a la gente, o eso intento. Viajo de un pueblo a otro, también sigo ese camino sin rumbo, me llaman sabio... desconocen que simplemente mantengo la cordura y veo la realidad con filosofía, eso no es sabiduría...
—No irá a cobrarme esta conversación...
—No pensaba... pero si usted no considera como yo que esta es una conversación entre amigos, sí.
—Perdóneme, no era mi intención ofenderle, pero mi zurrón puede suministrarme muchas más monedas...
—No se preocupe, joven amigo. Por cierto, podría usted también buscar un nombre artístico, a un juglar siempre le viene bien que los ciudadanos puedan identificarle.
—Deberé hacerle caso de nuevo, sabio ululador.
—Eso espero, estoy seguro que le será de gran ayuda seguir mi consejo
—Muchas gracias entonces.
—No tiene que darlas... —se levanta y le tiende la mano al juglar— Debo irme a dormir, amigo juglar, le ruego que me disculpe...
—Por supuesto, sabio ululador. Yo también iré a dormir.
Y así lo hicieron ambos.
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tercera y ultima parte:
El joven juglar durmió mejor que nunca, con la mente descansada y sin llorar por sus sueños sin cumplir.
Al levantarse se acordó que debería seguir caminando hoy también, No había más casas rodeando el solitario albergue, no había más gente que entretener que la que se alojaba en ese mismo albergue, y sinceramente, eran muy pocos.
Cogió el papel y el lápiz que había conseguido en día anterior e intentó recordar las lecciones que de pequeño le había dado su maestro, un humilde trovador de sueños. Al principio le costó escribir las primeras palabras en el papel indefenso, siempre a la espera, pero al cabo de los minutos, la maña se impuso o volvió a poder usar su vieja letra, tan legible como cualquier otra. Tardó varias horas en transcribir todos los poemas y canciones que su cerebro recordaba y muchas veces, cuando creía que este era él ultimo, un nuevo poema venía a su mente. Eran poemas y canciones populares, que le había enseñado su maestro, o que había ido aprendiendo en su vagar por todo tipo de localidades. Eran muchos y variados, por eso, al joven juglar, se le ocurrían continuas mezclas de versos, algunos los cambiaba, ya ahora le añadía esta descripción, y ahora esta otra, y comenzó a utilizar anáforas, y escribió, dejando que su lápiz hiciera sólo el camino, que expresara lo que debía de expresar, o tal vez sólo que quería expresar, o sólo lo que sabía expresar, todavía desconocía eso.
Al cabo de varias horas, que habían pasado en unos pocos segundos, decidió hacer un alto en su camino virtual, cogió los papeles que había desvirgado y escuchó lo que la tinta le decía. Era bonito, algunos eran incluso más bonitos que los que conocía hasta ahora.
Intentó clasificarlos por el orden que los había escrito, no lo recordaba bien. Tras otros buenos minutos observando y clasificando lo que había escrito. Les bautizó con el nombre de vómitos, eran palabras vomitadas de su alma, de su corazón, de su mente, de su mano, de su lápiz, que se había convertido por unas horas en una parte más de su cuerpo. De pronto empezaba a comprender todos los senderos que llevaban al sendero, a ese ansiado camino donde la poesía, los sentimientos y las palabras, eran protagonistas absolutos.
Al fin echa la clasificación, observó el que había sido su primer vómito.
“Cada paso que doy más en este camino empedrado
voy dándome cuenta que no tiene salidas posibles
que por más que busque en cualquier lado
lo único que me une al exterior es un espejo sensible
que parece comunicarme, pero sigo aislado,
porque sigo amando mi celda de barrotes invencibles”
Tenía mucho que ver con el poema que había visto escrito en el árbol, ese poema era sin duda el primer poema verdadero que había leído en su vida, el primero que había sido vomitado para que el resto los disfrutara, era el primer poema que le había hecho sentir. Esto le hizo llegar a otra conclusión más de las muchas que había realizado y que luego pretendía consultar con un poeta de verdad. La conclusión era clara, el primer poema que leemos, el primer poema que cala en nuestro pecho, no sólo será el que siempre nos acompañe, sino que es el que inicia nuestros escritos, por lo menos los primeros.
Guardó todo en su zurrón, que comenzaba a reclamar más espacio, o menos cosas, lo que parecía mejor opción, se echó la guitarra a la espalda y salió de la habitación con intención de pagar al casero.
