Una hora me he pasado leyendo el texto, Cronopio. Y debo decir que ha sido una hora bien usada.
El texto es muy interesante. No creo que haya mucho que discutir sobre la parte histórica, al menos yo no tengo conocimientos suficientes para hacerlo. Aclaro desde ya que no se trata de una historia de los nacionalismos, sino una historia del Nacionalismo, genéricamente.
Hay un par de secciones, en la zona de las conclusiones, que me gustaría destacar (y que, por ello voy a citar aqui).
NACIONALISMO Y PATRIOTISMO
Los grandes equívocos que se producen con el nacionalismo se deben a su ambigüedad. El nacionalismo suele ser presentado como amor a la nación, y ¿cómo no tener en la mayor estima a la propia patria? Lo contrario sería de mal nacidos e ingratos. Pero eso no es ser nacionalista. Ser nacionalista es desear hacer coincidir la frontera nacional con los límites de un Estado. Que etnicidad y ciudadanía sean una y la misma cosa. Y eso conduce a aberraciones como tratar de abolir las diferencias nacionales dentro de un Estado (uniformización cultural) o al absurdo no menor de pretender que cada nación, por minúscula que sea, tenga su propio Estado.
La lealtad para con un grupo es uno de los rasgos esenciales de la naturaleza humana (algo que los individualistas se niegan a entender). A lo largo de la Historia los hombres han sido leales a su familia, a su clan y tribu, a su ciudad o región, a su confesión religiosa... Pero la lealtad al Estado, concebido como Estado-nación, es algo históricamente muy reciente y absolutamente característico de Occidente. No veo la razón por la que un hecho como éste, sin profundas raíces históricas, deba ser sacralizado.
El nacionalismo es una idea que, personalmente, estimo que es absurda, aberrante y criminal. Es responsable de muchas de las desgracias que se han abatido sobre el mundo en la Historia contemporánea. Sin embargo, esto no significa que los pueblos, las naciones, no tengan pleno derecho a hacer valer, a defender, sus peculiaridades nacionales. Éstas suponen diversidad cultural y por tanto son enriquecedoras para el conjunto de la Humanidad. Pero de ahí a hacer de las naciones algo sacrosanto, a oponer a nación contra nación, por principio y como método, hay una abismal diferencia. La defensa de la diferencia nacional es algo positivo, éticamente justificable, pero el nacionalismo, verdadero "individualismo de los pueblos", es algo trágico.
Cada día es mayor la concienciación a favor de la defensa de la bio-diversidad. De la misma manera, un gran proyecto para el futuro es la defensa de la etno-diversidad. Pero no creo en el cosmopolitismo, porque éste no es sino una justificación del mundialismo. El cosmopolitismo es nivelador, uniformizador, y no pretende crear una cultura universal que sea válida para todos los seres humanos, sino imponer una determinada cultura al resto de la humanidad. Actualmente, claro está, se trata del american way of life. El cosmopolitismo es la ideología orgánica de las multinacionales, así de simple, que pretende que en Bangkok y en Barcelona, en Helsinki y Johannesburgo, exista una misma cultura. Si las burguesías nacionales se apoyaron en el Estado nacional y el nacionalismo para crear los mercados nacionales, en la actualidad, en el mundo de la economía planetaria, el cosmopolitismo es la ideología que sustenta el proyecto de dar forma definitiva al mercado mundial.
El cosmopolitismo no es la antítesis del nacionalismo, sino su continuación lógica. De la misma manera que los nacionalismos laminaron las diferencias regionales en cada Estado, para crear el marco del mercado nacional, hoy las diferencias culturales entre los Estados nacionales tienden a ser abolidas en bien del mercado mundial. Se trata, simplemente, de un peldaño superior, pero en la misma escalera. La antítesis del nacionalismo no es el cosmopolitismo, sino el universalismo de la diferencia.
Pero, a mi modo de ver, el principal peligro que hoy encierra el nacionalismo es el de continuar con su dinámica propia de enfrentar a una nación contra otra, en vez de tomar en consideración que hoy el gran problema no son los agravios históricos contra la nación vecina, sino la necesidad de combatir todas las naciones juntas contra el avance del cosmopolitismo. Hay tantos ejemplos que poner que podría llegar a aburrir. Los nacionalistas vascos consideran que su gran problema es el imperialismo español, como si una Euskadi totalmente independiente fuera a ser la mejor garantía de supervivencia de su cultura nacional. Más lejos de aquí, el espectáculo que nos han ofrecido las recientes guerras balcánicas no deja de ser desalentador. Los nacionalistas serbios se han empeñado en aniquilar a los nacionalistas eslovenos o croatas con una furia increíble. A un lado y a otro de la línea de frente se encontraban combatientes que tenían las mismas ideas [7]: deseaban defender su patria, mantener su cultura a salvo, etc. Incluso es fácil que uno y otros desearan para su país el que éste fuera más bien una Gemeinschaft que una simple Gesselschaft, por utilizar la terminología de Tönnies. Pero mientras ellos se destrozaban entre sí, el mundialismo avanzaba imparable (y utilizaba sus sangrientas disputas para deslegitimar no ya el nacionalismo, sino el puro y simple patriotismo y aún cualquier intento de defender el enraizamiento de los pueblos).
Si hay algo cierto con respecto al nacionalismo, es que todo nacionalismo genera otro nacionalismo de signo contrario. Vascos y catalanes estuvieron perfectamente integrados en la monarquía hispana hasta que surgió el nacionalismo español y, en respuesta a éste, el nacionalismo independentista vasco y catalán. Pero el nacionalismo catalán, por ejemplo, ha generado como réplica el nacionalismo valenciano, que curiosamente se define más como anticatalán (los catalanes pasan a ser los polacos) que como anticastellano [8]. Pero la espiral no se detiene ahí: el nacionalismo valencianista ya ha alumbrado por reacción un pintoresco nacionalismo alicantino, el alicantinismo, defensor de algo tan surrealista como la alicantinidad. Si sólo se tratara de estas anécdotas no pasaría nada grave. España es hoy en día el solar donde pueden registrarse tantos fenómenos ideológicos estrambóticos que nada de especial habría en éste. Pero el problema es planetario. En la segunda nación más poblada del planeta, la Unión India, el nacionalismo indio, que cada vez adquiere más fuerza, conforme el país se moderniza, utiliza como una de sus señas de identidad las creencias hinduístas de la mayoría de la población; lógicamente esto supone enfrentarse con la minoría india musulmana (minoría en términos muy relativos, ya que aunque sólo suponga un 10% de la población, este porcentaje implica que son unos 100 millones de seres), con la minoría sij o con otras minorías, lo que, obviamente, ha dado lugar a la aparición de sus propios movimientos nacionalistas, exigiendo la independencia de los territorios en que éstas habitan (Cachemira, el Punjab, etc.). Si el nacionalismo ha demostrado tener tanta fuerza como para atomizar la antigua URSS, podemos preguntarnos si no lo tendrá también para hacer estallar a la Unión India. Luego lo que en España puede resultar anecdótico, en realidad es un fenómeno de la mayor transcendencia a nivel planetario.
Siento si es un poco largo. Lo interesante del tema es que a mi, personalmente, me ha llevado a pensar en el Altermundialismo. Creo que ésta es la respuesta que anda buscando el autor. Un movimiento que se enfrenta al panculturalismo occidental, pero no a los pueblos y las culturas. Ahora bien, todavía tengo mucho que aprender sobre este tema, asi que no me siento capacitado para continuar por ahí.