Grandes pensadores

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AIDA_cantasaetas
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Post by AIDA_cantasaetas »

En esta ocasión no voy a copiar la biografía de un autor, sino unas líneas sobre su obra. Creo que me voy a pasar aquí media mañana, pero merece la pena copiar el prólogo que escribió Borges para su traducción de "Hojas de hierba", de Walt Whitman (EEUU, 1819-1892)


Quienes pasan del deslumbramiento y del vértigo de "Hojas de hierba" a la laboriosa lectura de cualquiera de las piadosas biografías del escritor, se sienten siempre defraudados. En las grisáceas y mediocres páginas que he mencionado, buscan al vagabundo semidivino que les revelaron los versos y les asombra no encontrarlo. Tal, por lo menos, ha sido mi experiencia personal y la de todos mis amigos. Uno de los propósitos de este prólogo es explicar, o intentar una explicación, de esa desconcertante discordia.

Dos libros memorables aparecieron en Nueva York el año 1855, ambos de índole experimental, ambos muy distintos. El primero, inmediatamente famoso y ahora relegado a las antologías escolares o a la curiosidad de los eruditos y de los niños, fue el "Hiawatha" de Longfellow. Éste quiso donar a los pieles rojas que habían habitado New England una epopeya profética y mitológica en lengua inglesa. En pos de un metro que no recordara los habituales y que pudiera parecer aborigen, recurrió al Kalevala finlandés que había forjado - o reconstruido - Elías Lönnrot. El otro libro, entonces ignorado y ahora inmortalizado, que fue "Hojas de hierba".

He escrito que los dos eran distintos. Innegablemente lo son. "Hiawatha" es la obra meditada de un buen poeta que ha explorado las bibliotecas y que no carece de imaginación y de oído; "Hojas de hierba", la inaudita revelación de un hombre de genio. Las diferencias son tan notorias que resulta increíble que ambos volúmenes fueran contemporáneos. Un hecho, sin embargo, los une: los dos son epopeyas americanas.

América era entonces el símbolo famoso de un ideal, ahora un tanto gastado por el abuso de las urnas electorales y por los elocuentes excesos de la retórica, aunque millones de hombres le hayan dado, y sigan dándole, su sangre. El orbe entero tenía puestos los ojos en América y en su "atlética democracia". Bajo el influjo de Emerson, que de algún modo siempre fue su maestro, Whitman se impuso la escritura de una epopeya de ese acontecimiento histórico nuevo: la democracia americana. No olvidemos que la primera de las revoluciones de nuestro tiempo, la que inspiró la revolución francesa y las nuestras, fue la de América y que la democracia fue su doctrina.

¡Cómo cantar de un modo condigno esa nueva fe de los hombres! Había una respuesta evidente; la que hubiera elegido, tentado por las facilidades de la retórica o por la mera inercia, casi cualquier otro escritor. Urdir laboriosamente una oda o tal vez una alegoría, no desprovista de interjecciones vocativas y de letras mayúsculas. Whitman, felizmente, la rechazó.

Pensó que la democracia era un hecho nuevo y que su exaltación requería un procedimiento no menos nuevo.

He hablado de epopeya. En cada uno de los modelos ilustres que el joven Whitman conocía y que llamó feudales, hay un personaje central - Aquiles, Ulises, Eneas, Rolando, El Cid, Sigfrido, Cristo - cuya estatura resulta superior a la de los otros, que están supeditados a él. Esta primacía, se dijo Whitman, corresponde a un mundo abolido o que aspiramos a abolir, el de la aristocracia. Mi epopeya no puede ser así; tiene que ser plural, tiene que declarar o presuponer la incomparable y absoluta igualdad de todos los hombres. Semejante necesidad parece conducir fatalmente a un mero fárrago de la acumulación y del caos; Whitman, que era un hombre de genio, sorteó prodigiosamente ese riesgo. Ejecutó con felicidad el experimento más audaz y más vasto que la historia de la literatura registra.

[...]

En algún verso de su libro, Whitman recuerda telas medievales con muchos personajes, algunos aureolados y preeminentes, y declara que se propone pintar una tela infinita, poblada de infinitos personajes, todos con sus aureolas. ¿Cómo ejecutar semejante hazaña? Él, increíblemente, lo hizo.

Necesitaba, como Byron, un héroe, pero el suyo, símbolo de la populosa democracia, tenía que ser innumerable y ubicuo, como el disperso Dios de los panteístas. Elaboró una extraña criatura que no hemos acabado de entender y le dio el nombre de Walt Whitman. Esa criatura es de naturaleza biforme; es el modesto periodista Walter Ehitman, oriundo de Long Island, que algún amigo apresurado saludaría en las aceras de Manhattan, y es, asimismo, el otro que el primero quería ser y no fue, un hombre de aventura y de amor, indolente, animoso, despreocupado, recorredor de América. Así, en alguna página de su obra, Whitman nace en Long Island; en otras, en el Sur. Así, en una de las piezas más auténticas del "Canto de Mí Mismo", refiere un episodio heroico de la guerra de México y dice haberlo oído contar en Texas, donde no estuvo nunca. Así, declara haber sido testigo de la ejecución del abolicionista John Brown. Los ejemplos podrían multiplicarse abrumadoramente; casi no hay página en que no se confundan el Whitman de su mera biografía y el Whitman que anhelaba ser y que ahora es, en la imaginación y en el afecto de las generaciones humanas.