Bajando las escaleras se encontró con su compañero el Ululador, que también bajaba, y parecía tener intención de irse. Le saludó y continuó, no tenía tiempo para entretenerse, a pesar de que le apetecía enormemente tener una charla con la que hasta ahora había sido la única persona que le había entendido, a excepción tal vez de su maestro.
—¿Cuánto le debo, señor?— preguntó al encontrar al casero.
—Exactamente lo que lleva usted en la mano,— le respondió el casero al mirar las monedas que tenía el juglar en la mano— ¿tenía usted ya la cuenta hecha?
—Podéis creerme si le digo que no, señor. Es todo lo que tengo, me dejáis en la ruina.
—Yo lo siento mucho, pero tiene que pagar.
Así lo hizo. Se marchó algo indignado y continuó su camino, aunque ya desconocía cuál era el objetivo de seguir caminando, simplemente seguía.
No hubo recorrido cien metros cuando oyó tras de sí una voz que le llamaba. Era el ululador.
—Esperad, buen amigo, me dirijo en el mismo lugar que vos, ¿podría acompañaros?
—Faltaría más, amigo ululador, será todo un honor para mí.
Y así caminaron, juntos, hablaron, rieron, se sintieron unidos, y el juglar por primera vez noto que alguien estaba con él en el camino, que no estaba en el otro lado del cristal. Al cabo de unos días, el juglar decidió preguntarle algo:
—Amigo ululador, usted me ha demostrado hasta ahora ser una persona muy sabia y con gran conocimiento. Quería saber qué es para usted la poesía.
El sabio se quedó unos segundos mirándole, algo sorprendido, pero enseguida sonrío y respondió.
—Poesía es, mi querido amigo... poesía es todo, el aire que ahora estas respirando, el atardecer que esta ofreciéndose al mirar de tus ojos, las piedras que reclaman tu atención metiéndose en tu zapato, los árboles que nos protegen del Sol... todo absolutamente es poesía. Pero dentro de la poesía existe otro tipo, la poesía escrita, o cantada, que es la que tu conoces. Este tipo de poesía puede llevar rima, puede llevar métrica, puede estructurarse en un determinado orden de estrofas, pero también puede prescindir de todo esto y seguir siendo poesía, igual que la otra, sin que por ello valga menos, simplemente esta planteada de otra manera, pero no deja de ser poesía, porque al escribir poesía, la persona que la esta escribiendo esta transmitiendo algo que siente, o piensa, u observa, pero para ello no necesita rima ni métrica, tan sólo no mentir al papel. Ese es el secreto de la poesía, no mentirle al papel, pues este siempre se da cuenta de la mentira, si no dices la verdad, jamás serás un buen poeta.
Y siguieron caminando, hablando, riendo y disfrutando del camino, y el juglar, sin saber porqué, ya sabía que había sido ese ululador que le acompañaba el que había escrito el poema en el árbol.
Se hicieron inseparables, hacían el camino juntos y como si fueran uno, ya no sentían añoranza por encontrar fin al camino, sólo los disfrutaban todo lo que podían. Estuvieron en todos los acontecimientos del momento, cantaron y aconsejaron a todo el que se encontraron por el camino. Y lo más importante, continuaron surcando el sendero independiente de la poesía, escribían y se enseñaban sus vómitos, se criticaban o alababan, pero nunca eran muy duros, los dos sabían que vomitar era muy doloroso, incluso consiguieron que les recopilaran todos sus poemas que fueron repartidos por uno de los pueblos que surcaron.
Eran los dos hombres más felices del mundo hasta que se cruzó una princesa, pero esa es otra historia, tal vez mañana os la cuente...
El joven juglar durmió mejor que nunca, con la mente descansada y sin llorar por sus sueños sin cumplir.
Al levantarse se acordó que debería seguir caminando hoy también, No había más casas rodeando el solitario albergue, no había más gente que entretener que la que se alojaba en ese mismo albergue, y sinceramente, eran muy pocos.
Cogió el papel y el lápiz que había conseguido en día anterior e intentó recordar las lecciones que de pequeño le había dado su maestro, un humilde trovador de sueños. Al principio le costó escribir las primeras palabras en el papel indefenso, siempre a la espera, pero al cabo de los minutos, la maña se impuso o volvió a poder usar su vieja letra, tan legible como cualquier otra. Tardó varias horas en transcribir todos los poemas y canciones que su cerebro recordaba y muchas veces, cuando creía que este era él ultimo, un nuevo poema venía a su mente. Eran poemas y canciones populares, que le había enseñado su maestro, o que había ido aprendiendo en su vagar por todo tipo de localidades. Eran muchos y variados, por eso, al joven juglar, se le ocurrían continuas mezclas de versos, algunos los cambiaba, ya ahora le añadía esta descripción, y ahora esta otra, y comenzó a utilizar anáforas, y escribió, dejando que su lápiz hiciera sólo el camino, que expresara lo que debía de expresar, o tal vez sólo que quería expresar, o sólo lo que sabía expresar, todavía desconocía eso.
Al cabo de varias horas, que habían pasado en unos pocos segundos, decidió hacer un alto en su camino virtual, cogió los papeles que había desvirgado y escuchó lo que la tinta le decía. Era bonito, algunos eran incluso más bonitos que los que conocía hasta ahora.
Intentó clasificarlos por el orden que los había escrito, no lo recordaba bien. Tras otros buenos minutos observando y clasificando lo que había escrito. Les bautizó con el nombre de vómitos, eran palabras vomitadas de su alma, de su corazón, de su mente, de su mano, de su lápiz, que se había convertido por unas horas en una parte más de su cuerpo. De pronto empezaba a comprender todos los senderos que llevaban al sendero, a ese ansiado camino donde la poesía, los sentimientos y las palabras, eran protagonistas absolutos.
Al fin echa la clasificación, observó el que había sido su primer vómito.
“Cada paso que doy más en este camino empedrado
voy dándome cuenta que no tiene salidas posibles
que por más que busque en cualquier lado
lo único que me une al exterior es un espejo sensible
que parece comunicarme, pero sigo aislado,
porque sigo amando mi celda de barrotes invencibles”
Tenía mucho que ver con el poema que había visto escrito en el árbol, ese poema era sin duda el primer poema verdadero que había leído en su vida, el primero que había sido vomitado para que el resto los disfrutara, era el primer poema que le había hecho sentir. Esto le hizo llegar a otra conclusión más de las muchas que había realizado y que luego pretendía consultar con un poeta de verdad. La conclusión era clara, el primer poema que leemos, el primer poema que cala en nuestro pecho, no sólo será el que siempre nos acompañe, sino que es el que inicia nuestros escritos, por lo menos los primeros.
Guardó todo en su zurrón, que comenzaba a reclamar más espacio, o menos cosas, lo que parecía mejor opción, se echó la guitarra a la espalda y salió de la habitación con intención de pagar al casero.
Bajando las escaleras se encontró con su compañero el Ululador, que también bajaba, y parecía tener intención de irse. Le saludó y continuó, no tenía tiempo para entretenerse, a pesar de que le apetecía enormemente tener una charla con la que hasta ahora había sido la única persona que le había entendido, a excepción tal vez de su maestro.
—¿Cuánto le debo, señor?— preguntó al encontrar al casero.
—Exactamente lo que lleva usted en la mano,— le respondió el casero al mirar las monedas que tenía el juglar en la mano— ¿tenía usted ya la cuenta hecha?
—Podéis creerme si le digo que no, señor. Es todo lo que tengo, me dejáis en la ruina.
—Yo lo siento mucho, pero tiene que pagar.
Así lo hizo. Se marchó algo indignado y continuó su camino, aunque ya desconocía cuál era el objetivo de seguir caminando, simplemente seguía.
No hubo recorrido cien metros cuando oyó tras de sí una voz que le llamaba. Era el ululador.
—Esperad, buen amigo, me dirijo en el mismo lugar que vos, ¿podría acompañaros?
—Faltaría más, amigo ululador, será todo un honor para mí.
Y así caminaron, juntos, hablaron, rieron, se sintieron unidos, y el juglar por primera vez noto que alguien estaba con él en el camino, que no estaba en el otro lado del cristal. Al cabo de unos días, el juglar decidió preguntarle algo:
—Amigo ululador, usted me ha demostrado hasta ahora ser una persona muy sabia y con gran conocimiento. Quería saber qué es para usted la poesía.
El sabio se quedó unos segundos mirándole, algo sorprendido, pero enseguida sonrío y respondió.