Whitman ya era plural; el autor resolvió que fuera infinito. Hizo del héroe de "Hojas de hierba" una trinidad; le sumó un tercer personaje, el lector, el cambiante y sucesivo lector. Éste ha tendido siempre a identificarse con el protagonista de la obra; leer Macbeth es de algún modo ser Macbeth. Whitman, que sepamos, fue el primero en aprovechar hasta el fin, hasta el interminable y complejo fin, esa identificación momentánea. Al principio recurrió al diálogo; el lector conversa con el poeta y le pregunta qué oye y qué ve o le confía la tristeza que siente por no haberlo conocido y querido. Whitman responde a sus preguntas:

"Estos son en verdad los pensamientos de todos los hombres
en todas las épocas y países; no son originales míos.
Si no son tan tuyos como míos, son nada o casi nada,
si no son el enigma y la solución del enigma, son nada,
si no son tan cercanos como lejanos, son nada.
Esta es la hierba que crece donde hay tierra y hay agua,
este es el aire común que baña el planeta."

Innumerables son los que han imitado, con éxito diverso, la entonación de Whitman: Sandbourg, Lee Masters, Maiakovski, Neruda... Nadie, salvo el autor del inextricable y ciertamente ilegible "Finnegans Wake", ha vuelto a acometer la creación de un personaje múltiple. Whitman, insisto, es el modesto hombre que fue desde 1819 y hasta 1892 y el que hubiera querido ser y no acabó de ser y también cada uno de nosotros y de quieren poblarán el planeta.

Mi conjetura de un triple Whitman, héroe de su epopeya, no se propone insensatamente anular, o de algún modo disminuir, lo prodigioso de sus páginas. Antes bien, se propone su exaltación. Tramar un personaje doble y triple y a larga infinito, pudo haber sido la ambición de un hombre de letras meramente ingenioso; llevar a feliz término ese propósito es la proeza no igualada de Whitman. En una polémica de café sobre la genealogía del arte, sobre los diversos influjos de la educación, de la raza y del medio ambiente, el pintor Whistler se limitó a decir: "Art happens" (el arte sucede), lo cual equivale a admitir que el hecho estético es, por esencia, inexplicable. Así lo comprendieron los hebreos, que hablaban del Espíritu; así los griegos, que invocaban la musa.

En cuanto a mi traducción... Paul Valéry ha dejado escrito que nadie como ejecutor de una obra conoce a fondo sus definiciencias; pese a la superstición comercial de que el traductor más reciente siempre ha dejado muy atrás a sus ineptos predecesores, no me atreveré a declarar que mi traducción aventaje a las otras. No las he descuidado, por lo demás.

[...]

El idioma de Whitman es un idioma contemporáneo; centenares de años pasarán antes que sea una lengua muerta. Entonces podremos traducir y recrearlo con plena libertad, como Jáuregui lo hizo con la "Farsalia", o Chapman, Pop y Lawrence con la "Odisea". Mientras tanto, no entreveo otra posibilidad que la de una versión como la mía, que oscila entre la interpretación personal y el rigor resignado.

Un hecho me conforta. Recuerdo haber asistido hace muchos años a una representación de Macbeth; la traducción era no menos deleznable que los actores y que el pintarrajeado escenario, pero así a la calle dehecho de pasión trágica. Shakespeare se había abierto camino; Whitman también lo hará.


Jorge Luis Borges
Buenos Aires, 19 de junio de 1969.
El que quiere nacer tiene que destruir un mundo :wink:
raima
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Location: En un lugar de la marcha...

Post by raima »

A mi me encanta Nietzsche.. ya dejaré un texto de esos que desparraman mierda por todos lados..
No puedo entender que se termine
Me cuesta aceptar que todo acabe
Te han domesticao ¿qué han hecho contigo?
Y hoy tu libertad viste de traje... la mia no.

CADA VEZ SOMOS MAS, NADANDO CONTRACORRIENTE
PERO NO NOS VAN A AHOGAR!!!
janaeh
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Location: yo como los girasoles....siempre ando mirando al SOL!!!!!!(irun, euskal herria)

Post by janaeh »

media hora para encontrar el post.............


que reviva.....



el caso es que estaba yo leyendo algo sobre Breyten Breytenbach y me acordé de este post, en el que la verdad poco tengo que aportar, pero mucho me gustaría seguir leyendo y aprendiendo......., por ello decido recuperarlo...
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