—Poesía es, mi querido amigo... poesía es todo, el aire que ahora estas respirando, el atardecer que esta ofreciéndose al mirar de tus ojos, las piedras que reclaman tu atención metiéndose en tu zapato, los árboles que nos protegen del Sol... todo absolutamente es poesía. Pero dentro de la poesía existe otro tipo, la poesía escrita, o cantada, que es la que tu conoces. Este tipo de poesía puede llevar rima, puede llevar métrica, puede estructurarse en un determinado orden de estrofas, pero también puede prescindir de todo esto y seguir siendo poesía, igual que la otra, sin que por ello valga menos, simplemente esta planteada de otra manera, pero no deja de ser poesía, porque al escribir poesía, la persona que la esta escribiendo esta transmitiendo algo que siente, o piensa, u observa, pero para ello no necesita rima ni métrica, tan sólo no mentir al papel. Ese es el secreto de la poesía, no mentirle al papel, pues este siempre se da cuenta de la mentira, si no dices la verdad, jamás serás un buen poeta.
Y siguieron caminando, hablando, riendo y disfrutando del camino, y el juglar, sin saber porqué, ya sabía que había sido ese ululador que le acompañaba el que había escrito el poema en el árbol.
Se hicieron inseparables, hacían el camino juntos y como si fueran uno, ya no sentían añoranza por encontrar fin al camino, sólo los disfrutaban todo lo que podían. Estuvieron en todos los acontecimientos del momento, cantaron y aconsejaron a todo el que se encontraron por el camino. Y lo más importante, continuaron surcando el sendero independiente de la poesía, escribían y se enseñaban sus vómitos, se criticaban o alababan, pero nunca eran muy duros, los dos sabían que vomitar era muy doloroso, incluso consiguieron que les recopilaran todos sus poemas que fueron repartidos por uno de los pueblos que surcaron.
Eran los dos hombres más felices del mundo hasta que se cruzó una princesa, pero esa es otra historia, tal vez mañana os la cuente...
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- fitipaldis.com #1
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- Joined: 01 Feb 2004, 19:48
- Location: justo al otro lado de la pantalla
-No te abandones, contrólate. Seca tus lágrimas, lávate la cara, haz de tus preocupaciones una pequeña píldora y trágatela, guárdala donde no pueda dolerte más.. ¿No lo has hecho siempre? mírate al espejo, ensaya una sonrisa. Pronto volverán y tienen que pensar que todo va como siempre... Y escribe, escribe todo lo que pienses; recuerda cuántas veces escribir ha salvado tu cordura.
Autodestrúyete si quieres, pero no arrastres contigo a los que te rodean. Nunca, nunca vuelvas a dejar que alguien se te acerque tanto como para verte realmente, sabes que nadie lo soporta; los monstruos deben quedarse en la oscuridad, en las pesadillas. ¿todavía no comprendes que nadie va a aceptarlo nunca?
Pero tranquila, me tienes a mí, es decir, a tí misma; no necesitas a nadie más. Como todos. ¿Ni siquiera puedes resolver tus problemas tú misma? querida, éste es el mundo real, tienes que aprender a volverte piedra y no sentir, a no dejar que te afecte nada.
Y ahora deja de pensar tonterías, tienes que salir de aqui, vivr tu vida, volar... volar sobre las dudas, los demonios, las pesadillas y dejarlos muy, muy abajo, donde ya no te acuerdes de que existen.
-¿Y qué hago con los que también tienen alas y me persiguen cuando me elevo?
Autodestrúyete si quieres, pero no arrastres contigo a los que te rodean. Nunca, nunca vuelvas a dejar que alguien se te acerque tanto como para verte realmente, sabes que nadie lo soporta; los monstruos deben quedarse en la oscuridad, en las pesadillas. ¿todavía no comprendes que nadie va a aceptarlo nunca?
Pero tranquila, me tienes a mí, es decir, a tí misma; no necesitas a nadie más. Como todos. ¿Ni siquiera puedes resolver tus problemas tú misma? querida, éste es el mundo real, tienes que aprender a volverte piedra y no sentir, a no dejar que te afecte nada.
Y ahora deja de pensar tonterías, tienes que salir de aqui, vivr tu vida, volar... volar sobre las dudas, los demonios, las pesadillas y dejarlos muy, muy abajo, donde ya no te acuerdes de que existen.
-¿Y qué hago con los que también tienen alas y me persiguen cuando me elevo?
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- fitipaldi reconocido
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- Joined: 25 Oct 2003, 01:57
- Location: en cada riconcito de corazon de kien se acuerde de mi
Aki otra vez
Hacía un pillon de tiempo ke no escribia nada asin ke ahi os dejo algo, no se si os gustara pero bueno ahi keda
Bueno aquí ando otra vez escribiendo absurdas líneas para que pases un rato con ellas.
Ya te he dicho que hoy me he levantado mal, ya sabes. Seguro que tu también has tenido muchos días en lo que no te apetece nada. Días, en los que el mero hecho de levantarse de la cama supone un esfuerzo sobrehumano que no merece la pena realizar.
Como es normal en mí, lo he achacado a los sabados y generalmente no voy muy desencaminado con esa afirmación. Ese día de la semana en que casi todo esta permitido, donde los tabús se dejan a un lado. Generalmente esto lleva a consecuencias bastante nefastas y como cada siete días sueles perder esa batalla con el alcohol, que te juraste ganar.
Aunque no era ese mi tipo de bajón, esta vez no era la resaca la que me causaba el malestar, simplemente me sentía mal. Ya sé que es difícil de entender así, escribiéndolo con palabras pero seguro que si tú has pasado algún día como estos sabrás a lo que me refiero.
Por eso quiero darte las gracias, sabiendo que te preguntaras el motivo. Es bastante sencillo, simplemente que estaba tirado en la cama sin ganas de nada. Pensando en el motivo de mi desgana y llegando a la conclusión que simplemente estaba triste.
Esa tristeza que te inunda sin motivo aparente y te hace tener frío, sentirte muerto. Una carcasa inerte sin sentimientos, a la que la rutina de la vida le ha robado las ganas de seguir viviendo.
Aquí es donde entras tú. De repente tu recuerdo se ha abierto paso a través del pesimismo de mi ser. Tu mera ilusión, sentirte a mi lado me ha devuelto el calor perdido y sin pensarlo dos veces me he levantado. He ido a la ducha cantando y he dado los buenas días con una voz rebosante de alegría.
Salir a la calle con esa estúpida sonrisa puesta en la cara y con ganas de comerme el mundo
X eso gracias.
Bueno aquí ando otra vez escribiendo absurdas líneas para que pases un rato con ellas.
Ya te he dicho que hoy me he levantado mal, ya sabes. Seguro que tu también has tenido muchos días en lo que no te apetece nada. Días, en los que el mero hecho de levantarse de la cama supone un esfuerzo sobrehumano que no merece la pena realizar.
Como es normal en mí, lo he achacado a los sabados y generalmente no voy muy desencaminado con esa afirmación. Ese día de la semana en que casi todo esta permitido, donde los tabús se dejan a un lado. Generalmente esto lleva a consecuencias bastante nefastas y como cada siete días sueles perder esa batalla con el alcohol, que te juraste ganar.
Aunque no era ese mi tipo de bajón, esta vez no era la resaca la que me causaba el malestar, simplemente me sentía mal. Ya sé que es difícil de entender así, escribiéndolo con palabras pero seguro que si tú has pasado algún día como estos sabrás a lo que me refiero.
Por eso quiero darte las gracias, sabiendo que te preguntaras el motivo. Es bastante sencillo, simplemente que estaba tirado en la cama sin ganas de nada. Pensando en el motivo de mi desgana y llegando a la conclusión que simplemente estaba triste.
Esa tristeza que te inunda sin motivo aparente y te hace tener frío, sentirte muerto. Una carcasa inerte sin sentimientos, a la que la rutina de la vida le ha robado las ganas de seguir viviendo.
Aquí es donde entras tú. De repente tu recuerdo se ha abierto paso a través del pesimismo de mi ser. Tu mera ilusión, sentirte a mi lado me ha devuelto el calor perdido y sin pensarlo dos veces me he levantado. He ido a la ducha cantando y he dado los buenas días con una voz rebosante de alegría.
Salir a la calle con esa estúpida sonrisa puesta en la cara y con ganas de comerme el mundo
X eso gracias.
Papa cuentame otra vez esa historia tan bonita, de aquel guerrillero loco que mataron en Bolivia. Y cuyo fusil ya nadie se atrevió a empuñar de nuevo y como desde aquel día todo parece mas feo.